Renovar el amor, la entrega, la fraternidad/sororidad

Comentario al Jueves Santo

El lavatorio de los pies (detalle), óleo de Tintoretto, 1548-1549. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)

El lavatorio de los pies (detalle), óleo de Tintoretto, 1548-1549. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)

«Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "Tú, Señor, ¿me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No", le dijo Pedro, "¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor", le dijo Simón Pedro, "¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes"» (Juan 13, 1-15).

Dentro del triduo pascual, el Jueves Santo ocupa un lugar central porque "lega la hora", expresión con la que el Evangelio de Juan va llevando la trama de su relato (recordemos que, en las bodas de Caná, Jesús le dice a su madre que "aún no ha llegado su hora" (Jn 2, 4) y este pasaje comienza con esa expresión: "Sabiendo Jesús que había llegado la hora".

"El lavatorio de los pies es un signo profético (…). No hubiera sido tan contracultural si no les hubiera dicho que eso mismo ellos lo tendrían que hacer unos con otros": teóloga Consuelo Vélez

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La cena que nos presenta Juan no es la cena pascual sino un día antes. Pero en esa cena ocurren muchas cosas. El texto dice que el demonio ya había inspirado a Judas para entregar a Jesús. Es decir, la traición está prácticamente consumada y, en ese contexto, Jesús va a llevar adelante la entrega, en este caso, de toda su vida. 

El lavatorio de los pies es un signo profético. Jesús asume el papel de esclavo —lavar los pies es una tarea solo de los esclavos— y comienza a lavar los pies de sus discípulos. No hubiera sido tan contracultural si no les hubiera dicho que eso mismo ellos lo tendrían que hacer unos con otros. Resultaba tan escandaloso que Pedro dice que no se dejará lavar los pies. Jesús tiene entones que explicarle que si no se deja lavar no podrá compartir su misma suerte.

Estas palabras dichas a Pedro son válidas para todos los discípulos de ayer y de hoy, también para nosotros, porque seguir a Jesús implica asumir sus opciones. De no hacerlo, por mucho que se hagan cosas extraordinarias, no serán las propuestas de Jesús, no se pondrá en práctica el reino que Él nos regala y, por supuesto, no se correrá su misma suerte. Como bien dirá San Pablo en la carta a los Filipenses: "Conocerle a Él, el poder de sui resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos" (3, 10-11).

Este día es, por tanto, el día de la entrega de Jesús en la eucaristía, pan que se parte y se reparte, pan que alimenta a los cansados en el camino, pan para los pecadores, no solo para los santos. Y, en ese mismo sentido, se conmemora también el Ministerio del Orden, siendo claro que dicho ministerio es para el servicio y no para el poder. Ojalá que hoy se renovara ese sentido ministerial para dejar de lado el clericalismo que tanto daño le sigue haciendo a la praxis eclesial.

Que este día pueda ser un día de renovar el amor, la entrega, el servicio, la fraternidad/sororidad, de manera que muchos puedan descubrir en el testimonio mutuo del amor que Jesús vive en nuestras comunidades y en el compromiso transformador del mundo en que vivimos. 

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