Es indispensable entender quién es Jesús y en qué consiste su mesianismo

Comentario al Evangelio del domingo XXIV del Tiempo Ordinario

Ordination, pintura de Nicolás Poussin. (Reproducción fotográfica: Wikimedia Commons/dominio público)

Ordination, pintura de Nicolás Poussin. (Reproducción fotográfica: Wikimedia Commons/dominio público) 

Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesárea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que soy yo?". Ellos le dijeron: "Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas". Y él les preguntaba: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro le contesta: "Tú eres el Cristo". Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro diciéndole: "¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Llamando a la gente, a la vez que a sus discípulos, les dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará". (Mc 8, 27-35)

El Evangelio de Marcos comienza en el capítulo 1, 1 diciendo: "Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios". Esto es lo que se va a ir desarrollando a lo largo del Evangelio y en el texto de hoy encontramos la primera confesión de fe sobre quién es este Jesús, dada por la boca de Pedro: Tú eres el Cristo, es decir, el Mesías, el Ungido. Con esta confesión de fe se cierra la primera parte del Evangelio. En el capítulo 15, 39, la confesión del centurión romano será la segunda de fe sobre Jesús: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios".

Previo a llegar a esta primera confesión de fe, Jesús interroga a los discípulos sobre quién dicen las gentes que es él. Las respuestas son generales: unos que Juan el Bautista, otros que Elías y otros que los profetas. Jesús sabe que su misión es entendida de varias formas, como se ha visto a lo largo del Evangelio. Pero aquí viene la confrontación a los mismos discípulos. Jesús espera que ellos, ya que han compartido su vida con Él, verdaderamente hayan entendido quién es Él y cuál es la clase de mesianismo que viene a realizar. 

"Este texto sigue vigente en nuestra comprensión de Jesucristo. O lo hemos convertido en un Dios al que le pedimos bendiciones y nuestras oraciones se limitan a demandar; o lo hemos convertido en un Dios del culto": teóloga Consuelo Vélez

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Pedro toma la palabra, pero su respuesta adelanta la incomprensión que el mismo Jesús sufrirá, no solo con los de fuera, sino entre los de dentro, entre los suyos. Aunque parece que Pedro conoce bien la respuesta: "Tú eres el Cristo", razón por la que Jesús se anima a explicarles mejor qué tipo de mesianismo está realizando, pero rápidamente se da cuenta que no lo han entendido. Y tanto no lo han entendido que Pedro comienza a reprenderlo por decir que sería reprobado por las instituciones religiosas de su tiempo, sería asesinado y, solo después, habría de resucitar.

Jesús es un mesías crucificado y quien esté dispuesto a seguirlo ha de correr su misma suerte. Pero Pedro no parece estar dispuesto a ello. Por eso Jesús le llama Satanás, dándole las razones de tal nombre: Pedro, y seguramente la mayoría de los discípulos, están esperando un mesianismo de gloria, de triunfos, de aceptación, de acogida, de realización plena. No han comprendido que los valores del reino son contraculturales a los valores aceptados por la mayoría. Pedro necesita entender que seguir a Jesús es asumir su mismo camino, sus mismas opciones, su fidelidad incondicional al mensaje del reino, su disposición para afrontar lo que venga en aras de permanecer fiel al mensaje que se anuncia.

Este texto sigue vigente en nuestra comprensión de Jesucristo. O lo hemos convertido en un Dios al que le pedimos bendiciones y nuestras oraciones se limitan a pedir y demandar; o lo hemos convertido en un Dios del culto, como lo dijimos la semana pasada, al que solo le interesa el rito, la norma, el mandato; o lo hemos convertido en un Dios a nuestra medida que justifica nuestros estilos de vida. Así, sucesivamente, podríamos describir tantas y tan variadas deformaciones de la persona de Jesús.

Una vez más como Jesús lo hizo con los discípulos, este Evangelio nos invita a entender quién es Jesús y en qué consiste su mesianismo. Él ha venido para mostrarnos los valores del reino, que son justicia, igualdad, fraternidad/sororidad, servicio, transformación. Quien se dispone a vivir estos valores, sabe que no está exento de sufrir la misma suerte del maestro. Pero en eso consiste el seguimiento. Revisemos, entonces, nuestra comprensión de la persona de Jesús y busquemos seguirle en lo que Él es y no acomodándolo a nuestros intereses personales.

Nota: Puede ver y escuchar el comentario al Evangelio en el siguiente enlace de video.