Jesús supera las tentaciones mesiánicas con su fidelidad a los valores del Reino

Comentario al Evangelio del primer domingo de Cuaresma

Las tentaciones de Cristo, fresco de Sandro Botticelli, 1481-1482. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)

Las tentaciones de Cristo, fresco de Sandro Botticelli, 1481-1482. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)

Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Jesús, lleno de Espíritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu al desierto, donde permaneció cuarenta días, siendo tentado por el diablo. En ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre.  El diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan". Le respondió Jesús: "Está escrito: 'No solo de pan vive el hombre'". Después lo llevó a un lugar muy alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo. El diablo le dijo: "Te daré todo ese poder y su gloria, porque a mí me lo han dado y lo doy a quien quiero. Por tanto, si te postras ante mí, todo será tuyo". Le replicó Jesús: "Está escrito: 'Al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto'". Entonces lo condujo a Jerusalén, lo colocó en la parte más alta del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí, porque está escrito: 'Ha dado órdenes a sus ángeles para que te cuiden y te llevarán en sus manos, para que tu pie no tropiece en la piedra'". Le respondió Jesús: "Está dicho: 'No pondrás a prueba al Señor, tu Dios'". Acabada la tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno» (Lc 4, 1-13).

Comenzamos la Cuaresma y el Evangelio de Lucas nos ofrece el pasaje de las tentaciones de Jesús en el desierto. Justamente la Cuaresma es tiempo de conversión y cambio, y este texto nos invita a ir a la raíz de nuestras incoherencias y no a las múltiples manifestaciones de debilidades humanas que la gente confiesa una y otra vez, sin que eso sea significativo para la vivencia de su fe.

"Que esta Cuaresma sea tiempo de conversión al Evangelio del Reino para dar testimonio de un seguimiento fiel a sus valores, sin acomodarnos a prácticas religiosas que contradicen lo que decimos creer y profesar": teóloga Consuelo Vélez

Tweet this

¿Por qué decimos que el texto nos invita a mirar hacia la raíz de nuestras incoherencias? Porque estas tentaciones de Jesús son llamadas tentaciones mesiánicas; es decir, ponen a Jesús a tomar una decisión concreta de fidelidad al proyecto del Reino —sabiendo que las consecuencias pueden ser de incomprensión y persecución, como de hecho sucedió— o aprovecharse de la misión encomendada para ganar beneficios, conseguir seguidores que no se sientan exigidos, ganar prestigio, fama o reconocimiento por sus acciones extraordinarias como, de hecho, se lo propone el diablo en el texto. Las tentaciones ocurren en el desierto, rememorando al pueblo en el desierto que también es tentado y sucumbe a la tentación, mientras que Jesús no va a sucumbir. 

Recordemos que Lucas señala la presencia del Espíritu Santo en las acciones de Jesús y así ocurre también aquí: "Jesús es conducido al desierto por el Espíritu Santo". En contraste, el diablo le sale al encuentro para tentarlo. El diálogo entre los dos refleja dos posturas antagónicas: de parte de Jesús, el programa del Reino; de parte del diablo, los antivalores del Reino. Ya dijimos que Jesús vence estas tentaciones y el texto termina diciendo que el diablo "se alejó hasta un tiempo oportuno". Es decir, el diablo volverá a tentar a Judas, a Pedro, en el momento del desenlace final de la vida de Jesús.

Finalmente, no hemos de tomar la figura del diablo, o los cuarenta días, o el ayuno, etc., al pie de la letra como si todo hubiera sucedido durante ese tiempo y de esa manera. Todos los textos de la Sagrada Escritura usan géneros literarios para expresar las experiencias de fe y, en este caso, las tentaciones mesiánicas van más allá de este mismo pasaje, acompañando a Jesús a lo largo de su vida, logrando testimoniar su fidelidad hasta el final, aunque eso haya implicado dar su vida.

Que esta Cuaresma sea tiempo de conversión al Evangelio del Reino para dar testimonio de un seguimiento fiel a sus valores, sin acomodarnos o vendernos a prácticas religiosas o acciones civiles que contradicen lo que decimos creer y profesar.