Los avances inimaginables en educación y formación de las religiosas a nivel global

La Hna. de la Presentación Joyce Meyer (segunda por la izquierda) y otros participantes posan para una foto en Lusaka, Zambia, durante la reunión de hermanas celebrada del 29 al 31 de mayo de 2024 y patrocinada por la Fundación Conrad N. Hilton. (Foto: GSR)

La Hna. de la Presentación Joyce Meyer (segunda por la izquierda) y otros participantes posan para una foto en Lusaka, Zambia, durante la reunión de hermanas celebrada del 29 al 31 de mayo de 2024 y patrocinada por la Fundación Conrad N. Hilton. (Foto: GSR)

Joyce Meyer

International Liaison, Global Sisters Report

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Traducido por Carmen Notario

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Nota de la editora: La serie Vida Religiosa en Evolución explora cómo las hermanas católicas se están adaptando a las realidades de las congregaciones en transición y a las nuevas formas de vida religiosa. Aunque a menudo escribimos sobre estas tendencias, esta serie en particular se centrará más en las esperanzas de las hermanas para el futuro.

El pasado mes de mayo, tuve la oportunidad, junto con Doreen Ajiambo, corresponsal de GSR en África y Oriente Medio, de participar en una reunión de hermanas patrocinada por la Fundación Conrad N. Hilton y celebrada en Lusaka, Zambia.

Fue una reunión de 120 hermanas y colaboradores de muchas partes del mundo. Las hermanas son líderes en asociaciones mundiales, nacionales y locales, tanto seculares como eclesiásticas. Los objetivos de la reunión eran:

  • reforzar los esfuerzos para construir una red mundial de hermanas;
  • dar voz a las hermanas en muchos asuntos importantes de nuestro mundo;
  • arrojar luz sobre el valor de construir una infraestructura de datos para seguir el impacto de los servicios de las hermanas para hacer del mundo un lugar más justo y equitativo.

Entre los temas que se trataron figuran el envejecimiento y el cuidado de las hermanas mayores, la lucha contra la trata de seres humanos, la protección, las comunicaciones, la recopilación de datos, la educación, las finanzas y la sostenibilidad de la organización, la formación religiosa, la atención sanitaria, el desarrollo de los medios de subsistencia y diversos tipos de liderazgo.

Fue una experiencia impresionante ser testigo de la colaboración y el trabajo en red, ya que las antiguas actitudes de las congregaciones de religiosas de aislarse en ellas mismas se desvanecían ante mis ojos y se transformaban en un sentimiento de sororidad global. Las hermanas estaban experimentando claramente el valor de compartir y contribuir a conjuntos más amplios de lo que conocían en sus congregaciones individuales.

El entusiasmo y la creatividad eran palpables en la variedad de paneles de hermanas y colaboradores laicos que compartían sueños, retos y experiencias comunes en las áreas en las que estaban trabajando. Experimentaron una visión cada vez más amplia del mundo a través del diálogo con los líderes eclesiásticos y locales, la importancia de la defensa para promover una comunidad sólida, el valor de la investigación y la recopilación de datos que conducen a enfoques basados en pruebas para el trabajo en cuestión, y la importancia de construir redes para aumentar el impacto entre aquellos a los que se sirve. 

Hermanas católicas asisten a sesiones durante la reunión 'Iniciativa de Hermanas Católicas de la Fundación Hilton' en Lusaka, Zambia, el 30 de mayo de 2024. (Foto: GSR /Doreen Ajiambo)

Hermanas católicas asisten a sesiones durante la reunión 'Iniciativa de Hermanas Católicas de la Fundación Hilton' en Lusaka, Zambia, el 30 de mayo de 2024. (Foto: GSR /Doreen Ajiambo)

Mientras participaba en las conversaciones de las mesas y observaba las numerosas actividades de grupo, me invadió una sensación de asombro y entusiasmo por la evolución de la vida religiosa y su importante servicio en todo el mundo durante los últimos 25 años.

Las hermanas aquí reunidas eran la segunda o incluso la tercera generación de aquellas con las que yo había trabajado a principios de la década de 2000. Estas mujeres son líderes, cultas y elocuentes, no solo a nivel local sino también mundial. Están teniendo un impacto inestimable en sus países y en el mundo al alzar sus voces para solidarizarse con los menos afortunados e involucrando a las comunidades con ellas.

También sentí una intensa gratitud por haber formado parte de esta evolución. Mi emoción me llevó de vuelta al camino que hice con las hermanas a nivel internacional.

Comenzó con mis cinco años de misionera en Zambia, entre 1981 y 1986. No era mi intención trabajar con hermanas, ya que inicialmente fui como profesora de inglés al Kasiya Secretarial College. Sin embargo, tuve la suerte, debido a mi formación académica, de que me pidieran que participara ocasionalmente en algunos de los programas del Centro de Estudios de Kalundu, administrado por las Hermanas Franciscanas Misioneras para África.

Este centro se había puesto en marcha para formar a las hermanas que serían formadoras de las jóvenes que entraban en sus congregaciones religiosas. Este trabajo me introdujo en un nuevo mundo de vida religiosa y de hermanas de toda África. Fue emocionante y asombroso, y sin duda fue la primera vez que conocí a mujeres de entre 25 y 30 años que trabajaban con obispos en la fundación de nuevas congregaciones indígenas. 

Este trabajo intermitente se convirtió en una aventura a tiempo completo cuando, al cabo de tres años en el colegio de Kasiya, me contrataron para el puesto de secretaria de la Asociación de Hermandades de Zambia, donde gestionaba las actividades de la conferencia e impartía cursos sobre vida religiosa a las hermanas jóvenes de las distintas congregaciones de toda Zambia y países vecinos.

Después de dos años y medio en este puesto, me llamaron a casa para durante los siguientes 12 años formar parte del liderazgo de nuestra congregación. Entonces solicité y fui contratada para el puesto de directora ejecutiva de la  Fundación Conrad N. Hilton para Hermanas. (La Fundación Conrad N. Hilton es uno de los principales financiadores de Global Sisters Report).

La misión del fondo era recibir solicitudes y conceder financiación para proyectos de desarrollo de las hermanas en todo el mundo. Debido a los  Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas del año 2000, nos centramos en los países menos desarrollados. Así pues, la mayor parte de nuestro trabajo fue con congregaciones indígenas, muchas de ellas recién fundadas, que vivían y trabajaban en zonas rurales remotas porque era allí donde había más necesidades.

El fondo era nuevo para las hermanas de la mayoría de los países, ya que no se creó hasta 1986. Mi tarea consistía en presentar el fondo a las hermanas de todo el mundo, pero también en supervisar dónde y cómo se utilizaban las subvenciones.

Cuando visitaba los proyectos en estas zonas remotas, no dejaba de sorprenderme la resistencia y la creatividad de estas mujeres. La mayoría trabajaban en parroquias o en pequeños proyectos educativos, sociales o agrícolas de la congregación, y tenían pocos recursos, si es que tenían alguno, por lo que las subvenciones eran como maná caído del cielo.

Pero la novedad también conlleva retos. La mayoría de las hermanas de las regiones rurales remotas de sus países sabían muy poco inglés, a no ser que fueran ciudadanas de países donde el inglés era lengua nacional, y trabajaban principalmente con personas que hablaban lenguas nativas. Y, a pesar de ello, por nuestra parte, les exigíamos que presentaran las solicitudes de subvención en inglés, y esa no era la única barrera. Tenían que mecanografiar las respuestas, luego cortarlas y pegarlas en los formularios y enviarlas por correo. 

A estos problemas técnicos se sumaba el hecho de que pocas tenían experiencia en el lenguaje presupuestario o financiero. Esto significaba enseñar el significado y la finalidad de los presupuestos y la contabilidad, además de informar sobre cómo se habían utilizado los fondos. No había ordenadores, solo faxes, e Internet era solo un sueño en el futuro.

En aquellos años, muchas hermanas tenían una educación limitada. Las jóvenes entraban en la vida religiosa después del séptimo u octavo curso, pero podían tener 16 o 17 años o, si eran afortunadas, asistían al instituto hasta el 10.º curso. Las que tenían 10 años podían estudiar magisterio o enfermería. Una de nuestras iniciativas fue ofrecer becas para que las hermanas terminaran el bachillerato y así tener la posibilidad de cursar estudios universitarios.

Durante los 12 años que fui directora se produjeron muchos cambios. Las organizaciones tomaron conciencia de la necesidad de que las hermanas cursaran estudios superiores y encontraron la manera de proporcionar fondos para ordenadores y formación. Así empezó el milagro de los conocimientos tecnológicos de las hermanas.

Cuando aparecieron los teléfonos móviles, las cosas cambiaron radicalmente. Aquí, en nuestra reunión, nadie carecía de un teléfono para la comunicación internacional y las posibilidades de educación.

Esta es sólo una breve historia de los inimaginables avances que han hecho las hermanas internacionales y de cómo su acceso a la educación y la formación han repercutido en el desarrollo de sus países, espiritual, social y económicamente. Sigo deseando que hubiera alguna forma de que sus países y nuestra iglesia reconocieran el valor de estas mujeres.

Y ahora que se asocian con otros, su impacto no hará sino crecer. Salí de la reunión con gran esperanza y confianza en que estas mujeres, trabajando juntas, cumplirán los objetivos de la reunión y realizarán cambios aún más drásticos para la mejora de nuestras sociedades en todo el mundo.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el  22 de julio de 2024.