Como las manos a la arcilla, el carisma moldea nuestra presencia en el mundo

La Vida, espacio de reflexión colectiva sobre la vida consagrada

El panel de agosto de La Vida preguntó a las hermanas: Cómo influye tu carisma en la forma en que te relacionas con los demás? (Foto: Pixabay)

El panel de agosto de La Vida preguntó a las hermanas: Cómo influye tu carisma en la forma en que te relacionas con los demás? (Foto: Pixabay)

por Panelistas de La Vida

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La Vida, espacio de reflexión colectiva sobre la vida consagrada

Desde que abrazamos nuestra vocación, el carisma de nuestra congregación moldea cada aspecto de nuestra vida. Pero, ¿cómo influye este don espiritual en nuestras interacciones diarias, tanto en el trabajo como en el hogar? Este mes, nuestro panel de La Vida reflexiona sobre la pregunta: ¿Cómo influye tu carisma en la forma en que te relacionas con los demás?

La Vida, testimonios de la vida consagrada

Hna. María de Lourdes López Munguía, Misionera Franciscana de María. (Foto: GSR)

Hna. María de Lourdes López Munguía, Misionera Franciscana de María. (Foto: GSR)

María de Lourdes López Munguía es una Misionera Franciscana de María originaria de México que actualmente reside en la República Democrática del Congo. Es psicóloga profesional con formación en acompañamiento. Realizó su noviciado en Managua, Nicaragua, y ha desempeñado su ministerio en Chile, Estados Unidos, Túnez y el Congo. A lo largo de su vida ha acompañado a personas en recuperación de la drogadicción, niños en situación de riesgo, comunidades indígenas en México, reclusos, mujeres víctimas de violencia doméstica, niños inmigrantes en Estados Unidos, inmigrantes en Túnez, y mujeres sobrevivientes de violencia sexual y niños vulnerables en el Congo.

Desde mi noviciado, una frase de nuestra fundadora, María de la Pasión (FMM), me ha acompañado y ha dado un sentido cada vez más profundo a mi vocación: "Señor, hazme una hostia bien pequeñita, tanto como lo quiera tu amor".

Las hermanas Franciscanas Misioneras de María (FMM) nacimos de una experiencia traumática de separación. En medio de la desprotección y las ruinas, Dios reconstruyó para dar vida a un instituto para la misión universal.

Aunque el carisma de nuestra congregación es vasto, deseo centrarme en un aspecto particular: la ofrenda. Para mí, esta ofrenda ha significado entregar mi vida por el pueblo desde mi comunidad y ha ido afinando mi propia identidad sin borrar mi historia, mi cultura o mis raíces.

"Reflexionando sobre mi relación con el pueblo, me doy cuenta de que ser hermana en este caminar me pone en una dinámica de compartir sus luchas y alegrías, siendo a veces un espacio de seguridad donde se puede compartir la vida": Hna. María de Lourdes López Munguía. (Foto: María López)

"Reflexionando sobre mi relación con el pueblo, me doy cuenta de que ser hermana en este caminar me pone en una dinámica de compartir sus luchas y alegrías, siendo a veces un espacio de seguridad donde se puede compartir la vida": Hna. María de Lourdes López Munguía. (Foto: María López)

El camino que Dios me ha ido revelando poco a poco ha sido un proceso profundo de abandono. Dejar mi tierra y mi familia para hacer mi hogar allí donde soy enviada (cf. Gen 12, 1-4) ha cambiado mi manera de ser en el mundo. Ahora soy una extranjera y peregrina y creo que lo esencial de la misión que Dios me confía es ser yo misma. Me siento llamada a entregarme por su pueblo, a ser hermana en este caminar junto a quienes sirvo. Anhelo traslucir el rostro de Dios a través de mi vida, ser una mujer de esperanza en un mundo roto que anhela espacios de reconstrucción y ser destello de la compasión de Dios que acompaña con ternura a su pueblo.

En mis relaciones cotidianas ofrezco mi vida principalmente a través de la escucha, el estar y vivir junto a mis hermanos y hermanas en los caminos de la reconciliación. Aunque he perdido muchos momentos importantes con mi familia, tanto dolorosos como alegres, como ver crecer a mis sobrinas, reconozco que los tiempos compartidos son valiosos; son breves, y por eso se vuelven sacramentales y llenos de vida. Disfruto de largos encuentros con mi hermana frente a una taza de café, compartiendo nuestras vidas; es nuestra manera de apapacharnos (abrazarnos con el corazón).

Reflexionando sobre mi relación con el pueblo, me doy cuenta de que ser hermana en este caminar me pone en una dinámica de compartir sus luchas y alegrías, siendo a veces un espacio de seguridad donde se puede compartir la vida. Esta ofrenda continua es una expresión de mi vocación, un modo de vivir en plenitud el llamado de Dios.

Así, ser FMM en este mundo, al menos como intento vivirlo, no se trata simplemente de realizar un tipo de trabajo o servicio ni de estar en un lugar u otro. Se trata de ser, de permitir que Dios me moldee en una mujer Eucaristía. En otras palabras, es arriesgarme cada mañana a decir desde mi corazón la misma frase que centró las celebraciones de mis primeros votos y votos perpetuos: “Padre, soy pan para el pueblo, en tus manos misericordiosas”.

"Para mí [el carisma de la ofrenda] ha significado entregar mi vida por el pueblo desde mi comunidad y ha ido afinando mi propia identidad sin borrar mi historia, mi cultura o mis raíces": Hna. María López Munguía

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Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo

Hna. María Elena Méndez Ochoa, Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo. (Foto: GSR)

María Elena Méndez Ochoa nació en La Joya, Michoacán, México e ingresó en la congregación de las Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo en 1984. Al terminar su formación, en 1993, fue enviada a servir a los Estados Unidos. Desde su llegada ha prestado servicio en parroquias con la comunidad hispana en Florida, Colorado y Pensilvania. En Mississippi sirvió en el Ministerio Hispano en la Diócesis de Jackson. En Alabama fue directora de Catholic Social Services de West Alabama y actualmente presta su servicio como provincial de su comunidad en Estados Unidos y República Dominicana. Tiene una maestría en Teología y Ministerios de Boston College y actualmente está cursando una maestría en Estudios Integrativos en la Universidad Saint Mary's de Minnesota. 

Como Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo, celebrando 60 años de presencia continua en Estados Unidos (1964-2024), nos enfrentamos a grandes cambios. Por eso, nuestra dirección capitular del 2023-2029 nos invita a "intencionar la escucha y comunión como respuesta profética sacerdotal-guadalupana a la crisis global —ecológica, económica, social y espiritual— viviendo relaciones sanas y justas,  y promoviendo el bien común en los contextos donde nos encontramos".

Como mujeres consagradas insertas en la sociedad, Dios nos llama a transformar las estructuras opresoras de nuestro tiempo y a estar atentas a las necesidades de nuestro entorno. Dos textos que iluminan mi carisma responden a este llamado: Dios habla a Moisés en la zarza ardiente diciendo: "¡Moisés, Moisés!", y él responde: "Aquí estoy" (Éxodo 3, 4); y cuando Santa María de Guadalupe llama a Juan Diego: "Juanito, Juan Dieguito" al acercarse al cerro del Tepeyac.

"Como mujeres consagradas insertas en la sociedad, Dios nos llama a transformar las estructuras opresoras de nuestro tiempo y a estar atentas a las necesidades de nuestro entorno": Hna. María E. Méndez O. Imagen: La Cruz del Apostolado, en Jesús María, San Luis Potosí, México. (Foto: María Méndez)

"Como mujeres consagradas insertas en la sociedad, Dios nos llama a transformar las estructuras opresoras de nuestro tiempo y a estar atentas a las necesidades de nuestro entorno": Hna. María E. Méndez O. Imagen: La Cruz del Apostolado, en Jesús María, San Luis Potosí, México. (Foto: María Méndez)

Dios y la Virgen de Guadalupe escuchan, se acercan, dialogan, promueven la dignidad de la persona, y envían a Moisés y a Juan Diego a liberar a su pueblo desde su realidad acompañándolos con cercanía. Estas acciones expresan la "cultura del encuentro" de la que habla el papa Francisco en Fratelli Tutti,  que nos invita a ir "más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión" (254). Esto no es fácil; nos exige salir de nuestra zona segura, ponernos al lado de las personas que acompañamos y decir: "He visto… he oído, yo conozco su sufrimiento, y por esta razón he bajado a librarlo …" (Éxodo 3, 7-8).

El carisma congregacional me ha impulsado a decir sí a distintos llamados, incluso en circunstancias adversas a mis propios deseos, porque sé que Dios sigue llamándome en medio de las 'zarzas' de la sociedad para liberar a su pueblo.

Dos experiencias de misión, a las que inicialmente, como Juan Diego, no quería ir, transformaron mi vida cuando dije sí. En la primera me dije: "Seré un regalo"; aunque el regalo no siempre es lo que uno espera, siempre trae alegría. En otra ocasión dije: "Seré un puente". Un puente —aunque es solo un lugar de paso— une, conecta y genera encuentros transformadores.

Estas analogías, emanadas del carisma sacerdotal-guadalupano, me ayudan a vivir con mayor plenitud y consciencia, sabiendo "ser y estar" en armonía con el mundo. Me inspiran a adoptar las actitudes sacerdotales de ofrecimiento y gratitud y a seguir el ejemplo de María de Guadalupe en su cercanía, escucha, acompañamiento, promoción de la dignidad y desenmascaramiento de las estructuras opresoras de la sociedad actual.

"El carisma congregacional me ha impulsado a decir sí a distintos llamados, incluso en circunstancias adversas a mis deseos. Dios sigue llamándome en medio de las 'zarzas' de la sociedad para liberar a su pueblo": Hna. María E. Méndez O. 

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Hna. Marifer Icaza, laica consagrada del Instituto Secular Comunidad Eliya. (Foto: GSR)

Hna. Marifer Icaza, laica consagrada del Instituto Secular Comunidad Eliya. (Foto: GSR)

Marifer Icaza, laica consagrada del Instituto Secular Comunidad Eliya en México, es socióloga con un diplomado en Antropología y una certificación en Consejería de Adicciones. Actualmente se forma como acompañante espiritual de los ejercicios espirituales ignacianos. Su labor se extiende al Centro de Rehabilitación La Rosa, donde ofrece consejería integral. Asimismo, acompaña a jóvenes profesionistas en su desarrollo espiritual, imbuido de la espiritualidad ignaciana. 

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" Lc. 4, 18.  Esta es nuestra cita y  lema que fundamenta nuestro carisma de libertad, entendido como ser instrumentos que brindan compañía compasiva y liberadora a través de la Palabra.

Vivir y abrazar este carisma ha sido un proceso gradual para mí y ha valido la pena, a pesar de las dificultades propias de la consagración y la vida comunitaria. Me alegra ver la acción de Dios en mi vida, que me ha liberado de mis ataduras. Cuando me di cuenta de que nadie me juzgaba, y de que fui acogida en mi comunidad tal cual soy, dejé de juzgarme a mí misma y empecé a sentirme en familia, mostrando a mi comunidad lo que me duele, sana e ilusiona. 

"Cuando me di cuenta de que nadie me juzgaba, y de que fui acogida en mi comunidad tal cual soy, dejé de juzgarme a mí misma y empecé a sentirme en familia, mostrando a mi comunidad lo que me duele, sana e ilusiona": laica consagrada Marifer Icaza. Imagen: 'Árbol de la vida' en Centro de Rehabilitación La Rosa en Monterrey, Nuevo León, México. (Foto: cortesía Centro La Rosa) 

"Cuando me di cuenta de que nadie me juzgaba, y de que fui acogida en mi comunidad tal cual soy, dejé de juzgarme a mí misma y empecé a sentirme en familia, mostrando a mi comunidad lo que me duele, sana e ilusiona": laica consagrada Marifer Icaza. Imagen: 'Árbol de la vida' en Centro de Rehabilitación La Rosa en Monterrey, Nuevo León, México. (Foto: cortesía Centro La Rosa) 
 

Esto lo intento transmitir en mi apostolado, acompañando a jóvenes en su camino para recuperarse de las adicciones. Ver de cerca su transformación y estar presente en su día a día, desde lo que Dios ha hecho en mí, es algo que me da mucha vida. Ellos no siempre esperan ser recibidos con amor; en muchas ocasiones llegan a la defensiva, con miedo, soledad y opresión pero al ser tratados con la dignidad que merecen, su mirada se vuelve más limpia y sus corazones se ablandan.

Otra de mis actividades es el acompañamiento a través de la espiritualidad ignaciana, que indudablemente lleva a los ejercitantes a vivir una libertad interior cada vez más amplia, desde la cual amar y servir a Dios en una total disponibilidad. Soy testigo de cómo el obrar del Espíritu Santo, en quienes desean recibirlo, hace posible lo que a nuestros ojos parece imposible.

Contemplo la entrega incondicional y libre de Jesús, y aprendo de Él a ser también portadora de esa buena noticia de liberación, sin excepciones y sin expectativas. Soy llamada a ser una presencia cálida, acogedora y de escucha, tanto con mi comunidad, con las personas que trato día a día y conmigo misma. Que nuestro Señor me conceda la gracia de ser dócil a su llamado y que mi respuesta a Él, desde el carisma que nos ha regalado, sea lo que inspire siempre mi caminar. 

"Abrazar este carisma ha valido la pena, a pesar de las dificultades propias de la consagración y la vida comunitaria. Me alegra ver la acción de Dios en mi vida, que me ha liberado de mis ataduras": laica consagrada Marifer Icaza

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Hna. Nancy Cristina Mancera Silva, Fraternidad Misionera Verbum Dei. (Foto: GSR)

Hna. Nancy Cristina Mancera Silva, Fraternidad Misionera Verbum Dei. (Foto: GSR)

Nancy Cristina Mancera Silva es una misionera consagrada colombiana de la Fraternidad Misionera Verbum Dei. Cursó estudios teológicos en el Instituto Teológico Verbum Dei de Guadalajara, México, y obtuvo una licenciatura en Teología Dogmática de la Universidad Gregoriana en Roma. Ha desempeñado una labor apostólica en México, Colombia, Bélgica, Italia y Guatemala, trabajando con diversas poblaciones, desde niños hasta adultos. Además, ha desarrollado a nivel diocesano programas de radio que apoyan la formación de grupos apostólicos y ha impartido retiros para adolescentes y universitarios. En la actualidad, reside en Guatemala. Mancera también participa en el panel The Life, en inglés.

Al empezar a responder a esta pregunta recordé una película que en español se titula Cadena de favores. Es la historia de un niño que, como respuesta a una tarea del colegio, inventa una estrategia llamada: 'paga a un tercero'. Cada persona ha de hacer tres favores a personas diferentes, y ellas, a su vez, deben devolver el favor haciendo tres favores a otras personas. La idea es generar un efecto dominó, una cadena de bien para cambiar el mundo.

El argumento de la película es hermoso y aunque pueda sonar ingenuo, tiene mucho que ver con cómo mi carisma me ha enseñado a ver a las personas y a relacionarme con el mundo. También muestra cómo deseo que quienes se acercan a mi comunidad aprendan a percibirse a sí mismos y relacionarse con su entorno.

"Cuando pienso en tantos amigos en Cristo con los que me he encontrado a lo largo de la vida, me da alegría creer que, sin darme cuenta, ¡se ha podido generar una gran cadena de favores!": Hna. Nancy Mancera. Imagen: Víctor Granados, discípulo Verbum Dei, en convivencia espiritual con alumnos de secundaria en Bucaramanga, Colombia. (Foto: cortesía Flor Angela Medina Torres)

"Cuando pienso en tantos amigos en Cristo con los que me he encontrado a lo largo de la vida, me da alegría creer que, sin darme cuenta, ¡se ha podido generar una gran cadena de favores!": Hna. Nancy Mancera. Imagen: Víctor Granados, discípulo Verbum Dei, en convivencia espiritual con alumnos de secundaria en Bucaramanga, Colombia. (Foto: cortesía Flor Angela Medina Torres)

Veo a los demás como Hijos de Dios. ¡Tal vez digas que esto es inherente al cristianismo!, pero un hijo en el carisma Verbum Dei implica ser un misionero que tiene la capacidad de hablar con Dios de manera personal. Este diálogo diario transforma la vida del misionero y esa transformación tiene un impacto positivo en su entorno. Cada ser humano puede reflejar un matiz de Jesús y cuando descubre esta capacidad, no puede menos que permitir que Jesús se irradie a través de sus gestos, palabras y acciones.

La semana pasada compartí con una amiga en Cristo a la que conozco desde hace 20 años. Ella me decía con gran alegría: "Si ustedes no se hubiesen cruzado en mi camino, no sé qué habría sido de mí". ¡Y es verdad!  Al encontrarse con Jesús a través de nuestro carisma, ella comenzó a reciclar su existencia, no solo en el plano personal, que incluye sus finanzas y su vida afectiva, sino también su entorno familiar, su trabajo, y la relación con sus alumnos. ¡Empezó a ser misionera donde estaba! Contagiando a Jesús, generó una transformación que se mantiene hasta el día de hoy. Alumnos de la universidad que no se paraban por la iglesia empezaron a abrir una puerta a Jesús en sus vidas, y sus hermanos comenzaron a permitir que Jesús tuviera algo que decirles.

¿El motivo? Ella creyó lo que Jesús le decía a través de este carisma: que es hija (1 Jn 3,1) y como hija, es misionera con la capacidad de generar impacto en su mundo.

A lo mejor este es un ejemplo sencillo, pero cuando pienso en tantos amigos en Cristo con los que me he encontrado a lo largo de la vida, me da alegría creer que, sin darme cuenta, ¡se ha podido generar una gran cadena de favores!  

"Veo a los demás como Hijos de Dios. ¡Tal vez digas que esto es inherente al cristianismo!, pero un hijo en el carisma Verbum Dei implica ser un misionero que tiene la capacidad de hablar con Dios de manera personal": Hna. Nancy Mancera

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Hna. Vuelo en V, misionera en Nicaragua que mantiene su identidad anónima por seguridad personal. (Foto: GSR)

Hna. Vuelo en V, misionera en Nicaragua que mantiene su identidad anónima por seguridad personal. (Foto: GSR)

Vuelo en V es una mujer religiosa, misionera y enfermera que vive en una comunidad y acompaña a grupos de mujeres y jóvenes en su desarrollo humano y espiritual. Ella utiliza un seudónimo para proteger su identidad, debido al tipo de gobierno del país en donde misiona, Nicaragua.

Nuestro carisma, centrado en "evangelizar a los empobrecidos en aquellas situaciones misioneras donde la Iglesia más nos necesite", es un regalo que nos permite acercarnos a la vida de cada ser humano con respeto y humildad. Somos conscientes de que la tierra que tocamos es sagrada y en un mundo fragmentado, vulnerado y roto, lo que más se necesita es saber conectar con la realidad encarnada en cada persona. Un trato humano, digno y empático se convierte en un eslabón que nos permite ser cercanas y acogedoras.

Nuestra manera de relacionarnos, tanto entre nosotras como con los demás, es un intento de ser signo de la presencia y misión de Jesús: sanar, liberar, empoderar, incluir y devolver vida en plenitud. Estos valores deben estar siempre presentes en nuestros espacios de misión.

"Como personas humanas frágiles, muchas veces podemos querer ser luz en la misión compartida, mientras que entre nosotras, a menudo, se nos dificulta serlo": Hna. Vuelo en V. (Foto: Vuelo en V)

"Como personas humanas frágiles, muchas veces podemos querer ser luz en la misión compartida, mientras que entre nosotras, a menudo, se nos dificulta serlo": Hna. Vuelo en V. (Foto: Vuelo en V)

Ser portadoras de un carisma evangelizador es muy desafiante en la actualidad. No se trata solo de hablar de Jesús y su proyecto de vida, sino de vivir esa experiencia de amor y libertad con él.  Cada hermana que abraza este carisma está invitada a experimentar personalmente ese trato de amor y libertad con Jesús y luego hacerlo realidad con cada persona con la que compartimos lo que somos y tenemos.

Un carisma que toca la dimensión humana, respetando la libertad de cada ser humano, nos invita a mantener los sentidos bien abiertos para evitar imposiciones y opresiones. Debemos vivir conforme al Evangelio de Jesús evitando doctrinas y estructuras que nos esclavicen.

Cultivar relaciones humanas sanas en todos los ámbitos donde vamos como misioneras es siempre un desafío. Como personas humanas frágiles, muchas veces podemos querer ser luz en la misión compartida, mientras que entre nosotras, a menudo, se nos dificulta serlo.

Nuestro carisma nos invita a poner en el centro de nuestras relaciones el cuidado integral de la persona, sin distinción ni exclusión, al estilo de Jesús. Somos llamadas a ser mujeres de esperanza y constructoras de espacios que generen vida plena. Cada hermana es portadora de un carisma que sigue respondiendo a muchos gritos de hoy. Sin embargo, siempre es importante renovar cómo hacemos presente el carisma, labrando relaciones humanas más reales y de hermandad, donde cada persona pueda encontrar un lugar para desplegarse en todas sus dimensiones.

El punto medular del carisma es la libertad que proviene del conocer a Jesús y empaparse de su forma única de tratar, acoger y creer en el potencial de cada persona. Vivir el carisma implica cada día revestirse de misericordia, disponibilidad y responsabilidad:

  • Misericordia: en el contacto diario con la vulnerabilidad
  • Disponibilidad para acoger el llamado de Jesús en las diversas realidades
  • Responsabilidad de transmitir la esperanza del Evangelio 

“Nuestro carisma, centrado en ‘evangelizar a los empobrecidos en aquellas situaciones misioneras donde la Iglesia más nos necesite’: regalo que nos permite acercarnos a la vida de cada ser humano con respeto y humildad”: Hna. Vuelo en V

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