(Foto: Wikimedia Commons/https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/)
Ahí está ella, entre los enfermos sin techo de Nueva York. Es una mujer de mi comunidad, Hermanas Para la Comunidad Cristiana (SFCC, en inglés). Ella va mucho más allá de los límites de la comunidad cristiana.
Después de muchos años en el proyecto Sure, we Can, Ana ha discernido su llamado a crear un hogar con los más abandonados de la sociedad. Su compromiso es evidente, y de hecho ya está construyendo casitas para los más vulnerables, aquellos sin techo y afectados por la enfermedad en el corazón de Nueva York. Son personas que no son queridas en ningún sitio, ni por su familia ni en las calles. Y por supuesto, no tienen seguro médico.
Ana se siente llamada a servir a estas personas, y a ello dedica todo su ser. Si tiene que hablar con el alcalde, lo hace; si tiene que tratar con políticos para conseguir ayudas y permisos, también está allí. Si tiene que sembrar tomates y construir pequeños habitáculos con voluntarios, se arremanga y trabaja junto con ellos. Es hermana de las personas sin techo, de aquellas que sus familias ignoran debido a sus adicciones; de los leprosos de hoy.
"En contraste con las imponentes catedrales en [Nueva York], [la Hna.] Ana construye su propio templo: casitas para los que han perdido todo en la vida, hasta la posibilidad de un techo y un abrazo familiar": Hna. Magda Bennásar
En el corazón financiero del mundo, el ritmo del corazón de la Hna. Ana Martínez de Luco late de una manera diferente. (Foto: cortesía Catedral de San Patricio, Nueva York, EE. UU.)
En el corazón financiero del mundo, el ritmo del corazón de esta mujer [de Ana] late de una manera diferente.
En contraste con las imponentes catedrales católicas y episcopalianas que emergen bellas y poderosas en esta ciudad, Ana construye su propio templo: casitas para los que han perdido todo en la vida, hasta la posibilidad de un techo y un abrazo familiar. Ahí, Ana emerge como un icono de hospitalidad bíblica, tan valorado por Jesús y sus discípulos y discípulas, quienes necesitaban ser acogidos en los lugares a donde la misión les conducía.
El ministerio de Ana me recuerda la mención que Leonardo Boff hace del impacto del efecto mariposa, relacionado con la teoría del caos de Lorenz/Prigogine: "El aleteo de las alas de una mariposa en Brasil puede provocar modificaciones atmosféricas hasta culminar en una tempestad en Nueva York. El presupuesto teórico es que todas las cosas están interligadas y van asumiendo elementos nuevos, creando complejidades en el curso de su evolución".
Siempre, a lo largo de la historia, hay una mujer o un grupo de mujeres que, pasando desapercibidas, cambian, transforman, proyectan y construyen el futuro.
A nuestra Ana la llaman la Dorothy Day de hoy. Es vasca y habla muy poco, pero cuando lo hace, sonríe. Son sus gestos los que encarnan el Evangelio. Cuando me fijo en ella, emergen de mi interior 'las Anas' en el mundo. Son tantas las que lo dan todo, tantas las que se exponen a tope y lo hacen porque confían en 'Aquel que es fiel', y en la bondad intrínseca de los seres humanos.
En el Primer libro de Reyes 17, 10-16 vemos cómo a una viuda —persona sin recursos de ningún tipo en aquel tiempo— se le pide que comparta todo lo que le queda, y lo hace. Gracias a ese acto de abandono experimenta cómo la fidelidad de Dios se vuelca en ella. Esta es la fuerza de 'nuestras Anas', anónimas tanto en el Evangelio como en la realidad de hoy. La fuerza de estas mujeres radica en su conexión con el Todo que saca lo mejor de ellas y las impulsa al riesgo absoluto por amor al Absoluto.
La viuda, un miembro vulnerable de la sociedad, representa a la comunidad fiel, que incluso en medio de una realidad eclesial muy corrupta, como la vemos ahora y que horroriza a tantas y tantos, sigue amando a Dios como su compañero de camino.
"¿Pero cómo sería la discípula de hoy? Como nosotros la encarnemos: una mujer libre, preparada con estudios, y una mujer de oración, alguien apasionada por el Evangelio que (…) no tenga miedo a la intemperie": Hna. Magda Bennásar
La 'catedral' de la Hna. Ana Martínez de Luco está muy cerca de las majestuosas catedrales católicas y episcopalianas de Nueva York; pero en el abrazo del Abba en la calle. (Foto cortesía Catedral San Juan el Divino, Nueva York)
De la misma manera, la viuda que contemplamos en Mc 12, 42-44, al depositar todo lo que tenía para su sustento en el arca de las ofrendas del templo, encarna la calidad de amor que Jesús trata de comunicar, tan diferente de los dirigentes infieles a Dios, quienes priorizan su amor al dinero y al poder moral sobre otros. Jesús se estremece y la empodera cuando la ve, y también lo hace cuando ve que vosotras hacéis lo mismo: quizás siendo las 'Anas' de hoy, compartiendo todo lo que tenéis con vuestros hijos y refugiados, o saludando a mujeres refugiadas en el supermercado, como vi ayer a una abuela española riendo con mujeres cubiertas de telas y mascarillas que se confunden con burkas.
Estas mujeres podían ser marroquíes, pakistaníes, afganas, sirias; no lo sabré, pero sus risas me hicieron notar lo jóvenes que eran. Ellas iban cubiertas; ellos no, claro. Son detalles sutiles que invisibilizan y silencian a mujeres que podrían ser educadoras, sanitarias en sus países, pero que tienen que vivir exiliadas porque en los templos y en los palacios hay personajes mezquinos, en nómina y también los eméritos.
La viuda representa el modelo de discípula. ¿Pero cómo sería la discípula de hoy? Como nosotras la encarnemos: una mujer libre, preparada con estudios, y una mujer de oración, alguien apasionada por el Evangelio que, al igual que 'nuestras Anas', no tenga miedo a la intemperie.
En algunos casos, esta mujer y discípula enfrentará la dura realidad de la intemperie por la falta de techo, como en Nueva York y en tantos otros lugares; mientras que en la mayoría de las veces se enfrentará a la 'intemperie' de la falta de reconocimiento y apoyo, como ha sido siempre la historia de las mujeres.
No pretendo adivinar el futuro, pero desde la tripa al cerebro veo y siento clarísimo que la Iglesia de Jesús —es decir, las comunidades cristianas en general— solo resucitará cuando 'las Anas' de hoy se unan con su aleteo de mariposa a la tormenta que Jesús provoca al entrar en la vida de la gente.
Me gusta la catedral de Ana. Está cerquita de las majestuosas catedrales católicas y episcopalianas de Nueva York; pero como Jesús, se separa del templo y sus rigideces para convertirse en el abrazo del Abba en la calle, en la nieve, entre alcoholismo y enfermedad. Ana se levanta y —como la hermana que les representa a todo— participa de los grupos de Al-Anon. Y se encariña con la anciana judía que cuida para ganar unos dólares para vivir, y nos cuenta en el 'zoom mensual de compartir y celebrar' que todo esto le ayuda a valorar más y más al Jesús que a tantas de nosotras nos sacó de donde vivíamos cómodamente para lanzarnos a su misión y tarea.
Creo que la viuda no es el único modelo de discipulado. Pero cuando Jesús la ve echando todo lo que tiene para vivir en el limosnero… el hombre se derrite. ¡Ya lo creo! También él está 'hasta arriba' de clericalismo, de política sucia, de abusos de poder en nombre de una religión que no existe más que en la mente de sus organizadores. Y al ver a aquella mujer, ve en ella lo que no logra despertar en ellos. Por esto, tal vez, ellos no la reciben, porque se sienten amenazados por su discipulado radical y fiel.
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"Me gusta la catedral de Ana. Está cerquita de las catedrales de Nueva York; pero como Jesús, se separa del templo y sus rigideces para convertirse en el abrazo del Abba en la calle, entre alcoholismo y enfermedad": Hna. Magda Bennásar
Conozco otras mujeres que no se llaman Ana, pero que encarnan el Evangelio puro, como mi amiga a quien ETA le mató a su marido en el portal de su casa y desde entonces se dedica a hablar de reconciliación en centros educativos de todo Vizcaya. O Belén, otra amiga, quien a pesar de su párkinson y del suicidio de su hija por depresión se dedica a visitar y llamar a diario a personas mayores y solas, llevándoles, con su aleteo, la cercanía de Aquel que es fiel.
Seguro que también tú conoces a varias 'Anas'. Es más, tal vez seas una de ellas. Por ello, a todas os damos las gracias. Nos vemos en vuestras catedrales-hogares, auténticos lugares de comunidad cristiana donde siempre hay acogida, bizcocho y cariño. ¡Menuda eucaristía! Aunque sea en línea, como ha sido últimamente para muchas personas y sigue uniendo a las 'Anas' de diferentes países y continentes. Ellas no paran. Son incombustibles; por eso la comunidad cristiana sigue viva en las calles, en las pantallas y en los hogares.
Ahí nos vemos hermanas. Ya sea en Nueva York, en Nicaragua, en tu barrio o en una videollamada.