Los puentes de humanidad de las religiosas en las prisiones de Irlanda

Hermanas promueven sistema penitenciario digno: defienden, acompañan y escuchan a los internos

Una concertina rodea la prisión de Portlaoise en el condado irlandés de Laois, en enero de 2021. (Foto: Newscom/ZUMA Press/Niall Carson)

Una concertina rodea la prisión de Portlaoise en el condado irlandés de Laois, en enero de 2021. (Foto: Newscom/ZUMA Press/Niall Carson)

Sarah Mac Donald

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Traducido por Purificación Rodríguez Campaña

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Cuando la Hna. Eilis Coe visita los pisos de la parroquia de Gardiner Street, en el centro de Dublín, Irlanda, suele ver a un hombre de unos 40 años que acaba de cumplir una condena de tres años de cárcel por robar un coche.

El hombre, drogadicto y en tratamiento con metadona, comenzó su condena en los inicios de la pandemia de COVID-19. Las restricciones destinadas a prevenir la propagación del virus le impidieron tener contacto con un capellán y con su orientador. Esta falta de apoyo le hizo perder la confianza en sí mismo hasta el punto de que, antes de ser puesto en libertad, Coe afirmó que el hombre le dijo a su padre que se sentía seguro en la cárcel y que no quería salir.

"Había perdido el ánimo para afrontar la salida", afirmó Coe, una religiosa de 80 años de las  Hermanas Religiosas de la Caridad. "Cuando salió, los servicios estatales le dijeron que buscara trabajo, pero no tiene capacidad de inserción laboral, no tiene estabilidad. Necesita algún tipo de empleo protegido. (...) Su historia es la de un joven que se enfrenta al sistema penitenciario en una época de COVID. Se le permitió salir sin ningún apoyo. Su madre dijo que era como si lo echaran a los lobos", indicó.

Su pareja murió mientras él estaba en prisión y tuvo que ver su funeral por Internet, agregó Coe.

"Vio a su hija pequeña llorando en el funeral [y diciendo]: 'Quiero a mi papi. Mi mami se ha ido. Quiero a mi papá'. Eso le rompió el corazón", explicó y agregó: "No sé qué efecto ha tenido en ella no poder ver a su padre. La familia también paga la deuda".

La pastoral penitenciaria ha contratado en los últimos años a un número significativo de religiosas irlandesas de varias congregaciones. Las 12 prisiones del Servicio Penitenciario irlandés disponen de 25 capellanes penitenciarios, 18 de ellos a tiempo completo. Aunque los capellanes de prisiones trabajan principalmente con las más de 4000 personas detenidas, también proporcionan apoyo y atención pastoral a más de 3400 funcionarios de prisiones. Debido a la escasez de fondos, muchas hermanas trabajan como capellanas voluntarias.

Hna. Eilis Coe, de las Hermanas Religiosas de la Caridad: "La pastoral penitenciaria ha sido una cadena continua desde el principio, cuando dos hermanas visitaron a dos mujeres condenadas por asesinato en la cárcel de Kilmainham en 1815. Muy poco después comenzó el ministerio de prisiones". (Foto: Sarah Mac Donald)

Hna. Eilis Coe, de las Hermanas Religiosas de la Caridad: "La pastoral penitenciaria ha sido una cadena continua desde el principio, cuando dos hermanas visitaron a dos mujeres condenadas por asesinato en la cárcel de Kilmainham en 1815. Muy poco después comenzó el ministerio de prisiones". (Foto: Sarah Mac Donald)

Antes de la pandemia, 18 hermanas de la Misericordia ejercían su ministerio en 11 prisiones del país y del extranjero. En Irlanda, estas religiosas han ofrecido su hospitalidad en las cárceles de Cork, Mountjoy, Limerick y Portlaoise, y también participan en labores auxiliares, como el Proyecto Familiar Bedford Row en la ciudad de Limerick. Las hermanas crearon el centro de acogida junto con frailes franciscanos para acoger a familias de presos y antiguos presos, ofreciéndoles servicios como asesoramiento, un club infantil, grupos de escritura creativa y otros grupos de apoyo para parejas de presos.

Al igual que las Hermanas de la Misericordia, que retoman el compromiso de su fundadora Catalina McAuley con los pobres y los encarcelados, las Hermanas Religiosas de la Caridad estuvieron implicadas en la pastoral penitenciaria desde los inicios de su fundación, según indicó Coe.

"La pastoral penitenciaria ha sido una cadena continua desde el principio, cuando dos hermanas visitaron a dos mujeres condenadas por asesinato en la cárcel de Kilmainham en 1815", declaró. "Muy poco después comenzó el ministerio de prisiones", añadió.

De 2001 a 2021, el número medio de personas en las cárceles irlandesas aumentó un 20 por ciento, según el Irish Penal Reform Trust. En los primeros cinco meses de 2022, más de 100 personas que salieron de las cárceles irlandesas buscaron servicios de emergencia para gente sin hogar el mismo día, informó The Irish Times en agosto.

La falta de servicios tras la prisión en Irlanda, así como la crisis de vivienda, contribuyen a la reincidencia, señaló la Hna. Esther Murphy, de las  Hermanas de la Misericordia, quien durante ocho años trabajó como capellana en la prisión de Wheatfield, cárcel en régimen cerrado de seguridad media para más de 600 hombres en Dublín, antes de incorporarse al personal del Centro Dóchas de seguridad media de la misma ciudad.

Dos orientadores especializados en adicciones trabajan a tiempo parcial con hasta 150 mujeres en el Centro Dóchas, indicó Murphy.

"Vienen de la calle y salen a la calle", explicó. "No hay nada para ellas. Tienen la firme intención de ingresar en un centro de tratamiento, pero es imposible conseguir una plaza, por lo que se acercan a los que venden drogas para no sentir tanto el dolor de la falta de hogar. Los sistemas no funcionan bien para la gente", explicó.

Hna. de la Misericordia Esther Murphy: ""La cárcel no es adecuada para todos ni necesaria para todos. Hay ciertas categorías de presos para las que es necesaria, pero no es el lugar para mucha gente y creo que tenemos que darnos cuenta de ello". (Foto: cortesía Esther Murphy)

Hna. de la Misericordia Esther Murphy: ""La cárcel no es adecuada para todos ni necesaria para todos. Hay ciertas categorías de presos para las que es necesaria, pero no es el lugar para mucha gente y creo que tenemos que darnos cuenta de ello". (Foto: cortesía Esther Murphy)

Murphy también señaló que muchas personas ingresan en prisión con problemas de salud mental y afirmó que el sistema de justicia penal irlandés debe dejar de criminalizar a quienes padecen enfermedades mentales si se quiere reducir la reincidencia.

"La cárcel no es adecuada para todos ni necesaria para todos", aseguró. "Hay ciertas categorías de presos para las que es necesaria, pero no es el lugar para mucha gente y creo que tenemos que darnos cuenta de ello", acotó.

La Hna. de la Misericordia Therese Brophy es voluntaria dentro de la Cofradía de San Felipe Neri de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que dirige un equipo de visitas a prisiones en Dublín. La religiosa, que antiguamente fue enfermera y podóloga, explicó a Global Sisters Report que las restricciones más estrictas impuestas desde el inicio de la pandemia de la COVID-19 han reducido el tiempo que pasa con los presos: no más de dos horas seguidas.

"A veces me limito a escucharles. Les gusta tener un cara a cara", comentó y añadió: "Sus historias pueden ser muy tristes. Mi papel es el de una fiel compañera. Significa mucho para las mujeres y los hombres que te sientes a escucharlos y los veas como seres humanos normales, que no los menosprecies. Han caído por culpa de las circunstancias. (…) Allí estaría yo si no fuera por la gracia de Dios".

La calle North Circular, entrada a la prisión Mountjoy de Dublín. En Irlanda, las Hermanas de la Misericordia han ofrecido su hospitalidad en las cárceles de Cork, Mountjoy, Limerick y Portlaoise.(Foto: Wikimedia Commons/Cograng, via CC BY-SA 4.0)

La calle North Circular, entrada a la prisión Mountjoy de Dublín. En Irlanda, las Hermanas de la Misericordia han ofrecido su hospitalidad en las cárceles de Cork, Mountjoy, Limerick y Portlaoise.(Foto: Wikimedia Commons/Cograng, via CC BY-SA 4.0)

La Hna. Mary Hanrahan, de las Hermanas de la Presentación de Irlanda y vicepresidenta de la Asociación de Líderes de Misioneros y Religiosos de Irlanda, manifestó que los capellanes de prisiones están "allí sin juzgar", y como los integrantes de su organización  no forman  parte del sistema punitivo, los hombres detenidos se relacionan fácil y abiertamente con ellos. "Somos un puente entre el preso y su familia. También estamos ahí para hablar con abogados y otros organismos en su nombre", expresó.

Después de trabajar con los hombres en la prisión de Wheatfield, a Murphy le pareció desalentadora la transición a una cárcel de mujeres.

"Los hombres, en general, eran muy respetuosos", declaró, y explicó que su papel consistía en escuchar mucho a los reclusos, hablar con ellos y animarles a utilizar los servicios que había para ellos. "Algunos de los hombres entran en la cárcel y están encantados de tener un respiro. Han dejado las drogas y la bebida, están alimentados y no tienen facturas que pagar", apuntó.

"Hace tiempo que pasó el momento de abandonar nuestro sistema acusatorio y punitivo por un modelo más curativo y reparador", afirmó la Hna. Imelda Wickham en una conferencia en 2022 por la presentación de su libro Unheard Voices [Voces no escuchadas]. (Foto: cortesía Aoife Kavanagh)

"Hace tiempo que pasó el momento de abandonar nuestro sistema acusatorio y punitivo por un modelo más curativo y reparador", afirmó la Hna. Imelda Wickham en una conferencia en 2022 por la presentación de su libro Unheard Voices [Voces no escuchadas]. (Foto: cortesía Aoife Kavanagh)

"Las mujeres me parecieron mucho más necesitadas", indicó la religiosa y agregó:. "Cuando entran en prisión, se lamentan mucho. Muchas de ellas son madres y es como si los niños estuvieran a su lado. Se machacan todo el tiempo a causa de sus adicciones. (...) Lo único que puedo hacer es estar a su lado, intentar prestarles toda la atención, los consejos y la escucha que pueda, pero no puedo hacer magia para que nada mejore. Salen y no tienen adónde ir, por lo que siempre acaban volviendo. Vemos el mismo grupo de gente que sale y que entra".

Hanrahan señaló que los principales retos de la pastoral penitenciaria son la falta de recursos para la capellanía, el hacinamiento (a veces cuatro hombres por celda), la falta de plazas disponibles en los programas de tratamiento de la drogadicción y el alcoholismo, y la insuficiencia de orientadores especializados en adicciones o funcionarios de bienestar comunitario.

En una conferencia celebrada en mayo de 2022 en el condado de Laois bajo el título Las voces no escuchadas en nuestro sistema de justicia, la Hna. de la Presentación Imelda Wickham, quien trabajó 20 años  en la capellanía de prisiones antes de jubilarse durante la pandemia, pidió "una actualización radical del sistema de justicia penal" para adecuarlo a los últimos avances de la psicología cognitiva, forense y conductual.

Hna. de la Misericordia Therese Brophy: "Significa mucho para las mujeres y los hombres que te sientes a escucharlos y los veas como seres humanos normales, que no los menosprecies. Han caído por culpa de las circunstancias. (…) Allí estaría yo si no fuera por la gracia de Dios". (Foto: cortesía Therese Brophy)

Hna. de la Misericordia Therese Brophy: "Significa mucho para las mujeres y los hombres que te sientes a escucharlos y los veas como seres humanos normales, que no los menosprecies. Han caído por culpa de las circunstancias. (…) Allí estaría yo si no fuera por la gracia de Dios". (Foto: cortesía Therese Brophy)

"Hace tiempo que pasó el momento de abandonar nuestro sistema acusatorio y punitivo por un modelo más curativo y reparador. Toda nuestra comprensión del comportamiento humano se ha desarrollado y evolucionado, y el sistema de justicia penal tiene que asumirlo", declaró Wickham ante los gobernadores de prisiones, políticos, trabajadores penitenciarios y representantes de los servicios para personas sin hogar y drogodependientes.

La religiosa pidió un debate nacional sobre el desarrollo de un sistema más humano que incluyera tanto a quienes cometían delitos como a sus víctimas.

"Hasta que no se escuchen y oigan todas las voces, seguiremos tapando las grietas y continuaremos criminalizando a las personas con enfermedades mentales, criminalizando a las personas que sufren el azote de la adicción y criminalizando la pobreza y la falta de vivienda", afirmó.

Estos son algunos de los principales factores que contribuyen a la delincuencia.

En la misma conferencia, el padre  Peter McVerry, jesuita y conocido defensor de las personas sin hogar, afirmó que más del 70 % de los reclusos son adictos.

"La mayoría recibe poca ayuda mientras está en prisión y salen de la cárcel siendo adictos", aseguró. "Las drogas están fácilmente disponibles en la mayoría de nuestras prisiones a pesar de los mejores esfuerzos del servicio penitenciario para mantenerlas fuera", apuntó.

Ian O'Donnell, catedrático de criminología del University College de Dublín y antiguo director del Irish Penal Reform Trust, destacó en la conferencia los resultados de una nueva investigación llevada a cabo en los Países Bajos con 4000 delincuentes, según la cual la sustitución de las penas cortas de prisión por penas suspendidas o servicios a la comunidad resulta eficaz para reducir la reincidencia.

Tras señalar que la mayoría de las personas enviadas a prisión en Irlanda reciben condenas cortas, a menudo inferiores a seis meses, O'Donnell sugirió: "Son el tipo de condenas cortas que podrían sustituirse por servicios a la comunidad o suspenderse suponiendo un importante ahorro de costes".

Coe, quien ha enseñado escritura creativa en el Centro Dóchas, declaró haberse planteado si la prisión en su conjunto está anticuada.

"¿La cárcel rehabilita alguna vez a alguien?", preguntó, y seguidamente recomendó: "Es necesario un cambio social y del sistema en su conjunto. El principal objetivo debe ser mantener a la gente fuera de la cárcel".

Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 20 de febrero de 2020.