Lo femenino como protagonista en la fiesta de santa Escolástica

Una estatua de santa Escolástica en el exterior del Elizabeth Hall en el Benedictine College, en Atchison, Kansas, Estados Unidos. (Foto: OSV News/Megan Marley)

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Susan Quaintance

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Traducido por Carmen Notario

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Como benedictina, no es de extrañar que me encante la fiesta de santa Escolástica. Aunque solo tenemos una historia sobre ella en los Diálogos de Gregorio Magno, esta es muy interesante. En resumen: como era su costumbre anual, Benito y Escolástica se encuentran entre sus monasterios un año concreto para hacerse una visita. San Gregorio escribe: "Dedicaron todo el día a las alabanzas de Dios y a la santa conversación". Hablan hasta la noche, y entonces Benito dice que es hora de partir. Escolástica le pide que se quede para seguir hablando de cosas santas. Él se niega. Entonces ella apoya la cabeza en la mesa y, conmovida hasta las lágrimas, reza. El cielo se abre y se desata tal tormenta que Benito 'no puede' marcharse. Gregorio concluye esa parte del relato con las palabras: "Y así sucedió que pasaron toda la noche en vigilia y cada uno satisfizo plenamente al otro con una santa charla sobre la vida espiritual". Regresan a sus monasterios, y Escolástica muere tres días después.

No es mucho, pero las lecturas de la misa del día (Cantar de los Cantares 8, 6-7 y Lucas 10, 38-42) complementan maravillosamente la historia de Gregorio y pueden ayudarnos a profundizar en nuestra experiencia de la fiesta. Este es un día en el que las voces femeninas no solo están presentes, sino que son prominentes. Como corresponde a este día, lo femenino está en primer plano, con una claridad y un volumen que no recuerdo en ninguna otra fiesta o domingo.

Comprometidos con la primera lectura, el Evangelio y la historia de nuestra patrona, escuchamos a las mujeres. Aunque podría haberte dicho que "firme como la muerte es el amor" es un verso de la primera lectura del Cantar de los Cantares para Escolástica, nunca había dedicado mucho tiempo a esa lectura. Pero hace algunos años, cuando leí todo el Cantar de los Cantares de una sentada y consulté algunos comentarios, aprendí mucho. Algunos lo ven como un diálogo entre una novia y un novio, leído alegóricamente como una conversación entre la Iglesia y Dios. Otros lo ven como fragmentos de varias voces, unas masculinas y otras femeninas. Pero se mire como se mire, más de dos tercios de las voces son de mujer. La lectura que escuchamos hoy es la de la mujer que habla —imperativamente, enfáticamente, poéticamente—. En el pasaje de Lucas, Marta y María ocupan un lugar destacado. En realidad, no oímos nada de lo que dice María, pero vemos lo que hace, y a la vez oímos y vemos la reacción de su hermana. Y luego está Escolástica, el telón de fondo de todo, el modelo mismo de la seguridad impenitente. Tanto es así, que incluso el venerable Gregorio señala que Dios responde a su oración porque "era ella la que tenía mayor amor".

Un artículo que leí sobre el Cantar de los Cantares hablaba de varias de las cualidades que caracterizan a las voces femeninas del libro. No se tarda mucho en ver que esas mismas cualidades son compartidas por nuestras otras heroínas del día. Todas buscan, sienten, hablan y son aventureras. 

Estas mujeres 'buscan'. Varias veces a lo largo del Cantar de los Cantares la mujer va en busca del hombre, sin vergüenza y con gran afán. A veces lo encuentra, a veces no. Pero se siente lo suficientemente impulsada como para seguir buscando. El Evangelio nos dice que, cuando Jesús llega a la ciudad, Marta sale a recibirlo en la casa familiar. María, ciertamente, busca aprender todo lo que Jesús tenía que enseñar. Y aunque Escolástica parece haber comprendido mucho mejor que Benito el concepto de estabilidad, a través de la experiencia vivida diariamente con sus hermanas y de la santa conversación con su hermano, ella también busca una mayor comprensión de la acción de Dios en su vida. En el encantador libro para niños de Kathleen Norris, Los Santos Gemelos, una nueva versión de los Diálogos, Escolástica se burla suavemente de su hermano: "¿No es curioso que hayas tenido que viajar por todas partes para aprender algunas de las cosas que yo descubrí quedándome en un solo lugar?".

Estas mujeres 'sienten'. El Cantar de los Cantares contiene todo tipo de sentimientos: deseo, confianza, curiosidad, frustración, paciencia, miedo, valentía y, como oímos principalmente hoy, amor. Esta mujer (o mujeres) no vive solo en su cabeza; son personas humanas enteras: mentes y cuerpos, corazones y almas. Así son María y Marta, tan humanas en sus dos maneras de abordar la misma situación. María está aparentemente tranquila y contenta por haber elegido la mejor parte. Marta está agobiada, ansiosa, preocupada, resentida. Gregorio nunca nos dice exactamente cómo se siente Escolástica, pero podemos deducirlo absolutamente de lo que hace: se mueve, pide, escucha, reza, llora. Sí nos dice que el amor fue el motor de todo ello.

Estas mujeres 'hablan'. Las voces femeninas del Cantar de los Cantares hablan con belleza y fuerza de lo que saben que es verdad. La lectura de hoy es uno de los mejores ejemplos: "Las aguas profundas no pueden apagar el amor ni las inundaciones barrerlo. Si ofreciéramos todo lo que poseemos para comprar amor, nos burlarían rotundamente". Una de las cosas que más aprecio de Marta es lo real que es. Recuerdo a una de mis hermanas hablando hace muchos años en esta fiesta sobre cómo Marta confía lo suficiente en el amor de Jesús por ella como para decir realmente lo que siente. Eso también es poderoso. ¿Y quién tiene la mejor frase en la historia de la lluvia? Cualquier mujer benedictina del mundo puede decírtelo. "Te lo pedí y no quisiste escucharme. Le pregunté a mi Señor y me escuchó. Vete ahora, si puedes. Déjame y vuelve a tu monasterio". No hay nada más elocuente que eso.

Estas mujeres 'se arriesgan'. Todas estas mujeres hicieron cosas que su cultura les decía que no debían hacer. La novia sale de noche a buscar al novio más de una vez en el Cantar de los Cantares, y una de esas veces es golpeada por los guardias de la ciudad por estar fuera después del toque de queda. Marta y María rompen todo tipo de reglas. Reciben a Jesús —un varón no emparentado con ellas— solas en su casa. Le sirven. María se sienta a sus pies, el lugar de un estudiante, el alumno varón de un rabino. Escolástica se enfrenta a su hermano, que probablemente contaba con que ella le cediera el paso —porque, como abad, ¿quién no lo hacía?— y gana. Pero luego demuestra que no se trataba en absoluto de ganar por cómo transcurre el resto de la noche: cada uno, como dice Gregorio, "satisface plenamente al otro con una santa charla sobre la vida espiritual".

Todas y cada una de estas mujeres pueden ser excelentes guías para nosotros. Nos muestran la fe en Aquel que es amor. Nos hablan de la fe en las personas que las rodean. Y nos enseñan —mucho— sobre la fe en sí mismas. Probablemente no seamos capaces de mostrar todas esas cualidades cada día, pero nos dan algo a lo que aspirar. Son un regalo generoso para nosotros. Feliz celebración.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 10 de febrero de 2025.