(Foto: Unsplash/Gareth Harper)
Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«La Palabra del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Juan recorrió toda la región del río Jordán predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. La gente le preguntaba: "Pues, ¿qué debemos hacer?". Y él les respondía: "El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo". Vinieron también publicanos a bautizarse y le dijeron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". Él les dijo: "No exijan más de lo que les está fijado". Le preguntaron también unos soldados: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Él les dijo: "No hagan extorsión a nadie, no hagan denuncias falsas y conténtense con su pago". Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos diciendo: "Yo les bautizo con agua, pero viene él que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga". Y con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva» (Lc 3, 2b-3.10-18).
El tiempo de Adviento es tiempo de preparación para recibir al Niño que viene. La figura de Juan el Bautista encarna al profeta que prepara esa venida. De ahí que los que escuchan su predicación le preguntan qué deben hacer para cambiar de vida. Y Juan el Bautista responde a cada uno, según su situación particular, su responsabilidad. A la gente común y corriente les invita al compartir lo que tienen. En ese sentido, la solidaridad siempre será signo de un cambio de vida hacia el bien, hacia el amor a los demás. A los publicanos y soldados que también le hacen esa pregunta, Juan les responde de acuerdo con su profesión: han de trabajar con honestidad, han de hacer que su trabajo traiga justicia a los que dependen de ellos.
Hoy también estamos llamados a hacer la misma pregunta y escuchar la respuesta acorde a nuestro tiempo. ¿Qué hemos de hacer para que el anuncio del Niño que viene sea significativo para nuestros contemporáneos? No es una respuesta fácil, porque estas fiestas ya han sido coaptadas por la sociedad de consumo, son algo más cultural que religioso, forman parte de las festividades de cada pueblo para expresar alegría, familiaridad, cercanía con los que nos rodean. Todo esto en sí es bueno, porque es ocasión de esta vivencia alegre de la fiesta y el compartir. Pero no es suficiente para una vivencia de fe, del misterio de la encarnación que celebramos.
"El Espíritu de Dios es libertad (…), sabe valorar todo lo humano y no se escandaliza de la fiesta (…), de la novedad. Es también espíritu de amor que busca acoger e incluir a todos, sin juicios ni reproches": teóloga Consuelo Vélez
Algunos, en su afán de dar testimonio, se alejan de las fiestas y hacen retiros o viven las celebraciones litúrgicas en espacios más de oración y recogimiento. Esto es positivo en la medida que ayude a los que participan de esa manera de celebrar. Pero, tal vez, el énfasis no se ha de poner solo en esto sino en seguir buscando cómo ha de ser la buena noticia que se anuncia para que sea acogida por más personas, ahí en las fiestas que se celebran en el ambiente ‘secular’ en que la mayoría vive.
La segunda parte del Evangelio de hoy podría darnos algunas pistas. A Juan le preguntan sí él es el Cristo o han de esperar a otro. Y Juan les responde que viene otro que bautizará con Espíritu Santo y fuego, lo que permitirá distinguir el trigo de la paja, limpiar todo lo que no responda a los valores del reino. Por tanto, esto nos podría iluminar para seguir anunciando la Buena Noticia desde el espíritu de Jesús y no desde normas, ritos o tradicionalismos que, bajo capa de sagrado, no hacen más que esconder la verdad del Niño que nace.
El Espíritu de Dios es libertad, es fidelidad creativa —no inmovilismo—, sabe valorar todo lo humano y no se escandaliza de la fiesta, la comida, la pluralidad, la novedad. Es también espíritu de amor que busca acoger e incluir a todos, sin juicios ni reproches. O, como dice Pablo a los Gálatas, los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; (…) si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu (5, 22-25).
En otras palabras, que este Adviento siga fortaleciendo la vida del Espíritu en cada uno de nosotros para que anunciemos la alegría del Niño que viene y que, con seguridad, puede convocar a muchos más si lo anunciamos tal como él es y no desde nuestras visiones, a veces, demasiado encasilladas en nuestras propias espiritualidades, con bastante recelo del camino secular que tantos viven.