La Hna. Sandra Margarita Sierra Flores, de la Congregación de Notre Dame, posa para una foto frente a un mural de san Óscar Romero el 27 de enero de 2024 en Chalatenango, El Salvador. La religiosa dice que ha encontrado inspiración en la vida del santo, sus escritos y su devoción a los pobres. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
El vídeo de 1979 muestra a san Óscar Romero con tres religiosas visitando a una familia cerca de casas de lámina y cartón. Captado por periodistas suizos que visitaron al obispo ese año en El Salvador, las imágenes muestran a dos grupos de personas que nunca estuvieron lejos de la vida del mártir salvadoreño: los pobres y las religiosas.
"Es una novedad. Al estar en lo de la Iglesia, no se ve que los que están en esas esferas de poder sean capaces de bajarse a esa realidad", dijo la Hna. Sandra Margarita Sierra Flores, religiosa de Notre Dame, a Global Sisters Report el 27 de enero. "Los obispos, entre más alto suben, más lejos están de la gente", expresó.
Pero Romero no era así, dijo. Y ese estilo, aseguran religiosas como Sierra —sus palabras, sus acciones y su cercanía a las hermanas— ha influenciado a una generación nueva de religiosas de América Latina que dicen que el santo inspiró sus vocaciones y guía sus ministerios.
A través de su compromiso con los desposeídos y vulnerables, ‘San Romero de América’ ha dejado un legado que influye en los ministerios y vocaciones de las nuevas generaciones de mujeres dedicadas a la vida consagrada.
"Fue en mi noviciado, cuando más me acerqué a él", dijo la Hna. Claudia del Rosario Zaldaña, de las Carmelitas de San José en Heredia, Costa Rica, y agregó: "Es sorprendente su convicción en la defensa del desposeído y vulnerable de su tiempo. Y siempre es una invitación a asumir el Evangelio con esa radicalidad".
Esa convicción, dijo Sierra, acercó a Romero a los pobres y a los sin poder, junto a quienes se suele encontrar a las religiosas. Aunque es originaria de Honduras, Sierra estudió en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, administrada por los jesuitas en San Salvador, donde conoció la imagen de Romero desde el punto de vista teológico.
Ahora ella trabaja en Chalatenango, una zona rural en el norte de El Salvador que en el tiempo de Romero formaba parte de la Arquidiócesis de San Salvador, donde el mártir fue arzobispo desde 1977 hasta su asesinato en 1980. Esa "tierra martirial", un lugar donde se cree que se llevaron a cabo más de 50 masacres, le ha enseñado mucho sobre lo que Romero experimentó, afirma la hermana.
Sierra dice que ha encontrado mucha inspiración en los escritos y homilías del santo, que ponen nombre a las víctimas y denuncian los abusos cometidos. A pesar de que es un santo latinoamericano, es un ejemplo para toda la Iglesia por su "opción por los pobres, su gran compromiso", que debería servir de motivación para todos, dijo la hermana.
"Me gusta porque es un santo que es bastante cercano a nuestros tiempos y que, desde esa realidad, uno se puede sentir identificado con él, y desde ahí, con una opción clara por el Evangelio y por los pobres, y por los marginados", dijo. "En un contexto de guerra, él era la voz de los sin voz…; para mí, Monseñor Romero es un modelo de compromiso cristiano en tiempos de conflicto", acotó.
La Hna. Zaira Gutiérrez, a la derecha con camisa amarilla, posa para una foto con otras Apostólicas del Corazón de Jesús, frente a un mural de azulejos que representa a san Óscar Romero en San Salvador, El Salvador, en noviembre de 2022. Gutiérrez dice que la vida de san Romero influyó en su vocación y compromiso con los pobres. (Foto: cortesía Apostólicas del Corazón de Jesús)
Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 en la capilla de un hospital oncológico donde hermanas de la congregación Carmelitas Misioneras de Santa Teresa cuidaban a pacientes pobres, un ministerio que todavía sigue en marcha. Ellas estaban cerca de él ese día. Su martirio ocurrió después de que Romero públicamente suplicó a soldados que dejaran de matar a civiles. Las hermanas corrieron a su lado después del disparo que le quitó la vida mientras celebraba misa en la capilla.
Incluso después de su muerte, religiosas permanecieron visiblemente unidas al santo. Un vídeo histórico antes de su funeral muestra a 11 hermanas cerca de su ataúd, como si lo estuvieran cuidando, mientras miles de personas hacían fila para pasar a ver a su pastor una última vez en la catedral de San Salvador.
Aunque no vivió para ver lo peor del conflicto de 12 años que dejó a más de 75 000 civiles muertos, la violencia contra los salvadoreños forma parte del diario de Romero. Las hermanas aparecen a menudo en ese diario en momentos difíciles.
La Hna. Claudia del Rosario Zaldaña, de las Carmelitas de San José, posa para una foto el 30 de enero de 2022 en Potonico, El Salvador. La religiosa, quien ahora vive en Costa Rica, dice que al leer el diario de san Óscar Romero se acercó a él, y su vida dedicada a los pobres y vulnerables influyó en su vocación, así como su ministerio. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
El 11 de septiembre de 1979, el ahora santo documenta una conversación con una de las carmelitas, quien le pidió que buscara otro lugar para dormir esa noche, preocupada por su seguridad tras una llamada telefónica amenazadora que las hermanas que vivían cerca de él recibieron.
El 21 de febrero de 1980, Romero documenta una visita a una hermana encargada de una casa de retiros donde una bomba causó daños, cerca de la emisora de radio que transmitía sus homilías. Romero grabó su diario en casetes y dijo el 5 de noviembre de 1979 que una hermana salesiana le entregó una carta de un oficial del Vaticano advirtiéndole de amenazas creíbles de asesinato dirigidas contra él desde la "extrema derecha".
"Me cautivaron los escritos de su diario. Es como dar una mirada a la esencia de su persona y cómo asumió su llamada y consagración", dijo Zaldaña.
Tras ver sacerdotes de varios lugares del país asesinados, Romero sabía que las religiosas también corrían peligro. Sin embargo, incluso en ese peligro, se acercó más a ellas.
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El libro Romereando por Chalate, sobre el caminar de Romero por la zona de Chalatenango, habla de sus visitas y cercanía con las Oblatas del Corazón de Jesús, a las que visitó después de que les colocaran "un artefacto explosivo" en su residencia en 1979. Al arzobispo se preocupaba por visitarlas cuando la superiora general llegaba, y resaltaba el "protagonismo" de las hermanas en la comunidad, dice el libro.
Esa vida de cercanía, incluso ante el peligro, no ha pasado desapercibida para las hermanas que han leído sobre ella.
"Para mí, hubo mucha influencia [de la vida de Romero], sobre todo en mi decisión para la consagración", dijo a GSR el 4 de marzo la Hna. Zaira Gutiérrez, de las Apostólicas del Corazón de Jesús.
La religiosa llegó a El Salvador desde México en 2012, algo que dice que fue "una alegría enorme", ya que presentaba la oportunidad de crecer más cerca al santo, a menudo llamado simplemente 'monseñor' en su tierra natal. Pero aprendió también sobre otros católicos en El Salvador que precedieron y siguieron a Romero en el martirio, incluyendo dos hermanas Maryknoll y una Ursulina de los EE. UU. que junto a una laica fueron violadas y asesinadas el 2 de diciembre de 1980.
"Monseñor, los y las mártires y el pueblo salvadoreño me hicieron reflexionar, pensar en mi vocación y mi compromiso", dijo Gutiérrez.
La comunidad La Chacra, donde Gutiérrez vive ahora en las afueras de la capital de San Salvador, es el lugar donde Romero fue filmado por la televisión suiza con las hermanas mientras visitaban a los pobres. Tras el conflicto civil de El Salvador, la zona fue controlada por pandillas. La comunidad religiosa de Gutiérrez ha estado allí desde 1990, en una casa que tiene un gran mural del santo al lado de la calle.
Conocer a Romero, cómo ofreció su vida y cómo eligió seguir a Jesús en acciones y palabras, impactó a Gutiérrez, quien dijo que Romero le enseñó cómo, en su vida de religiosa, podía ofrecer su vida "en la cercanía, en el aprender a estar, en el poder acompañar a la gente en sus luchas, en sus esperanzas, en sus tristezas también, y miedos compartidos, pero también en esas alegrías de saber que no vamos (los religiosos y religiosas) caminando solos".