"¿Cómo pueden [las religiosas] discernir nuevos roles y desempeñar nuevas funciones a la luz de su número cada vez menor, envejecido y viviendo más en la periferia que en el centro de lo que está sucediendo?": Hna. Judith Schaeffer. (Foto: Unsplash/Florian Bernhardt)
Muchas de las religiosas de hoy, si no la mayoría, están experimentando una pérdida agonizante, tanto personal como institucional. A todas luces, se han vuelto relativamente insignificantes como individuos y como comunidades. Están envejeciendo y perdiendo a compañeras y amigas queridas, tanto dentro de sus comunidades como entre sus familiares y amigas.
Y lo que es aún más triste, no han sido capaces de inspirar a mujeres maduras y seguras de sí mismas para que se unan a ellas, ni siquiera a modo de prueba.
La investigación sugiere que la incapacidad de la mayoría de las comunidades de vida consagrada para atraer a nuevos miembros tiene una base socioeconómica: las laicas pueden participar por su cuenta en los ministerios en los que las religiosas han destacado durante décadas; si no, siglos. Pueden enseñar, ser enfermeras y dedicarse al trabajo social. Pueden estar al frente de importantes movimientos por la paz y la justicia, como la eliminación de la pena de muerte, el aislamiento y el tráfico sexual de seres humanos.
Esta explicación sigue siendo un reto para las religiosas, sin duda, pero también las reconforta porque representa ganancias para las laicas. Desde esta perspectiva, las religiosas pueden consolarse a sí mismas incluso cuando están de duelo. Sin embargo, desde otro ángulo, están desilusionadas.
"[Las religiosas] deben enfrentarse directamente a sus temores de perder su precioso sentido de ser distintas en el mundo y en la Iglesia": Hna. Judith Ann Schaeffer
Lo que distinguía a las religiosas —desde sus fundaciones— dentro de la Iglesia católica como no laicas ni ordenadas, sino como personas consagradas cuyos carismas eran muy importantes para el pueblo de Dios, era real. Ellas eran respetadas, incluso admiradas.
Hoy en día, parece que eso solo ocurre en pequeños grupos sociales o eclesiales. En general, los demás no parecen valorar el modo de vida que eligen las religiosas.
Las hermanas se esforzaron por seguir siendo relevantes en el espíritu del Concilio Vaticano II de 1962-65. Hicieron esfuerzos sinceros y costosos para responder a las necesidades de los tiempos, tanto las del mundo como las de la Iglesia.
Pero, se preguntan, ¿realmente ajustaron su estilo de vida tan radicalmente como debían? ¿Era realmente prudente que abandonaran sus respetables profesiones y cedieran sus preciadas instituciones a los laicos, patrocinándolas pero sin poseerlas ni gestionarlas?
¿Deben redefinirse ahora a un nivel aún más fundacional? ¿Cómo pueden discernir nuevos roles y desempeñar nuevas funciones a la luz de su número cada vez menor, envejecido y viviendo más en la periferia que en el centro de lo que está sucediendo?
¿Permiten sus carismas y tradiciones resolver la tensión entre la necesidad de ser incluidas en la humanidad y a la vez permanecer distintas de los demás?
Si le hicieran estas preguntas al autor de psicología del desarrollo Robert Kegan, diría: "Sí". Refiriéndose a su revolucionario libro de 1982 El yo en evolución: problema y proceso en el desarrollo humano explicaría que ellas, como el resto de la humanidad, deben cooperar con un proceso de desarrollo humano diseñado para hacerles pasar de un nivel de desarrollo institucional a otro interindividual. Es un deber.
"Las religiosas deben pasar de 'tener' sus carismas de pobreza, castidad y obediencia en un entorno comunitario a ser pobres, castas, obedientes y comunitarias": Hna. Judith Ann Schaeffer
Este proceso, añadiría Kegan, es el corazón de una evolución mundial. Requiere que dejemos de definirnos por lo que hemos hecho y nos centremos en lo que somos: 'ser' en lugar de 'hacer'. Y como añadía Eckhart Tolle en su texto de 2005 Una nueva Tierra: El despertar al propósito de tu vida, nadie está exento. Debemos evolucionar o morir.
Así pues, las religiosas deben realizar los siguientes cambios de actitud, cognitivos y de comportamiento. Deben enfrentarse a lo que es, en lugar de a lo que les gustaría ser, y mucho menos a lo que debería ser.
Deben reconocer y procesar realidades no deseadas como su depresión e ira, sus sentimientos de culpa y vergüenza. Deben enfrentarse directamente a sus temores de perder su precioso sentido de ser distintas en el mundo y en la Iglesia.
Estos cambios solo serán posibles si las religiosas aceptan "la nueva normalidad" de estar en transición en lugar de estables. Están llamadas a permanecer en un estado de cambio en lugar de disfrutar de la homeostasis que se han ganado con todo su trabajo desde el Vaticano II.
Además, deben reconocer su vulnerabilidad a sentirse agredidas no solo desde fuera, porque los demás les rechazan, sino también desde dentro, porque se agreden a sí mismas.
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En resumen, las religiosas deben pasar de 'tener' sus carismas de pobreza, castidad y obediencia en un marco comunitario a 'ser' pobres, castas, obedientes y comunitarias. Ya no deben concederse excepciones a lo que deben ser.
Deben empobrecerse en términos de posesiones materiales, respeto, distinción y honor.
Deben llegar a ser castas en cuanto a amar a quienes previamente han juzgado "por no ser los objetos apropiados de su amor".
Deben llegar a ser obedientes a toda la creación en el sentido de que escuchan con mentes verdaderamente reinventoras las voces de criaturas antes desconocidas o no valoradas.
Deben convertirse en comunitarias de forma radicalmente inclusiva.
Sí, las religiosas deben pasar de una etapa de desarrollo marcada por una relativa certidumbre a otra de tentativa y esperanza de un avance fundamental. Deben seguir experimentando con 're-imaginar' los carismas de las fundadoras y los fundadores. Deben seguir soltando lo que les resultaba familiar y cómodo.
Y deben hacerlo con ánimo alegre, siempre dispuestas a jugar en el patio de recreo de un Dios de abundancia que fomenta continuamente niveles más evolucionados de criaturas que se parecen más a su Creador.
Pueden lograrlo y lo lograrán, por supuesto, con las oraciones y el apoyo del pueblo de Dios.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 14 de diciembre de 2023.