Estén despiertos y oren incesantemente

Comentario al Evangelio del primer domingo de Adviento

(Foto: Unsplash/ Gian Reichmuth)

(Foto: Unsplash/ Gian Reichmuth)

Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. Las personas desfallecerán de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas del universo se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. Cuando comience a suceder todo esto, enderécense y levanten la cabeza, porque ha llegado el día de su liberación. Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente, poque caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuanto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre» (Lc 21, 25-28.34-36).

Iniciamos el tiempo litúrgico de Adviento con la lectura del Evangelio de Lucas situada en los tiempos definitivos o, en lo que conocemos como la parusía o segunda venida del Señor. La lectura nos habla de estar preparados para la venida del Hijo del Hombre, figura del Antiguo Testamento que Jesús se aplica a sí mismo para referirse a la figura mesiánica que viene a realizar el juicio final. No olvidemos que el género literario apocalíptico que se usa en varios pasajes de la Sagrada Escritura se utiliza para hablar de los momentos límite, allí donde sale a la luz lo que realmente se es, se vive, se siente.

Las primeras comunidades cristianas sufrieron la persecución y el martirio y este género literario les posibilitó expresar su sufrimiento comparándolo con fenómenos aterradores de la naturaleza como el fuerte oleaje del mar o todas las señales desconcertantes del universo. No es ajeno el miedo para que aquellos que viven situaciones límite, ni el caer en desánimos y desviaciones que en este texto se podrían expresar con dejarse aturdir en el vicio, la embriaguez, las múltiples preocupaciones de la vida.  

"Comencemos la preparación al Adviento orando insistentemente para que sepamos reconocer su venida o, mejor, su presencia entre nosotros. Vislumbremos la liberación": teóloga Consuelo Vélez

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Precisamente cuando se experimentan esas circunstancias difíciles y dolorosas, la palabra del Señor tiene la capacidad de despejar el panorama y volver a despertar la esperanza. El texto invita a enderezarse, levantarse, estar despiertos porque con la llegada del Hijo del Hombre viene la liberación. Aquí es donde podemos conectar con este tiempo de Adviento. La parusía o segunda venida no significa solamente la venida definitiva del Señor. Él viene, ha venido, se ha quedado con nosotros. En realidad, somos nosotros los que vamos caminando hacia Él.

El tiempo de Adviento significa, entonces, acoger la venida del Hijo de Dios, que comenzó en Belén y se prolonga en nuestra historia. No es un acontecimiento ficticio, sino que la encarnación del Hijo del Hombre ha sido real, en un niño, con una madre, en una historia, con unos acontecimientos. Por eso podemos afirmar que llega la liberación, porque con su venida el mismo Dios se hace presente en nuestro espacio tiempo, en el aquí y ahora, en nuestros sufrimientos y esperanzas.

Comencemos la preparación al Adviento orando insistentemente para que sepamos reconocer su venida o, mejor, su presencia entre nosotros. Vislumbremos la liberación, presente en tantas situaciones que se van transformando pero que seguirá mostrándose en la medida que secundemos sus iniciativas; respondamos a sus llamadas, trabajemos por hacer posible un mundo según el querer de Dios, donde Él nace para quedarse definitivamente.