
Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Escenas de la vida de Cristo), fresco de Giotto Di Bondone, 1584. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
«Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ‘¿Por qué lo desatan?’, respondan: ‘El Señor lo necesita’". Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: "¿Por qué lo desatan". Y ellos respondieron: "El Señor lo necesita". Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz por todos los milagros que habían visto. Y decían: "¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!". Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Pero él respondió: "Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras"» (Lc 19, 28-40). *
Comenzamos la Semana Mayor con el llamado Domingo de Ramos, que consiste en la entrada de Jesús a Jerusalén, hilo conductor del Evangelio de Lucas, el cual va desarrollando su narración con la finalidad del viaje de Jesús a Jerusalén (Lc 9, 51).
En una corta semana se va a condensar, por una parte, el éxito que Jesús ha tenido en su predicación, lo cual se muestra con la gente que va extendiendo sus mantos en el camino por donde va pasando Jesús, subido en el asno (notemos que Lucas no habla de los ramos, como sí los mencionan los otros Evangelios: Mt 21, 8); y, por otra, la persecución y muerte que sucederá a continuación.
La teóloga laica Consuelo Vélez reflexiona sobre el Domingo de Ramos: "Acostumbrados, como estamos, a una Iglesia más poderosa que servicial o más institucionalizada que carismática, no sería difícil que queramos un reino de poder".
El texto nos habla, sobre todo, del tipo de reinado que Jesús ha predicado. No se refiere al rey poderoso y lleno de riquezas —que entraría en un caballo—, sino al rey humilde que va en un asno.
Mateo y Juan hacen referencia al texto del profeta Zacarías (9, 9-10), mientras que Lucas lo omite. De todas maneras, este rey pacífico de Zacarías constituye el signo profético que Jesús quiere dar con su entrada a Jerusalén en un asno.
Lo que sí muestra es la autoridad de este rey, no basada en el poder sino en la autenticidad de lo que anuncia e instaura. Esa autoridad se muestra en la seguridad con la que Jesús manda a sus discípulos para desatar el asno y la disponibilidad del dueño del mismo para dárselo.
Los fariseos aparecen aquí por última vez en el Evangelio de Lucas, pidiéndole a Jesús que reprenda a sus discípulos. No se dicen las razones para tal petición. Pero Jesús va más allá y afirma que "si ellos callaran, gritarán las piedras". Este texto parece aludir a Hab (2, 11) y muestra la irreversibilidad del reino anunciado por Jesús que, tarde o temprano, se instaurará en medio del pueblo.
Conviene pensar, en este día, en el reinado que esperamos y, por tanto, en el reinado que anunciamos. Acostumbrados, como estamos, a una Iglesia más poderosa que servicial o más institucionalizada que carismática, no sería difícil que queramos un reino de poder, de imposición, de lograr los objetivos trazados más que mantener la fidelidad al reino del servicio, de la libertad, de la paz. Especialmente este don de la paz, se hace urgente en el mundo convulsionado que hoy vivimos.
La buena noticia del reino apoya, sostiene e impulsa la paz que nos viene de Dios. Renovemos este compromiso de reconocer al Jesús, rey de paz y de servicio y reflejémoslo con nuestras actitudes y obras.
* Nota aclaratoria: En la eucaristía de este día se lee toda la pasión del Señor Jesús (Lucas 22, 14-23,56) pero para este comentario nos detendremos en la entrada de Jesús a Jerusalén.