De nuestra colaboración depende que el pan se multiplique y todos queden saciados

Comentario al Evangelio del domingo XVII del Tiempo Ordinario

Refugiados en la isla griega de Cos reciben una comida gracias a Cáritas. (Foto: cortesía de Religión Digital, tomada de Caritas/ Natalia Tsoukala)

Refugiados en la isla griega de Cos reciben una comida gracias a Cáritas. (Foto: cortesía de Religión Digital, tomada de Caritas/ Natalia Tsoukala)

Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones  dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Después de esto se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: “¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”. Se lo decía para probarle porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco”. Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es eso para tantos?”. Dijo Jesús: “Hagan que se recueste la gente”. Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: Recojan los trozos sobrantes para que nada se pierda. Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: “Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo”. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo». (Jn 6, 1-15).

Este domingo se interrumpe el relato del Evangelio de Marcos y se introduce el de Juan, que seguiremos durante varios domingos. Juan dice que está próxima la Pascua, lo cual implicaría que Jesús fuera a Jerusalén; pero, por el contrario, Jesús está en Galilea con los suyos.

Para Juan ya no son tan importantes las referencias judías; él las remplaza por el mismo Jesús. Las multitudes lo siguen por lo signos que ha realizado, pero más adelante el Evangelio va a decir que lo siguen por el pan que los ha saciado. Por tanto, no es un seguimiento discipular, exactamente, es más bien, la coyuntura de encontrar en Jesús alguien que les está transformando las situaciones, concretamente curando enfermos, realidad que para los judíos significaba exclusión de la mesa del reino.

"Contemporáneamente [Juan 6, 1-15] se interpreta como la capacidad que tiene la sororidad de hacer multiplicar los panes y peces como posibilidad de mover el corazón de los humanos para que nadie pase necesidad": teóloga Consuelo Vélez

Tweet this

Pero a Jesús no le interesa los motivos de los que están allí. Lo que él ve es la necesidad de la gente. Por eso, Jesús entabla un diálogo con Felipe preguntándole dónde van a comprar más comida para saciar el hambre de todos. La respuesta es preocupante: solo hay cinco panes y dos peces. Pero Jesús los hace recostar, lo cual es signo de comensalidad, y los panes y peces alcanzan para todos y aún sobra.

Este signo hace que muchos lo reconozcan como el profeta que había de venir al mundo. Sin embargo, otros lo quieren hacer rey; es decir, no entienden la predicación de Jesús ni las obras que realiza. Y, a veces, no hay argumentos que valgan. Tal vez por eso Jesús se retira al monte, esta vez solo, para mantenerse fiel a la misión encomendada. Sería muy fácil dejarse llevar por las multitudes, buscando reconocimiento y privilegios. Pero para Jesús este no es el camino. Su fidelidad al reino que anuncia lo hace aceptar el fracaso con sus seguidores y esperar que el reino dé su fruto, muy por encima de las propias fuerzas.

Contemporáneamente este pasaje se interpreta como la capacidad que tiene la fraternidad/sororidad de hacer multiplicar los panes y peces, no como actos milagrosos y extraordinarios, sino como posibilidad de mover el corazón de los seres humanos para que nadie pase necesidad. Y esta interpretación es perfectamente válida. 

En nuestro mundo actual hace falta poner el mensaje de este día en acción hacia tantos proyectos tan urgidos de realización. Multiplicar el pan signo de la justicia social. Multiplicar el pan, aceptando la pluralidad cultural y religiosa de nuestros pueblos, signo de la inclusión en la diversidad. Multiplicar el pan de la igualdad fundamental de todos en la Iglesia. Multiplicar el pan de la novedad y la reforma eclesial para que la iglesia pueda ser casa de todos. En otras palabras, urge multiplicar el pan de la justicia y el bien. La llamada está hecha por parte de Dios, de nuestra colaboración depende que el pan se multiplique y todos queden saciados.