Un corazón para sanar: respuestas congregacionales ante la trata de personas

La Vida, espacio de reflexión colectiva sobre la vida consagrada

Cuatro hermanas católicas, panelistas de La Vida de enero, respondieron a la pregunta: ¿Qué hace su comunidad para enfrentar el problema de la trata y la explotación, especialmente de mujeres y niños vulnerables? (Foto: Pixabay)

Cuatro hermanas católicas, panelistas de La Vida de enero, respondieron a la pregunta: ¿Qué hace su comunidad para enfrentar el problema de la trata y la explotación, especialmente de mujeres y niños vulnerables? (Foto: Pixabay)

por Panelistas de La Vida

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La Vida, espacio de reflexión colectiva sobre la vida consagrada

Enero es el Mes Nacional de Prevención de la Trata de Personas en Estados Unidos. Desde 2010, este mes se dedica a crear conciencia y prevenir las devastadoras realidades del tráfico y comercio de personas. Por eso, en esta oportunidad preguntamos a nuestras panelistas: ¿Qué hace su comunidad para enfrentar el problema de la trata y la explotación, especialmente de mujeres y niños vulnerables? Las respuestas de las hermanas del panel de La Vida, inspiradas en los carismas de sus congregaciones, ofrecen esperanza, sanación y apoyo a quienes sufren esta profunda injusticia.

La Vida, testimonios de la vida consagrada

Carolina Lizárraga, Misioneras Siervas del Espíritu Santo. (Foto: GSR en español)

Carolina Lizárraga
Nació en Tucumán, Argentina, y es miembro de las Misioneras Siervas del Espíritu Santo (SSpS). Realizó su noviciado en Paraguay, donde profesó sus primeros votos. Durante su etapa de juniorado se formó como docente en Ciencias Sagradas. Después de un periodo de preparación en México, emitió sus votos perpetuos en Argentina. Actualmente ha sido enviada en misión a Mozambique, África. Le apasiona la lectura, el mate, el silencio, la música y el encuentro con los demás.

Nosotras, las Misioneras Siervas del Espíritu Santo, hemos asumido como congregación la misión de mirar con compasión la realidad de la trata y explotación de personas. Estamos convencidas de que para abrazar esta causa humanitaria es imprescindible conocer su dinámica, organización y estructura. Por eso, queremos compartir el trabajo de nuestra hermana sor Gabriela Burgos, de Argentina Norte, quien colabora con diversas organizaciones sociales y autoridades judiciales en el rescate, acompañamiento y la celebración de sentencias contra proxenetas.

La trata de personas es una violación global de derechos humanos que exige soluciones globales. Ante la complejidad de este fenómeno, buscamos visibilizar y concienciar a la población sobre el modus operandi de estas redes criminales; lo hacemos a través de capacitaciones en las escuelas, en los centros vecinales, en las fuerzas de seguridad, también a las autoridades y a la sociedad en general. En cada espacio de capacitación se da a conocer los dispositivos que se encuentran en el país y que, más allá del desmantelamiento que el actual Gobierno ha hecho, aún funcionan.

Por ejemplo, la línea gratuita 145 que funciona las 24 horas y los 365 días del año. También advertimos a la población de que la trata de personas es un delito transnacional y por lo tanto pertenece a la justicia federal y no al fuero provincial.

Todo esto se realiza no solo por el tipo de explotación, sino también por la interconexión con otros fenómenos como el aislamiento y otras formas extremas de violencia de género. Nuestra hermana de Argentina colabora con la Fundación Alameda, una de las organizaciones serias y comprometidas del país que hasta la fecha lleva siendo querellante de varias causas de trata y explotación de personas tanto a nivel nacional como internacional.

Equipo de rescate de víctimas de explotación laboral en la provincia de Jujuy, en el norte de Argentina. Los trabajadores vivían en carpas, cocinaban en el suelo y carecían de agua potable, energía eléctrica y sanitarios. (Foto: cortesía Siervas del Espíritu Santo)

Equipo de rescate de víctimas de explotación laboral en la provincia de Jujuy, en el norte de Argentina. Los trabajadores vivían en carpas, cocinaban en el suelo y carecían de agua potable, energía eléctrica y sanitarios. (Foto: cortesía Siervas del Espíritu Santo)

Sabemos que los proxenetas son parte del crimen organizado y cometen sus delitos en redes,  por eso  buscamos construir y trabajar en red.

Queremos contribuir a generar reflexiones profundas sobre las consecuencias de esta violación de los derechos humanos y ofrecer una visión crítica sobre el impacto que tiene en las víctimas de este delito la estrategia y el enfoque por el que optemos para abordarlo.

Como mujeres consagradas a Dios uno y trino, tratamos de mostrar su rostro concreto a través de gestos de compasión y empatía con el dolor de aquellas personas vulnerables, como niños y mujeres que fueron (y otras que actualmente son) víctimas de la trata y explotación de personas, mediante la oración personal y comunitaria. 

Tomamos conciencia de que la vida es un tesoro inviolable dado por Dios a cada ser humano y por eso, nosotras nos vemos urgidas a salir a cuidarla y defenderla para que, esa vida, sea lo más digna posible desde el respeto y la libertad personal.

"La trata de personas es una violación global de derechos humanos que exige soluciones globales. Ante la complejidad, buscamos visibilizar y concienciar a la población sobre el modus operandi de estas redes criminales": Hna. Carolina Lizárraga

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Hna. María Baffundo, Hijas de María Auxiliadora. (Foto: GSR en español)

María Baffundo
Pertenece a las Hijas de María Auxiliadora (FMA), salesiana, de Uruguay. Es periodista y diseñadora gráfica. Ha realizado su misión con adolescentes en diferentes centros educativos de Uruguay, como animadora de curso, catequista y docente; también ha colaborado en la Pastoral Juvenil Salesiana y en grupos de gestión. En su instituto a nivel mundial y provincial trabajó en el ámbito de la comunicación desde los inicios de su vida religiosa. Desde 2018 a inicios de 2024 fue responsable de la comunicación de la Confru (Conferencia de Religiosos del Uruguay). Es miembro de ACSSA, Asociación de Estudiosos de la Historia Salesiana. Actualmente reside en Roma, donde estudia la espiritualidad salesiana. 

Un día, Pedro y Juan subían al templo a las tres de la tarde, la hora de la oración. Junto a la puerta llamada Hermosa, un hombre lisiado de nacimiento era dejado allí diariamente para pedir limosna a quienes entraban al lugar.

— Aquí estoy. A diario pasan muchas personas junto a mí, pero parece que no existo. Hay datos míos que ni siquiera recuerdo: no sé mi edad ni puedo pronunciar mi nombre. A estas alturas, ni siquiera sé cuál es mi género. He perdido la cuenta del día en el que vivo. Mi historia ya no me pertenece ni tampoco mis documentos. Todo está en manos de quienes se han apoderado de mi cuerpo y de los pequeños recuerdos que me anclaban a mi familia y mi patria. Falsas promesas, soluciones inmediatas, y amenazas me trajeron aquí. No puedo pensar en el futuro. Solo quiero que esta pesadilla termine, aunque sea por unas horas, para que mi cuerpo descanse. Me siento como un objeto sin valor, útil solo para enriquecer a otros. Cuento millones de cicatrices en mi piel: heridas, golpes y marcas que se cruzan como rutas de un mapa, imposibles de borrar. El olor del perfume barato, de la comida rancia, y de un cuerpo sin higiene impregna mi existencia. Ropa hecha jirones no logra cubrir la desnudez de mi ser, y el mal que me rodea ha echado raíces en mi interior, borrando para siempre mi sonrisa. ¡Estoy aquí! Pero pasan sin verme. No soy el único. Somos muchas y muchos quienes habitamos un espacio ignorado. En este 2024, más de 50 000 personas han sido movidas por el mundo en esta realidad, pero nadie parece darse cuenta de que existimos.

Cuando este hombre vio a Pedro y Juan entrar les pidió limosna.

— Día a día distingo rostros y voces que desaparecen entre el bullicio, ocupados en sus vidas y en sus celulares. Alguna vez soñé con una familia, con ser profesional, con ayudar a mi madre, con jugar, cantar y estudiar. Hoy mis sueños, mi dignidad y mi humanidad están destruidas. A veces grito en silencio. Mi mirada pide ayuda, mis gestos torpes imploran empatía. Pero tengo miedo: miedo de volver a huir, de recibir golpes y burlas, de sentir que los derechos no son para mí.

Desde la izquierda: Lucía Giménez, Alicia Torancio y Beatriz Delgado, exempleadas domésticas del Opus Dei, posan para una foto en Buenos Aires, Argentina, el jueves 21 de octubre de 2021. Las mujeres han presentado una denuncia contra el Opus Dei ante el Vaticano por presunta explotación laboral, y abusos de poder y de conciencia. (Foto: cortesía religionnews.com: AP/Natacha Pisarenko)

Desde la izquierda: Lucía Giménez, Alicia Torancio y Beatriz Delgado, exempleadas domésticas del Opus Dei, posan para una foto en Buenos Aires, Argentina, el jueves 21 de octubre de 2021. Las mujeres han presentado una denuncia contra el Opus Dei ante el Vaticano por presunta explotación laboral, y abusos de poder y de conciencia. (Foto: cortesía religionnews.com: AP/Natacha Pisarenko)

Pedro, mirándolo fijamente, le dijo: "¡Míranos!". 

— A veces, entre tantos, hay alguien que presta atención, que con su actitud vigilante, renueva la esperanza. ¿Es que aún hay bien el corazón de las personas? Hay leyes, hay organizaciones, hay iniciativas, pero también hay muchos profetas del mal. 

El hombre fijó en ellos la mirada, esperando recibir algo. "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!", le dijo Pedro. 

— Quienes han vivido realidades similares reconocen el dolor ajeno y actúan. Con una mirada descubrieron mi vulnerabilidad y encendieron en mí un atisbo de esperanza. Con un gesto, lograron que me pusiera de pie en mi fragilidad. El llanto volvió a mis ojos y mi respiración se entrecortó. ¿Puede un abrazo devolver la paz y caldear un corazón herido?

La Hna. María Baffundo fabula la voz de una víctima de trata, privada de su identidad, libertad y dignidad, para visibilizar su sufrimiento y resaltar que la empatía y la fe pueden devolver esperanza a los más vulnerables. 

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Hna. Susana Pasqualini, Hermanas Misioneras Redentoristas. (Foto: GSR en español)

Susana Pasqualini
Es animadora general de su congregación, las Hermanas Misioneras Redentoristas, y ha sido formadora en varias ocasiones. Actualmente vive en una comunidad misionera en la provincia de Catamarca, Argentina, una de las más pobres del país. Su misión se centra en el trabajo pastoral en barrios periféricos y en la formación de laicos misioneros.

Doce años después, la hermana María Silvia regresó a nuestra misión en Mozambique, en la zona rural de Muvamba, y allí, cuando saludó a una de las señoras, esta le dijo que no se acordaba de su nombre, pero sí de un cuento que ella había contado en 2012. Se trataba del Cuento de la cebolla, una historia que como hermanas Misioneras Redentoristas nos acompañó durante bastante tiempo en los encuentros con mujeres.

En el cuento se explica por qué las cebollas tienen tantas capas, y se dice que es porque a lo largo de los años fueron tapando las piedras preciosas, brillantes y coloridas, que albergan en su interior. Un relato que nos sirvió para ayudar a las mujeres a tomar conciencia de sus diamantes interiores y de con cuántas capas tapamos (o la sociedad pretende tapar) lo que somos.

Les cuento esto porque resume nuestro trabajo con mujeres desde hace mucho tiempo, trabajo que comienza y continúa en lo que cada una de nosotras, como redentoristas, bucea en su propia persona para abrir caminos al Redentor, quien sigue sacando capas para que brille su tesoro en cada una.

Las Hermanas Misioneras Redentoristas llevan una misión en la zona rural de Muvamba, Mozambique, en donde ayudan a las mujeres a crear conciencia de su valor como personas. (Foto: cortesía Susana Pasqualini)

Las Hermanas Misioneras Redentoristas llevan una misión en la zona rural de Muvamba, Mozambique, en donde ayudan a las mujeres a crear conciencia de su valor como personas. (Foto: cortesía Susana Pasqualini)

Toda acción misionera es para nosotras una oportunidad de humanización de las personas y las comunidades. Así como el Señor nos da la Palabra y desata nuestra lengua para anunciarlo, asimismo nos importa que la Palabra circule entre todos, en especial entre las mujeres y los niños, quienes son los más enmudecidos y los pobres entre los pobres.

Además, si hay oportunidad, nos unimos a redes interinstitucionales y barriales, para sumar desde nuestro carisma a la tarea de otros y otras en contra de las esclavitudes modernas; o participamos en redes eclesiales, como la Red Kawsay, que lucha contra  la trata de personas y que está unida a Talitha Kum, de la UISG. Pero, sobre todo, creemos en las pequeñas aportaciones anónimas y cotidianas que podemos hacer en medio de los barrios populares o zonas rurales alejadas, allí donde estamos llamadas a anunciar 'la abundante redención'.

"Si hay oportunidad, nos unimos a redes interinstitucionales y barriales, para sumar desde nuestro carisma a la tarea de otros y otras en contra de las esclavitudes modernas": Hna. Susana Pasqualini

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Hna. Yolanda Olivera, Franciscana Misionera de la Madre del Divino Pastor. (Foto: GSR en español)

Yolanda Olivera 
Religiosa peruana de la congregación Franciscana Misionera de la Madre del Divino Pastor, es licenciada en Psicología Clínica con especialización en Cuidado y Protección de Niños, Adolescentes y Adultos Vulnerables, Ciencias Humanas, Evaluación Psicológica y Acompañamiento Espiritual. Ha trabajado en la educación formal y no formal. Acompañó a los laicos de su congregación en Perú. Fue misionera en Boa Vista, Brasil, apoyando la emergencia humanitaria. Actualmente vive en Moreno, Argentina, donde colabora en un centro comunitario que ofrece actividades socioeducativas. Disfruta acompañando procesos personales y promoviendo espacios seguros. A través de su labor pastoral, busca construir relaciones justas y asegurar la participación de la mujer en la toma de decisiones.

En nuestra sociedad persisten vestigios de relaciones patriarcales, machistas y clericalistas que refuerzan la impunidad de la violencia y la explotación sexual hacia la mujer. Para defender sus argumentos manipulan textos bíblicos. Por ejemplo, en  Jueces 19, 23-25 se lee: "(...) Tengo una hija que es todavía virgen y él tiene también su concubina. Se las entregaré, pueden violarlas y hacer con ellas lo que quieran". Si se toman estas posturas radicales, al pie de la letra, se comprende que la  mujer está a disposición del varón y puede ser tratada como un objeto sexual.

La trata es un problema multifactorial y multidimensional que requiere de un trabajo articulado para poder reconocer y acompañar a las víctimas, ya que muchas de ellas son invisibilizadas. Las víctimas experimentan diversos tipos de violencia, como tortura, servidumbre, amenazas contra sus familiares, trabajos forzados y prostitución, entre otros.

Nosotras, como Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, acompañamos realidades  muy complejas desde nuestras presencias, servicios pastorales y desde nuestras formaciones profesionales. Contamos con algunas comunidades que trabajan directamente en la erradicación de la trata y la explotación. 

Me vienen a la memoria algunas historias de vida de niñas, adolescentes y mujeres a las que acompañé en mi trabajo humanitario en Brasil, en la comunidad de Boa Vista, en Roraima

Teresa (nombre ficticio), de 23 años y madre de tres hijos, llegó a Boa Vista y buscó ayuda en uno de los centros donde trabajaba. No tenía documentación porque las personas que habían pagado su traslado de Venezuela a Brasil le obligaron a prostituirse por las noches y a realizar trabajos domésticos durante el día, además de obligarla a comercializar droga para poder devolver el dinero que le habían 'prestado'.

La historia de Teresa representa a tantas otras que me tocó escuchar, denunciar y acompañar, y que fueron víctimas de la trata y la explotación sexual. ¿Por qué como sociedad seguimos aceptando que las más vulnerables, las mujeres, sigan siendo utilizadas como mano de obra barata? 
 

En esta foto ilustrativa se ve a una presunta víctima de la trata de seres humanos. (Foto: CNS/ Jackson Njehia, Reuters/OSV News)

En esta foto ilustrativa se ve a una presunta víctima de la trata de seres humanos. (Foto: CNS/ Jackson Njehia, Reuters/OSV News)

Cuando escucho a una mujer que está sufriendo violencia me pregunto cómo desenredar las redes y hacer que deje de ser víctima y se convierta en superviviente. Hoy en día necesitamos con urgencia reconocernos como 'seres necesitados de humanidad'; esto nos llevará a recuperar la esperanza y a mirarnos con misericordia y compasión, como hacía Jesús de Nazaret. Las personas víctimas de trata y explotación sexual, necesitan 'hombres y mujeres capaces de creer en su Palabra'.

Por último, en nuestras acciones como Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor promovemos el fortalecimiento de los derechos de las personas; establecemos un vínculo positivo para que las personas puedan sanar sus heridas a través de la confianza. "Donde está tu tesoro. Allí estará también tu corazón" (Mateo 6, 21).

Hay  tesoros y experiencias vitales que no podemos dejar de acompañar: los niños, las niñas y las mujeres. Desde nuestra vulnerabilidad buscamos ser polinizadoras de  justicia y denunciamos y anunciamos que una humanidad sin explotación sexual es posible.

"La trata es un problema multifactorial y multidimensional que requiere de un trabajo articulado para poder reconocer y acompañar a las víctimas, ya que muchas de ellas son invisibilizadas": Hna. Yolanda Olivera

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This story appears in the The Life feature series. View the full series.