El bien y la bondad no se improvisan

Comentario al Evangelio del octavo domingo del Tiempo Ordinario

La parábola del ciego guiando a otro ciego, pintura de Pieter Bruegel el Viejo, 1568. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)

La parábola del ciego guiando a otro ciego, pintura de Pieter Bruegel el Viejo, 1568. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)

«Y añadió una comparación: "¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?” El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo', cuando no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto podrido ni árbol podrido que dé fruto sano. Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos. El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca"» (Lc 6, 39-45).

El Evangelio de hoy es muy concreto. Se refiere a los frutos que salen del corazón o de la interioridad o de lo que realmente es cada persona. La frase final: "…de la abundancia del corazón habla la boca" nos resume lo que pretendieron ilustrar los ejemplos anteriores. Lo que cada persona es se muestra en sus actitudes, sentimientos, opciones. El bien y la bondad no se improvisan, como no pueden salir frutos buenos de un árbol podrido. De ahí que conviene examinar el propio corazón para percibir, de antemano, qué frutos saldrán de él.

Digamos algo de los ejemplos que preceden a esta conclusión. Parece que Lucas, en este Evangelio, quiere interpelar a la comunidad a la que escribe, sobre los que se creen maestros y enseñan a otros, sin de verdad serlo. La frase en la que pregunta si un ciego puede guiar a otro ciego expresa lo que puede suceder en las comunidades si alguien no se ha formado adecuadamente y se cree maestro: puede conducir también a los otros al error. 

"La frase en la que [Jesús] pregunta si un ciego puede guiar a otro ciego expresa lo que puede suceder en las comunidades si alguien no se ha formado adecuadamente y se cree maestro: puede conducir a otros al error": teóloga Consuelo Vélez

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No debemos olvidar la necesidad de humildad suficiente para siempre estar a la escucha del maestro —Jesús mismo— y solo desde él decir algo a los demás. No creerse poseedor de la verdad, sino siempre aprendiz en continua conversión, haría mucho bien al crecimiento de cualquier comunidad.

En ese mismo ámbito comunitario, el otro ejemplo sucede más de lo que pensamos. Siempre vemos la 'pelusa' del hermano y no nos detenemos en las propias 'vigas' que, con mucha seguridad, tenemos. Jesús nos invita al conocimiento propio, al reconocimiento de la propia realidad, lo cual nos hace humildes y comprensivos con los demás.

La vida comunitaria solo puede florecer cuando nos relacionamos desde el convencimiento de que todos somos aprendices del maestro, todos necesitados de crecimiento personal, comprometidos con el mutuo sostenimiento para conseguir ese corazón bueno del que saldrán, efectivamente, frutos buenos.