Con María, vivamos el discipulado a lo largo del año

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Retablo Martinengo (detalle), óleo de Lorenzo Lotto. (Foto: Wikimedia Commons)

Retablo Martinengo (detalle), óleo de Lorenzo Lotto. (Foto: Wikimedia Commons)

«Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado. Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido» (Lucas 2, 16-21).

Comenzamos el año celebrando a María, Madre de Dios. Lucas nos presenta, en la lectura que se nos propone para esta festividad, un rasgo de María que conviene explicarlo bien: "María conservaba y meditaba todo en su corazón". La lectura tradicional asocia más estas actitudes a la visión de las mujeres en la sociedad patriarcal, capaces de guardar en silencio lo que no entienden o lo que les hace sufrir o lo que consideran que no se puede cambiar. 

Pero desde la hermenéutica feminista estas palabras tienen otra resonancia. Nos muestran a la María que sabe reflexionar, cuestionar, meditar, profundizar los acontecimientos de la historia para responder de la mejor manera a ellos. 

"María conservaba y meditaba todo en su corazón”. Desde la hermenéutica feminista estas palabras (…) nos muestran a la María que sabe reflexionar, cuestionar, profundizar los acontecimientos de la historia": teóloga Consuelo Vélez

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Y, aunque contamos con pocos datos sobre María a lo largo de los Evangelios, podemos encontrarnos con una María que sabe acompañar a su Hijo en la misión que realiza, que es capaz de "adelantar su hora" (bodas de Caná) y entrar en la lógica de la familia del reino (cuando van a buscarlo y Jesús les dice que su madre y sus hermanos son los que escuchan la palabra), que permanece a su lado en el momento de la crucifixión y está con los discípulos en la venida del Espíritu Santo.

Es decir, la meditación de María de los acontecimientos es fuerza para un discipulado vivido activamente, abriéndonos así el camino para la vivencia de nuestro discipulado. Su título como Madre del Señor es ante todo una afirmación cristológica de la divinidad de Jesús más que un atributo de María, alejándola de su ser como una persona humana, como todos los creyentes.

El Evangelio de hoy nos invita también a seguir profundizando en la lógica de la encarnación del Hijo de Dios. En un pesebre es reconocido por las personas sencillas de ese contexto: unos pastores pobres que creen el anuncio del ángel y se maravillan ante un Niño que de todo debería dar imagen, menos de ser el salvador del mundo. Pero así es la lógica de Dios, y de ahí el pedir entrar por esos caminos de la sencillez para seguir al Jesús que nace del lado de los pobres o como se ha dicho desde el contexto latinoamericano "desde el reverso de la historia". El texto continúa mostrando como la vida del Niño sigue las reglas de la encarnación en su cultura y su religión: es circuncidado a los ocho días —como todo niño judío— y le ponen el nombre de Jesús, que significa: Dios Salva.

Que María siga acompañando nuestro caminar a lo largo del año, ayudándonos a reconocer en este Niño del pesebre al Dios que nos sigue salvando en el presente que vivimos.