"El Evangelio de este domingo nos invita al testimonio y a la coherencia, a comenzar a vivir aquí lo que esperamos en el más allá, al seguimiento fiel y decidido que no teme arriesgar, incluso, la propia vida en el seguimiento de Jesús": Consuelo Vélez, teóloga laica de la Institución Teresiana. Imagen: Representación pictórica de Jesús y sus discípulos. Autor: anónimo. (Foto: cortesía de revistasic.org)
Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«Juan le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros, y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros”. Pero Jesús dijo: “No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la vida que, con las dos manos, ir a la gehena, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehena. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehena, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga”». (Mc 9, 38-43. 45. 47-48)
Los Evangelios nos presentan a Jesús en confrontaciones con los escribas y fariseos, pero también con sus discípulos porque, varias veces, muestran que no acaban de entender su propuesta. En este domingo vemos que los discípulos le comentan a Jesús que han tratado de impedir que algunos sigan expulsando demonios en su nombre porque ellos no forman parte del grupo de discípulos. La respuesta de Jesús podría desconcertar —les dice que no se lo impidan— y la razón es muy clara: nadie que está actuando en la misma línea que ellos está en contra del anuncio que pretenden.
Posiblemente esta situación puede ayudarnos a tener más apertura a tanta bondad y bien que muchas personas hacen, no en nombre de su fe ni de Jesús, sino en nombre de los valores humanos, del bien común, de su autenticidad humana. Es decir, todo aquello que construye humanidad contribuye a hacer de nuestro mundo un lugar de vida más pleno para todos y eso va en consonancia con el anuncio del reinado de Dios. Por tanto, en lugar de desconfiar y, peor aún, de oponerse, podemos apoyar, valorar, colaborar. Hemos de dejar la mentalidad de que nosotros somos los buenos que construimos un mundo mejor y reconocer que ese sueño se construye entre todos o no lo conseguiremos.
"En tiempos de dificultad para transmitir el Evangelio —vivimos en una cultura más secular— se hace urgente revisar nuestra propia vida para que aquellos que se pueden interesar en Jesús sigan creciendo en su fe": teóloga Consuelo Vélez
El Evangelio continúa con exhortaciones por parte de Jesús que podríamos reconocer como puntuales y, en cierta forma, radicales. No escandalizar a los pequeños y cortarse la mano, el pie o arrancarse el ojo si son ocasión de pecado. Expliquemos brevemente estas exhortaciones. Cuando Jesús habla de no escandalizar a los pequeños, no se está refiriendo a los niños sino a los que comienzan a pertenecer a la comunidad, a los que están creciendo en su fe. Esto sigue siendo válido para nosotros en el sentido del testimonio que damos a aquellos que comienzan a conocer a Jesús. En verdad, ¿pueden ver en nosotros el ardor, el compromiso, la autenticidad del Evangelio que anunciamos? En tiempos de dificultad para transmitir el Evangelio, porque vivimos en una cultura más secular, se hace más urgente revisar nuestra propia vida para que aquellos que se pueden interesar en Jesús sigan creciendo en su fe. No aprenderán tanto por lo que digamos, como por lo que hagamos.
La última parte del texto muestra el horizonte escatológico que sostiene nuestro presente. Precisamente, porque la vida definitiva con Dios es nuestro don más valioso, no podemos caer en incoherencias (pecado) en nuestras acciones del día a día. Por el contrario, es en esta cotidianidad donde se gesta, se vive, se comienza a realizar aquello que esperamos en la eternidad. No creemos en ideas irrealizables, sino que esperamos la plenitud de lo que ya, en cierta manera, saboreamos acá.
El Evangelio de este domingo, por tanto, nos invita al testimonio y a la coherencia, a comenzar a vivir aquí lo que esperamos en el más allá, al seguimiento fiel y decidido que no teme arriesgar, incluso, la propia vida en el seguimiento de Jesús. Además, esperamos el don definitivo de Dios, caminando con ‘otros’ aunque no sean de los ‘nuestros’, pero que también trabajan por el bien, la bondad y la belleza que hacen posible un mundo en consonancia con el querer de nuestro Dios.