¡Respirá hondo Francisco!, ¡te lo merecés!

El papa Francisco saluda a los visitantes reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano para rezar el Ángelus el 27 de agosto de 2023. (Foto: CNS/Vatican Media)

El papa Francisco saluda a los visitantes reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano para rezar el Ángelus el 27 de agosto de 2023. (Foto: CNS/Vatican Media)

Jorge Bergoglio tenía muchas debilidades, como todo mortal. Algunas se las conocimos, porque no era hombre de andar aparentando. Otras las sabrán sus más cercanos, o solo Dios. 

Entre las conocidas está su fragilidad pulmonar. Seguramente no fue tan fuerte en determinados momentos de la vida; en otros sí, pero siempre estuvo allí siempre (como suelen estar nuestras fragilidades, recordándonos cotidianamente que somos creaturas). 

Y tal vez, porque sabía lo que era sufrir la falta de aire, en la madurez de la vida ayudó tanto a la Iglesia a respirar. Jugando con la imagen, me atrevería a decir que si Juan XXIII abrió las ventanas para que entrara el aire fresco, Francisco se encargó de sacar a la Iglesia a campo abierto. 

Por eso, apenas conocimos hoy la noticia de su fallecimiento, se me vino a la mente aquel salmo: "Me sacó a espacio abierto, me salvó porque me ama".

Yo sentí que podíamos respirar la libertad de bautizados que tenemos. Todos, hombres y mujeres. 

Particularmente me impactó y emocionó Evangelii Gaudium, como exhortación programática, y porque retomaba cuestiones que, en la Argentina de los años 80—cuando entré a mi congregación religiosa—eran muy fuertes: el sentido de pueblo, la misión persona a persona, la evangelización de la cultura, la liberación integral de cada persona y de los pueblos, la convicción de que el pueblo de Dios posee un sentido de la fe, etc. Francisco me volvió a entusiasmar con todo ello.

"Francisco fue un hombre que sabía lo que es tener la sensación de que no hay aire. Por eso, me lo imaginé esa mañana respirando a todo pulmón el 'aire pleno del amor total'": Hna. Susana Pasqualini

Tweet this

El camino del Sínodo de la Sinodalidad estuvo marcado por muchos gestos, por apuestas suyas a futuro. Por ejemplo, fue emocionante ver, en las sesiones en Roma, a cardenales sentados junto a laicas, a sacerdotes junto a monjes, a religiosas junto a obispos; todos alrededor de las mismas mesas redondas. Fue un sínodo donde se celebraban los cumpleaños y se saludaba a los hijos de los sinodales como una gran familia eclesial.  

Y no solo fue emocionante, fue motivador. Motivador para animarse a romper moldes, a pensar estructuras nuevas, a imaginar otros modos de ser Iglesia.  Como las asambleas eclesiales, como las redes de protección de los grandes biomas del mundo, como la Conferencia Eclesial Amazónica.

Francisco fue un hombre que sabía lo que es tener la sensación de que no hay aire. Un hombre que abrazó plenamente esa debilidad física en su muerte. Por eso, me lo imaginé esa mañana respirando a todo pulmón el 'aire pleno del amor total'.

¡Respirá hondo Francisco!, ¡te lo merecés! ¡¡¡Gracias por sacarnos a cielo abierto!!!

Ahora nos toca a nosotros y nosotras no asustarnos de la intemperie y seguir caminando como peregrinos y peregrinas de esperanza.