Hna. Ana Cristina Chavira Sáenz, directora de la Comunidad Sagrada Familia, en la capilla del convento en Monterrey, México. Junto a ella están la Hna. Inés Berríos Calderón, a la izquierda, y la Hna. Marie Pierrette. La Comunidad Sagrada Familia ayuda a niños migrantes a regularizar sus estudios mientras se adaptan a la vida en México. (Foto: GSR/Nuri Vallbona)
En plazas, parques y centros comunitarios, las Hijas de María Auxiliadora —también conocidas como Hermanas Salesianas— llevan cuatro años enseñando a leer y a escribir a niños y adolescentes migrantes en Monterrey a base de juegos, dinámicas educativas y actividades al aire libre. Al mismo tiempo, se dedican a conocer personalmente a las madres de familia y les ofrecen un espacio de escucha y acompañamiento, además de ayuda humanitaria básica como alimentos y vestido.
“Nuestro principal objetivo es atender a los niños extranjeros, quienes nunca han podido estudiar o que han tenido que suspender sus estudios”, dijo la Hna. Ana Cristina Chavira Sáenz a Global Sisters Report.
Desde su fundación en 2019, Chavira es la directora de la Comunidad Sagrada Familia, un proyecto educativo creado para que niños y adolescentes migrantes puedan regularizar sus estudios en la zona metropolitana de Monterrey, que es una de las más pobladas de México con 5.3 millones de habitantes y la más cercana a la frontera con Estados Unidos, aproximadamente a 225 km de distancia.
Chavira, originaria de Chihuahua, México, ingresó con las hermanas Salesianas en 1998, después de realizar un año de voluntariado como profesora asistente en el Centro Educativo Cultural y Agropecuario Chinanteco, para indígenas en Oaxaca, México.
Siguiendo el carisma de su congregación, Chavira estudió la licenciatura en Ciencias de la Educación entre 2003 y 2007; además, en 2013 concluyó una especialidad en Espiritualidad del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora en Roma.
Actualmente, Chavira también se desempeña como la vicaria provincial de su congregación en el norte de México. Sin embargo, ante el reto de atender a los migrantes, también ha cursado una especialidad en Migración Internacional en el Colegio de la Frontera Norte.
“Queremos ser signo de amor para los migrantes”, dijo Chavira y agregó: “Queremos que ellos tengan la seguridad y la experiencia de que alguien los quiere sanamente y que no busca explotarlos, sino promoverlos”.
La hermana salesiana Ana Cristina Chavira Sáenz, directora de la Comunidad Sagrada Familia, en la capilla del convento en Monterrey, México. La Comunidad Sagrada Familia ayuda a niños migrantes a regularizar sus estudios mientras se adaptan a la vida en México. (Foto: GSR/Nuri Vallbona)
Las hermanas salesianas Inés Berríos Calderón (de Nicaragua), Ángela Teresa Gutiérrez (cubanoamericana) y Marie Pierrette Louijuste (originaria de Haití) también son colaboradoras de la Comunidad Sagrada Familia. Todas juntas visitan diariamente distintas zonas de bajos recursos para acompañar y ayudar a los migrantes en sus propios vecindarios.
“Nos desplazamos por diferentes municipios para atender a los migrantes”, manifestó Chavira, quien añadió: “Trabajamos en las zonas más pobres pues es ahí donde se encuentran los migrantes y es ahí donde nos encontramos con Jesús”.
De acuerdo con Chavira, las nacionalidades y la multiculturalidad de las hermanas ayuda mucho a que se genere cercanía y confianza familiar con los migrantes, quienes vienen de países como Honduras, El Salvador, Nicaragua, Haití, Cuba y Venezuela.
GSR: ¿Cómo inicia este proyecto de atención a niños migrantes y a sus familias en esta ciudad?
Chavira: Este proyecto surge después de muchos estudios entre las provincias salesianas que trabajamos en Centroamérica, el Caribe, México, EE. UU. y Canadá. Nosotras éramos conscientes de la creciente migración entre nuestros países y estábamos trabajando cada una en su lugar, pero en 2018, cuando comenzaron las caravanas migrantes, decidimos iniciar este proyecto juntas.
Queríamos seguir el llamado del papa Francisco y elegimos la ciudad de Monterrey por la gran cantidad de personas migrantes que llegan aquí con la intención de llegar hasta EE. UU.
Al inicio, estuvimos colaborando con otro refugio de atención a migrantes y, con ellos, en las brigadas de la Agencia de la ONU para los Refugiados, donde aprovechamos para atender educativamente a los menores, tomando el primer contacto con ellos.
Más tarde, nos pusimos en camino en primera persona y lanzamos nuestras propias campañas de ayuda humanitaria. Así comenzamos a tener presencia con familias migrantes que se encontraban fuera de las instituciones y que viven en zonas precarias de Monterrey.
Ahí comenzamos a conocer a las familias y a trabajar con los niños en lo educativo, con clases y juegos, también con alimentos y ropa.
Las hermanas salesianas Inés Berríos Calderón, a la izquierda, y Marie Pierrette organizan algunos artículos en su casa provincial, en Monterrey, México, el pasado mes de mayo. Las hermanas ayudan a niños migrantes a regularizar sus estudios mientras se adaptan a la vida en un nuevo país. (Foto: GSR/Nuri Vallbona)
¿Su proyecto se paralizó con la pandemia?
La pandemia llegó unos meses después de que nosotras comenzáramos con la Comunidad Sagrada Familia. Fue un momento difícil para desempeñar nuestra misión, sin embargo, encontramos nuestro lugar en parques, bajo los árboles. Así lo seguimos haciendo hasta hoy.
No podíamos dejar pasar el tiempo porque muchos niños habían salido de su casa sin haber ido nunca a la escuela, así que muchos de ellos no sabían ni leer ni escribir. Tampoco sus padres, pues para muchos de ellos estudiar es un lujo.
Aunque nuestro principal objetivo son los niños, desde entonces trabajamos con los padres y, sobre todo, con las madres, para poder ayudarles a que tengan otras oportunidades.
¿Cuáles son las problemáticas de las familias migrantes en Monterrey?
Cada persona y cada familia es distinta y única. Nosotras nos esforzamos por ayudar y educar, pero también por conocerles personalmente, pues provienen de lugares muy diversos y sabemos que llegar a una ciudad nueva no es fácil.
El simple hecho de ser migrantes y de no tener una educación básica, les reduce su campo laboral y los expone a múltiples abusos de parte de los empleadores.
Estas situaciones de pobreza extrema pueden llegar a originar otras problemáticas, como caer en delincuencia, la violencia familiar e incluso la prostitución. Por medio del trabajo con las familias, nosotras podemos prevenir que no caigan en situación de calle.
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Queremos que las personas se desarrollen, eso nos lleva a afrontar otras necesidades como regularizar su situación migratoria, para ello los vinculamos con organizaciones que puedan apoyarlos en el aspecto legal. También les brindamos apoyo para que puedan acceder a alguna capacitación para el trabajo y últimamente les estamos ofreciendo apoyo psicológico. Con las mujeres dedicamos tiempos especiales para que se sientan escuchadas.
Acompañamos a los migrantes hasta donde ellos permiten, pues nosotras queremos que no se sientan solos, sino que puedan abrirse camino por sí mismos.
¿Qué resultados han obtenido en todo este tiempo?
Nosotras no buscamos atender masas sino que trabajamos con pequeños grupos para acompañarlos personalmente, haciendo que nuestro trabajo pueda tener fruto.
El principal resultado es que los niños ya asisten a la escuela, pues es algo que para las familias no era prioritario. Nosotras les ayudamos a que se nivelen con los niños de su edad y a que realicen los trámites necesarios ante el Gobierno para que puedan estudiar en las escuelas públicas.
También podemos decir que las mujeres que participan en nuestros grupos van tomando conciencia de su dignidad, y con ello van aprendiendo cómo educar a sus hijos de una manera más positiva y a enfocar sus metas personales.
Nuestro trabajo va haciendo posible que los mismos migrantes se apoyen entre sí, y cuando alguien nuevo llega lo orienten por el camino que ellos ya conocen.
La hermana salesiana Ana Cristina Chavira Sáenz, directora de la Comunidad Sagrada Familia, a la izquierda, caminando por los corredores del convento junto a las hermanas Inés Berríos Calderón y Marie Pierrette en Monterrey, México. La Comunidad Sagrada Familia ayuda a niños migrantes a regularizar sus estudios mientras se adaptan a la vida en México. (Foto: GSR/Nuri Vallbona)
¿Por qué cree usted que la Iglesia debe trabajar con los migrantes?
Mi propia experiencia me ha enseñado que cada ser humano vale, sin importar su origen o raza. Cada uno tiene sueños por realizar y una historia única. Trabajar con los migrantes es una gran oportunidad para entrar en contacto con Dios mismo.
Nos hace falta aprender de la fe de los migrantes que, aunque a veces es incipiente, tiene mucho que enseñarnos, pues confían en Dios sin límite.
Tenemos que recordar que Jesús habita en el hermano, sobre todo en el más pobre, en el diferente o excluido. Hay que descubrirlo y acogerlo. Así nuestra fe crece.
¿Cuál es su mensaje para la sociedad civil y a los gobiernos?
No hay duda de que ha habido un esfuerzo de parte de los gobiernos, pues hacen leyes y pronunciamientos a favor de los derechos humanos, sin embargo, muchas veces se quedan solo en las palabras.
Hoy hace falta una mayor sensibilización de los actores de gobierno en todos los niveles, para que en lo real se ayude a los migrantes fuera de trámites burocráticos extensos y, en ocasiones, de corrupción.
A los grupos de la sociedad y a las familias les puedo decir que los migrantes son una oportunidad para enriquecer nuestra propia cultura, y que tenemos que dejar de lado la idea de que ellos vienen a hacernos daño o a robar nuestros puestos de trabajo.
Entre los migrantes, yo he encontrado personas de buen corazón. Hombres y mujeres que buscan una vida mejor y con más oportunidades.
Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 1 de agosto de 2023.