Se extiende el plazo para la conversión, ¿lo aprovecharemos?

Comentario al Evangelio del tercer domingo de Cuaresma

La parábola de la higuera estéril, óleo de Carl Rahl, 1851. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)

La parábola de la higuera estéril, óleo de Carl Rahl, 1851. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)

Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«En aquella ocasión se presentaron algunos a informarle acerca de unos galileos cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Él contestó: “¿Piensan que aquellos galileos sufrieron todo eso porque eran más pecadores que los demás galileos? Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten, acabarán como ellos.  ¿O creen que aquellos dieciocho sobre los cuales se derrumbó la torre de Siloé y los mató eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten acabarán como ellos”. Y les propuso la siguiente parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar fruta en esta higuera y nunca encuentro nada. Córtala, que encima está malgastando la tierra’. Él le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás’”». (Lc 13, 1-9).

Continuamos en este ambiente de cuaresma, tiempo de cambio y conversión. El Evangelio de hoy nos invita a hacernos preguntas hondas sobre las situaciones de pecado que vivimos en el mundo, a la luz de dos ejemplos que para el tiempo de Jesús se relacionaban con la ley de la retribución. 

"Cuaresma es precisamente ese plazo que se extiende, una vez más, para que nos confrontemos con los valores del Reino y queramos ponerlos en práctica. Todos hemos de sentirnos llamados a la conversión": teóloga Consuelo Vélez

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Esta ley señalaba que los buenos obtienen beneficios y los malos son castigados. Pero la realidad muestra lo contrario: unos galileos son asesinados por Pilatos y se puede pensar que ellos merecían tal suerte. O a dieciocho personas se les derrumba la torre de Siloé encima, matándolos, y se puede creer también que tendrían pecado para tener tal fin.

Jesús quiere hacer caer en cuenta que el cambio de las situaciones depende de la conversión de todos y el reconocimiento de las culpas de todos y no creernos ‘libres de culpa’. Parece un horizonte oscuro en que el mal nos envuelve y no sabemos, entonces, cómo salir. Si la ley de la retribución no se cumple siempre, no parece que haya mucha salida.

Pero el texto termina con una parábola que va a abrir caminos de esperanza, porque se prolonga el tiempo para poder recapacitar y cambiar. El dueño de la higuera, sembrada en una viña, considera que debe cortarse porque no da fruto. Pero el viñador, aquel que está cuidándola día a día, implora una nueva oportunidad, comprometiéndose a abonarla. Y su petición es acogida: el dueño extiende el plazo de un año para que la higuera dé fruto.

Cuaresma es precisamente ese plazo que se extiende, una vez más, para que nos confrontemos con los valores del Reino y queramos ponerlos en práctica. Todos hemos de sentirnos llamados a la conversión. No son solo los otros los que han de cambiar, sino que, cada uno, desde su propia realidad ha de mirar cómo aportar lo mejor de sí para construir el mundo fraterno/sororal que el Señor sueña para su humanidad. ¿Aprovecharemos el plazo? ¿Nos dispondremos al cambio? Confiemos que así sea. 

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