Jesús reina donde hay paz, justicia y verdad

Comentario al Evangelio del domingo Cristo Rey del Universo

Vitral que muestra a Jesús con una corona en el Seminario de San José, en Yonkers, Nueva York, Estados Unidos. La solemnidad de Cristo Rey se celebra el último domingo del Tiempo Ordinario. (Foto: CNS/Gregory A. Shemitz/18 de noviembre de 2011)

Vitral que muestra a Jesús con una corona en el Seminario de San José, en Yonkers, Nueva York, Estados Unidos. La solemnidad de Cristo Rey se celebra el último domingo del Tiempo Ordinario. (Foto: CNS/Gregory A. Shemitz/18 de noviembre de 2011)

Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?". Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?". Pilatos respondió: "¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?". Respondió Jesús: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos. Pero mi Reino no es de aquí". Entonces Pilato le dijo: "¿Luego tú eres rey?". Respondió Jesús: "Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz"» (Jn 18, 33-37).

Termina el ciclo litúrgico con la festividad de Cristo Rey. De alguna manera es una forma de mostrar que el reinado de Dios será acogido plenamente por sus destinatarios y la última palabra la pronunciará el Señor en la consumación de todo y todos en Cristo. Pero aún falta para que ese día llegue —no tanto en sentido cronológico, que solo Dios sabe cómo será la eternidad sin espacio y tiempo humanos—, sino como realización de aquello que esperamos y, al mismo tiempo, trabajamos por hacerlo realidad.

Pero la lectura de hoy nos sigue confrontando frente a lo que esperamos. El diálogo entre Jesús y Pilato muestra dos tipos de reinado que se pueden consolidar. El de Pilatos es el del poder. De hecho, tiene en sus manos la potestad de acabar con la vida de Jesús y, aunque en el relato Pilatos se muestra abierto a entender las razones que llevan a los judíos a pedir la muerte de Jesús, no logra comprender el reinado de paz y justicia que Jesús anuncia y, mucho menos, el significado de la verdad que no es tanto la conformación de la realidad con lo que se dice de ella, sino la fidelidad a la alianza, la respuesta coherente a la llamada recibida. 

"La liturgia no ayuda demasiado para mostrar otro tipo de reinado, porque la solemnidad que muchas veces se tiene habla más de categorías sociales que de la sencillez, inclusión y sobriedad del reinado de Dios": teóloga Consuelo Vélez 

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Sin embargo, no es solo Pilatos el que no entiende el reinado anunciado por Jesús. Muchas veces en nuestra Iglesia se predica y se exige un reinado al estilo del mundo: se busca concentrar poder eclesial, se disputan los honores y privilegios, se busca imponer los puntos de vista a una sociedad que, de hecho, es plural y libre, y parece ella moverse más por los éxitos conseguidos en cantidad que en la calidad de esa pequeña semilla que crece por sí sola o del grano de mostaza que sabe dar fruto abundante desde lo pequeño, lo cotidiano, lo insignificante.

La liturgia no ayuda demasiado para mostrar otro tipo de reinado, porque los ornamentos y la solemnidad que muchas veces se tiene hablan más de las categorías sociales que de la sencillez, inclusión y sobriedad del reinado de Dios anunciado por Jesús. Además, un rey 'varón' refuerza la pirámide donde los varones están en la cúspide y las mujeres no pueden ni aspirar a ello.

En otras palabras, son muchos los imaginarios, las imágenes, las palabras, los actos de las festividades litúrgicas instituidas por la Iglesia que necesitan una nueva comprensión, otra forma de celebrarlas, un mirar más hacia lo propio del Evangelio, liberándolo de las concreciones históricas que, habiendo tenido su sentido en el momento que se establecieron, es necesario renovarlas, purificarlas para que sigan siendo significativas para este presente y, sobre todo, para que no traicionen el sentido original.

Por tanto, celebrar a Cristo Rey es afirmar el triunfo de la vida sobre la muerte, de la paz sobre la guerra, de la justicia sobre la injusticia que, aunque aún no se dé en tantas situaciones de la vida, creemos, esperamos y trabajamos por hacerlo realidad en el 'ahora' de nuestra historia, esperando siempre el 'todavía no' del reino, la plenitud de la vida de Dios entre nosotros.