¿A dónde vamos a ir si no recuperamos lo esencial del Evangelio?

Comentario al Evangelio del domingo XXI del Tiempo Ordinario

La Llamada de los Apóstoles, de Domenico Ghirlandaio, 1481 d. C., Capilla Sixtina, Vaticano. (Foto: cortesía Perledarte, en Enciclopedia de la Historia del Mundo)

La Llamada de los Apóstoles, de Domenico Ghirlandaio, 1481 d. C., Capilla Sixtina, Vaticano. (Foto: cortesía Perledarte, en Enciclopedia de la Historia del Mundo)

Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?”. Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Y cuando vean al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? (…) El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: “Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre”. Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren marcharse?”. Le respondió Simón Pedro: “Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”». (Jn 6, 60-69)

Este domingo termina el largo discurso sobre el pan de vida que nos ha acompañado todo este mes de agosto. Si en los domingos anteriores Jesús se dirigió a la multitud y luego a los judíos, ahora se va a dirigir a los discípulos y concretamente a los Doce. Se esperaría que ellos sí hubieran entendido a Jesús, pero el texto, inicialmente, muestra todo lo contrario.

Los Doce también murmuran, comentando que es muy duro ese lenguaje. Es decir, reconocer en Jesús la presencia de Dios no se ajusta a sus lógicas y les parece un lenguaje duro, difícil de escuchar. Rompe con la tradición judía, con la trascendencia de Dios, con el buscarlo subiendo a los cielos, todo lo contrario a ese Dios que ha bajado en Jesús y se encarna en la cotidianidad de la historia.

Nuevamente Jesús sale al paso, sabiendo lo que están murmurando, y les explica una vez más: el Espíritu es el que da vida, todo lo que Él les ha dicho es Espíritu y vida. El texto dice que Jesús sabe que hay algunos que no creen e, incluso, que alguno de ellos lo va a entregar.

"Lo que está en juego es la fidelidad al Evangelio que se nos ha comunicado. La historia de la Iglesia nos muestra cómo vamos domesticando el Evangelio y, una y otra vez, necesitamos convertirnos": teóloga Consuelo Vélez

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Las siguientes palabras de Jesús no se pueden entender cómo si ya hubiera algunos predestinados para seguir a Jesús y otros no, al decir que “nadie viene a él si el Padre no se lo concede”. Hay que entenderlo en el contexto del don de Dios que nos llega, a la gracia de la fe que no depende de nuestras fuerzas sino del Dios mismo.

El texto va terminando, señalando las posibilidades que se tienen frente a Jesús. Muchos discípulos se vuelven atrás. Definitivamente no creen en Jesús. Prefieren volver a lo conocido. Es demasiado riesgo aceptar los valores del reino. El fracaso comienza, ese fracaso que llegará hasta la cruz.

Jesús entonces se vuelve sobre los suyos, sobre los más cercanos para hacerles la pregunta que marca la diferencia: “¿También ustedes quieren marcharse?”. Pero aquí Pedro tiene la oportunidad de reafirmar la fe: Jesús tiene las palabras de vida eterna, ellos creen y van a seguir con Él.

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos también nos la dirige a nosotros. Lo que está en juego es la fidelidad al Evangelio que se nos ha comunicado y sabemos que no es fácil. La historia de la Iglesia nos muestra cómo vamos domesticando el Evangelio y, una y otra vez, necesitamos convertirnos.

En la realidad actual, la llamada a la sinodalidad es una llamada a la conversión. A más de uno, hoy también Jesús les podría preguntar si quieren marcharse de este camino sinodal. Aunque no está fácil dejar el clericalismo —mucho más difícil incluir verdaderamente a las mujeres y casi imposible que se escuchen todas las voces y se responda a sus demandas— ojalá que repitamos las palabras de Pedro de no marcharnos sino empujar con todas nuestras fuerzas la Iglesia sinodal en misión, mucho más parecida a la Iglesia que Jesús quería.