De capullo a flor: el fascinante proceso de crecimiento de una planta capturado en cada etapa de su evolución. (Foto: cortesía Magda Bennásar)
La pregunta de este mes nos lleva al final del trayecto con el gran grupo de panelistas de la primera temporada de La Vida. Aunque gran parte de la atención externa a menudo destaca el descenso de las cifras en la vida religiosa, hay signos igualmente poderosos de renovación y crecimiento que surgen en las comunidades hoy en día. En noviembre pedimos a nuestras panelistas que reflexionaran sobre sus experiencias u observaciones de renovación espiritual: ¿Dónde han visto signos de nueva vida espiritual y rejuvenecimiento dentro de las comunidades religiosas y qué formas está adoptando? ¿Cómo se están cultivando estas nuevas expresiones?
La Vida, testimonios de la vida consagrada
María Magdalena Magda Bennásar, de las Hermanas para la Comunidad Cristiana, es española. Sus estudios de teología le dieron una base para el carisma de la oración y el ministerio de la palabra con un énfasis en la espiritualidad y las Escrituras: enseñando, dirigiendo retiros y talleres, creando comunidad y formando líderes laicos en Australia, EE. UU. y España. Actualmente trabaja en la ecoespiritualidad y busca un espacio para crear un centro o colaborar con otros.
Estamos en un tiempo de transición. Somos una 'generación bisagra' entre dos paradigmas diferentes. Este cambio de paradigma es una transversal entre culturas, países, religiones y, no menos, la vida consagrada.
¿Movimientos de la Ruah en nuestras vidas y comunidades? Tomemos como espejo el libro bíblico de Rut. ¿Qué tenía Noemí que atraía tanto a Rut como para que esta dejase la posibilidad de volver a su tierra, su religión y su familia, y se fuera, cruzando el desierto, al pueblo, religión y familia de Noemí? Noemí tenía una fuerza interior que transmitía seguridad. Ella no se quedaba esperando que las cosas cambiaran; cruzaba su duelo, atravesaba su desierto y se sumergía en un futuro incierto, con el corazón anclado en quien la sostiene y la ama.
Noemí representa al colectivo de hermanas mayores que encarnan la sabiduría de siglos y, si permanecen abiertas y vulnerables a la Ruah, no envejecen; se vuelven más sabias. Sobre sus hombros, las generaciones intermedias nos sentimos seguras y fortalecemos nuestras espaldas para aprender a sostener el futuro, enraizadas en el Dios de las 'Noemís' de nuestras vidas.
Veo brotes de vida nueva tanto en la vida consagrada como en el laicado que se adhiere a nuestros diferentes carismas, apoyándose en nuestras experiencias. Es un cambio, no una pérdida. Se deja el lastre, como cuando vas de peregrinación: en la mochila pones lo imprescindible, el resto se deja. Así veo, con alegría, cómo vamos soltando 'pesos del pasado' para, ligeras de equipaje, intuir y apoyar el presente/futuro.
San Juan de Gaztelugatxe, Vizcaya, España, en donde encerraban a las beguinas, a quienes acusaban de ser brujas. (Foto: cortesía Magda Bennásar)
A mi alrededor, como en la comunidad a la que pertenezco, Sisters For Christian Community, emerge con fuerza el estilo beguina: mujeres independientes que consagran todo su ser al Reino, compartiendo en comunidades menos fijas, incluso opcionales, sus dones y talentos. Comparten la coordinación y liderazgo de la vida y de los carismas, sin edificios ni empresas que absorban la energía y vitalidad de las miembros más jóvenes.
En nuestra experiencia en España, también personas casadas o separadas viven un compromiso, como en nuestra comunidad de Magdala. Observo un fenómeno parecido en otras congregaciones. El mundo actual, con la tremenda inseguridad planetaria debido al cambio climático, la emergencia de guerras y las figuras dictatoriales que, en poco tiempo, destruyen lo construido con mucho esfuerzo, está hambriento de una espiritualidad seria y encarnada que comparta modos de oración, acompañamiento y presencia en las ciudades y sus entornos.
Tenemos que ser, de nuevo, pulmones de aire fresco para las personas buscadoras, algo así como ser Noemí para las Rut que están ahí, luchando con sus duelos y deseando encontrar la presencia y la fortaleza de una 'beguina Noemí'.
"A mi alrededor emerge con fuerza el estilo beguina: mujeres independientes que consagran todo su ser al Reino, compartiendo en comunidades menos fijas, incluso opcionales, sus dones y talentos": Hna. Magda Bennásar
María Elena Méndez Ochoa nació en La Joya, Michoacán, México. Ingresó en la congregación de las Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo en 1984. Al terminar su formación, en 1993, fue enviada a servir a los Estados Unidos. Desde su llegada ha prestado servicio en parroquias con la comunidad hispana en Florida, Colorado y Pensilvania. En Mississippi, sirvió a nivel diocesano en el Ministerio Hispano en la Diócesis de Jackson. En Alabama fue directora de Catholic Social Services de West Alabama, y actualmente presta su servicio como provincial de su comunidad en Estados Unidos y República Dominicana. Tiene una maestría en Teología y Ministerios de Boston College, y actualmente está cursando una maestría en Estudios Integrativos en la Universidad Saint Mary's de Minnesota.
Asistí a una reunión de religiosas en la que estuvo presente el arzobispo José H. Gómez, de la arquidiócesis de Los Ángeles, California. Coincidió que él celebró la misa de funeral de Fernando Valenzuela, quien se destacó como un lanzador estrella durante su carrera en el equipo de béisbol de los Dodgers en los años 80 y quien fue recordado "por tener el corazón de un león". En otro momento de la conversación, el arzobispo Gómez expresó: "La vida religiosa es una bendición, de verdad, es una bendición", a lo cual agregué: "Para la Iglesia y la sociedad".
Esa expresión me llevó a reflexionar sobre cómo, en la vida y en la memoria del pueblo, muchas religiosas son recordadas por su corazón de oro. La vida religiosa ha sido innovadora en su labor como educadoras, cuidadoras, formadoras, madres, amigas y defensoras de la vida y dignidad humana. Son mujeres valientes, audaces, luchadoras y resilientes, capaces de dejar sus propios intereses para ir allí donde el mundo las necesita. Son mujeres que nutren la vida donde hay muerte, brindan esperanza donde hay desolación, amor donde hay división y luz donde hay oscuridad. ¿De dónde viene su fuerza? De su encuentro personal con Dios y de su fe en Cristo resucitado, testimoniando como María Magdalena: "He visto al Señor" (Juan 20, 11-18). Esa fuerza brota de lo más profundo de su ser, de una generosidad que se expande ante el 'amor' que han recibido.
Visita del equipo de Catholic Extension a los trabajadores del campo, en Misisipi, Estados Unidos. Al centro, la Hna. María Josefa García, MGSpS. (Foto: María Elena Méndez, MGSpS)
Aunque hoy en día seamos menos, las religiosas seguimos teniendo un impacto social y eclesial indiscutible. En la vida religiosa actual somos más conscientes de nuestra interconexión con el mundo y hemos descubierto que nuestro 'ser' y 'estar' presentes es más significativo que 'hacer' por mero activismo.
Nuestro campo de apostolado es el mundo entero, y la evangelización se extiende a todas las realidades a nuestro alcance. La hermana Nathalie Becquart, por ejemplo, trabaja en el Vaticano y ha sido reconocida por Forbes como una de las mujeres más influyentes. Otras hermanas recorren el país promoviendo el voto a nivel nacional con iniciativas como Nuns on the Bus & Friends, previas a las elecciones presidenciales. También están aquellas que rescatan a mujeres víctimas de la prostitución, las que trabajan con jóvenes, ancianos, encarcelados, niños, pueblos originarios y migrantes, y las que luchan contra el racismo, la injusticia social y ambiental. Están presentes en servicios sociales, enseñando inglés como segundo idioma, en hospitales, formando líderes en parroquias y en entornos de alto riesgo.
La vida religiosa sigue en constante búsqueda de cómo seguir siendo hoy Mujeres del Alba, con nuestra diversidad, colores, formas, idiomas, ministerios y estilos, lo que hace que nuestra presencia femenina sea significativa tanto en la Iglesia como en la sociedad y el mundo. Dios nos sigue llamando a ser signo de esperanza, portadoras de vida y una bendición en las realidades marginales actuales.
"En la vida religiosa actual somos más conscientes de nuestra interconexión con el mundo y hemos descubierto que nuestro 'ser' y 'estar' presentes es más significativo que 'hacer' por mero activismo": Hna. María Méndez Ochoa
Marlene Quispe Tenorio es miembro de la comunidad de hermanas Agustinas del Monasterio de la Encarnación en Lima, Perú, en donde se desempeña como coordinadora de la pastoral catequética y social Puente de Comunión.
En los encuentros entre personas consagradas surge frecuentemente la pregunta: "¿Cuántas vocaciones nuevas tienen?". Esta cuestión a menudo se recibe con pesar, especialmente cuando la respuesta evidencia una disminución constante de vocaciones. Algunas comunidades, al ver reducirse sus miembros, han optado por cerrar sus puertas y enfocar sus últimos esfuerzos en cuidar de quienes permanecen, aguardando en silencio el final de sus días en la vida religiosa.
Sin embargo, hay comunidades que lejos de resignarse ante la falta de vocaciones han decidido vivir una entrega radical ofreciendo sus últimos años en lugares nuevos. Un ejemplo inspirador es el de una comunidad italiana que, sin proyectos ambiciosos, se trasladó a Filipinas con el deseo de 'morir viviendo', testimoniando así una fe sencilla en un entorno cultural y social diferente. Este tipo de entrega demuestra que la vocación religiosa no depende de la cantidad de miembros, sino de la profundidad con la que se vive el compromiso.
La renovación en la liturgia y la oración comunitaria también refleja esta vitalidad. Muchas comunidades han transformado la eucaristía y la Liturgia de las Horas, convirtiéndolas en espacios de auténtica comunión con Dios y con los desafíos actuales del mundo. La música, la preparación espiritual y un entorno adecuado enriquecen cada celebración, haciendo de la oración un verdadero bálsamo para el alma.
La evangelización y la conexión digital se han vuelto esenciales en el contexto actual. A través de plataformas digitales y redes sociales muchas comunidades comparten la fe y orientan espiritualmente a personas que se encuentran lejos, especialmente a los jóvenes. Estas iniciativas digitales no solo fortalecen el vínculo con quienes buscan a Dios, sino que también ofrecen una vía moderna para cumplir la misión evangelizadora.
El amor a la casa común impulsa a muchas comunidades religiosas a participar activamente en proyectos ecológicos y de justicia social. Estas comunidades colaboran con poblaciones locales en iniciativas de sostenibilidad, reforestación y defensa del medio ambiente, especialmente en regiones vulnerables como la Amazonía. Este compromiso representa una espiritualidad en acción y es un testimonio de amor a la Tierra y de solidaridad con los más desfavorecidos.
La Hna. Carmen Toledano, priora de la comunidad, ofrece una charla de reflexión sobre el cuidado y buen trato a consagradas en la diócesis de Huacho, Perú. (Foto: cortesía Marlene Quispe Tenorio)
El equilibrio entre la contemplación y la acción es otro aspecto clave en la renovación de la vida consagrada. Las comunidades crean espacios de oración y retiro que fortalecen su vida interior, lo cual hace su servicio más auténtico y alegre. La contemplación se convierte en un lugar de paz que da fuerza para servir, y así su acción se transforma en un acto de amor generoso.
En zonas de conflicto, algunas personas consagradas eligen ser artesanas de paz, permaneciendo junto a quienes sufren la violencia y la inseguridad. En una entrega silenciosa y comprometida, sin buscar reconocimiento, ofrecen un testimonio de fe que acompaña y fortalece al pueblo en sus momentos más difíciles.
La profunda alegría que se refleja en los rostros de quienes han vivido una vida de entrega es sincera y perdurable. Estas personas no conocen el retiro, pues su misión es constante. Lejos de cesar en su entrega, siguen ofreciendo su vida con generosidad y dedicación. Son misioneras en lo pequeño y cotidiano, realizando cada tarea con amor, hallando en los gestos simples una manera de dar vida. Sus manos y su tiempo se entregan en cada gesto y encuentro, sin esperar nada a cambio, solo por el gozo de servir.
La vida religiosa se sostiene en una relación profunda con Dios, fortalecida por la oración y los sacramentos, y apoyada por la comunidad y la fraternidad. Esta unión impulsa su misión de servicio, especialmente en contextos de gran necesidad. Aunque enfrenta desafíos, la vida consagrada sigue siendo un testimonio de esperanza y entrega, renovándose mediante la oración, el uso de medios digitales y el compromiso con la justicia y el medio ambiente. La vocación no se mide en números, sino en la autenticidad y profundidad del amor y el compromiso hacia Dios y los demás.
"Hay comunidades que lejos de resignarse ante la falta de vocaciones, han decidido vivir una entrega radical ofreciendo sus últimos años en lugares nuevos": Hna. Marlene Quispe
Ruth Karina Ubilus, miembro de la Congregación de las Hermanas Educadoras de Notre Dame, nació en Perú. Con 12 años de experiencia docente en escuelas públicas, se unió a la congregación en 2006, tras haber completado su noviciado en Brasil, donde comenzó a sentir su vocación misionera. A lo largo de su trayectoria descubrió la importancia del trabajo con el 'niño interior' en Guatemala, reconociendo su impacto fundamental en el desarrollo personal. Cuenta con un diploma en Dirección Espiritual. Vivió en Brasil durante cuatro años y, desde 2020, reside en Sudán del Sur, donde se dedica a acompañar a las personas en su proceso de crecimiento y desarrollo.
Es indiscutible que hay signos de renovada vitalidad espiritual en diversas comunidades religiosas. Estos signos de 'nueva vida' pueden manifestarse de formas diversas y, a menudo, adoptan formas que pueden sorprender o desafiar las expectativas convencionales. En regiones de América Latina, África y algunas partes de Asia, los movimientos cristianos evangélicos, pentecostales y carismáticos están experimentando un notable crecimiento. Estos movimientos se centran en la experiencia directa de lo divino, con un énfasis en la sanación, la liberación y el empoderamiento personal, algo que atrae especialmente a las generaciones jóvenes en busca de una conexión más auténtica y personal con su fe.
Al mismo tiempo, muchas personas que no se identifican formalmente con una religión o congregación tradicional están explorando nuevas formas de espiritualidad. Se observa un resurgimiento de interés en prácticas como la meditación, el yoga, la conexión con la naturaleza, la sanación interior y las constelaciones familiares. Aunque estas prácticas no siempre están vinculadas directamente a instituciones religiosas, reflejan una búsqueda de trascendencia, propósito y bienestar que resuena profundamente con valores espirituales compartidos.
Grupo de jóvenes del Club Shalom en Sudán del Sur dedicados a la promoción de la paz. (Foto: cortesía Ruth Karina Ubilus)
Otro aspecto importante de la renovación espiritual actual en las comunidades religiosas es su compromiso con la justicia social y la acción transformadora. Muchas de estas comunidades están profundamente involucradas en la lucha contra la pobreza, la desigualdad y el cambio climático, demostrando una espiritualidad que se alimenta no solo de la oración y la reflexión, sino también de la acción concreta. Ejemplos de este compromiso incluyen el auge de iniciativas que promueven el ecumenismo, la reconciliación y el diálogo interreligioso, así como el trabajo en temas como la migración, los derechos humanos y la paz.
El uso de plataformas digitales también ha permitido que la espiritualidad y la formación religiosa lleguen a un público más amplio y diverso. A través de podcasts, aplicaciones de meditación, transmisiones en vivo de servicios religiosos y redes sociales, personas en todo el mundo pueden encontrar una comunidad espiritual y participar en prácticas religiosas, sin importar su ubicación. Esta dimensión digital facilita una renovación espiritual accesible, inclusiva y flexible, adaptada a los ritmos y necesidades de la vida moderna.
La renovación espiritual se ve impulsada por el compromiso con los grandes problemas de la humanidad, como la pobreza, el racismo, la violencia y el cambio climático. Las comunidades religiosas que abordan estos desafíos desde una perspectiva ética y de justicia social encuentran una gran resonancia, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que buscan un enfoque de la fe que se traduzca en acciones concretas.
"Un aspecto importante de la renovación espiritual actual en las comunidades religiosas es su compromiso con la justicia social y la acción transformadora": Hna. Ruth Ubilus
Susana Noemí Vanni pertenece a la Congregación de las Hermanas de la Virgen Niña (oficialmente, Hermanas de Caridad de las Santas Bartolomea Capitanio y Vicenta Gerosa). Estudió Ciencias Jurídicas y Contables en la provincia de Buenos Aires, Argentina, y desde hace 25 años se desempeña en estas áreas en su congregación. Actualmente colabora en el área de comunicación. La religiosa realizó la formación en el Proyecto Pentecostés del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano en 2023. Vanni se desempeñó como secretaria adjunta en la Confru (Conferencia de Religiosas/os del Uruguay), y en Radio María Uruguay acompañó un programa semanal durante 5 años.
La preocupación por el llamado tema de 'los abandonos' o disminución de consagradas y consagrados no es nueva, sino que lleva muchos años presente en la vida religiosa. Como toda vocación, la vida consagrada tiene sus luces y sus sombras y he sido testigo de ambas, tanto en mi vida personal como en el caminar de muchas hermanas y hermanos en esta querida América Latina, que es la realidad que más conozco. Aun así, también puedo contemplar la maravillosa fidelidad creativa de hombres y mujeres a Jesucristo y a los carismas fundacionales tradicionales, así como a lo nuevo que está surgiendo.
Hoy en día no podemos negar que en la vida consagrada existe un rico patrimonio de caridad, profecía y esperanza; de alegría, servicio y misericordia; de compasión, ternura y compromiso con los más vulnerables. La nuestra es una vida que privilegia el diálogo, la interculturalidad, el cuidado de la vida en todas sus etapas y el respeto por la casa común, además de una atención constante a lo que consideramos 'no negociables'. Estos signos, entre tantos otros, nos invitan a permanecer dóciles a la acción del Espíritu, atentas a su obra en nuestras hermanas y hermanos, en cada familia religiosa y en el mundo.
La Hna. Paula Moura, de la congregación Hermanas de la Virgen Niña, durante un encuentro con jóvenes en la ciudad de Ipumirim, Santa Catarina, Brasil, en mayo de 2024. (Foto: Edinei Malagutti)
En este momento resuenan en mi corazón las palabras del Evangelio de Marcos: "Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios" (Mc 3, 13–16).
Este pasaje me hace reflexionar sobre lo que realmente importa: no es la cantidad de religiosas y religiosos, ni cómo nos organizamos, planificamos o qué proyectos pastorales desarrollamos. Lo verdaderamente importante es la pasión que cada uno y cada una llevamos en el corazón como respuesta a la vocación recibida. Aquellos primeros doce fueron pocos, pero con sus talentos y fragilidades comenzaron a llevar la 'buena noticia' de Jesús al mundo y encendieron los corazones de tantos. Así sigue hoy la misión, prolongando la 'caridad' de Jesús. Creo que lo esencial es dejarnos amar por el Señor y responder a ese amor con entrega, siendo personas enamoradas de Jesús y apasionadas por su Reino. Con fidelidad al carisma recibido, manifestamos con nuestra vida que Dios ama a todos.
Aunque existen signos preocupantes, también percibo que algo nuevo está naciendo, porque el 'Señor de la vida' hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5).
"La nuestra es una vida que privilegia el diálogo, la interculturalidad, el cuidado de la vida en todas sus etapas y el respeto por la casa común": Hna. Susana Vanni