La Hna. María Fe Rollo, de pie al fondo, con su clase de aritmética y alfabetización en marzo de 2018 en el Centro de Atención San Isidro. (Foto: cortesía María Fe Rollo)
María Fe Rollo es Hermana Misionera de la Sociedad de María desde hace 15 años. Nacida en Davao City, Filipinas, entró en la congregación a los 36 años atraída por su carisma misionero de ir a las fronteras para proclamar el Evangelio, inspirada y confiada en la ayuda de María. Ella se formó como profesora de secundaria, pero ha enseñado educación religiosa en centros de primaria, secundaria y terciaria, sobre todo en Davao City, Maitum y General Santos City, en el sur de Filipinas.
En 2013, la Hna. Georgeanne Marie Donovan, líder congregacional de la Hna. Fe Rollo en aquel momento, le preguntó si estaría dispuesta a ser enviada a las Islas Salomón, en el Pacífico Sur, para trabajar como voluntaria en el San Isidro Care Centre, una escuela para personas sordas. Fe Rollo se tomó un mes para rezar y considerar la petición, y aunque no conocía el lenguaje de signos, dijo que sí.
Situado en la isla de Guadalcanal, a unos 45 km (28 millas) al noroeste de la capital, Honiara, el San Isidro Care Centre fue fundado por el difunto Hno. George van der Zant, de la Sociedad de María, en 2007, constituyéndose en un centro de formación profesional para estudiantes sordos, cuyas edades oscilan entre los 16 y los 40 años, que viajan desde todas las Islas Salomón para asistir al internado; y aunque los alumnos son mayoritariamente católicos, está abierto a cualquier persona sorda. Desde sus comienzos, unos 180 alumnos se han graduado en el centro.
Los alumnos y el personal del Centro de Atención San Isidro posan para una foto de grupo en octubre de 2021 en el exterior del taller del centro. La Hna. María Fe Rollo está sentada, quinta por la derecha, en la fila del medio. (Foto: cortesía María Fe Rollo)
Fe Rollo llegó como voluntaria en 2014 para enseñar educación cristiana y cinco años después fue nombrada directora del centro. Junto con su equipo de 10 personas, incluida otra hermana de su congregación, la Hna. Sonia Tulili de Vanuatu, el Centro de Atención San Isidro ofrece alfabetización básica, aritmética, formación práctica en habilidades para la vida (incluyendo carpintería, costura y artesanía, economía doméstica), formación cristiana y Auslan [Australian Sign Language], lengua de signos australiana. Todos los profesores hablan por señas.
Ahora, la religiosa es la cocreadora de un nuevo proyecto con la Universidad Católica Australiana y representantes de la Autoridad de Educación Católica de la Arquidiócesis de Honiara para formar en Auslan a 16 personas sordas y oyentes de todas las Islas Salomón, de tal manera que puedan viajar a comunidades remotas donde viven niños y jóvenes sordos y sus familias.
El proyecto ha sido financiado gracias a una subvención para investigación de cerca de 500 000 dólares del Programa de Apoyo al Sector Educativo de las Islas Salomón, una asociación llevada a cabo entre los gobiernos de las Islas Salomón, Australia y Nueva Zelanda. Fe Rollo espera que este proyecto contribuya a cambiar y mejorar la vida de sus alumnos, sus familias y la comunidad de las Islas Salomón en general.
Fe Rollo compartió con Global Sisters Report la experiencia de cómo su papel misionero de profesora y educadora se ha convertido también en el de estudiante y defensora de la comunidad sorda de las Islas Salomón.
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GSR: Antes de llegar al Centro de Atención San Isidro, ¿tenía alguna experiencia con el lenguaje de signos o con el trabajo con comunidades sordas?
Fe Rollo: En Filipinas, durante mi adolescencia aprendí el alfabeto en lengua de signos americana. Pero cuando llegué a San Isidro, fue cuando descubrí que la lengua de signos es una lengua en sí misma y que los distintos países tienen su propia lengua de signos, igual que la lengua hablada.
Cuando llegué en julio de 2014 pasé un tiempo observando y me incorporé a la clase aprendiendo signos con los alumnos. En febrero de 2015 empecé a dar clases de educación cristiana con la ayuda de un intérprete. También me ofrecí [como] voluntaria para enseñar la lengua de signos básica a los nuevos alumnos de aquella época.
Ha sido un gran viaje educativo y revelador para mí: entrar en la comunidad sorda, en otra cultura, enseñar en este tipo de situación en la que los alumnos tienen necesidades especiales. Los alumnos también se han convertido en mis maestros. Aún al día de hoy sigo aprendiendo y aprendo de los alumnos. Por ejemplo, cuando doy clase y no conozco la palabra, les pregunto a los alumnos cuál es el signo para esto, y ellos me ayudan.
La Hna. María Fe Rollo con Zach, el alumno mayor de 2.º curso de San Isidro, en su clase de lectura en lengua de signos en el Centro de Atención San Isidro en agosto de 2019. (Foto: cortesía María Fe Rollo)
¿Cómo surgió el proyecto de investigación con la Universidad Católica Australiana y representantes de la Autoridad de Educación Católica?
Habíamos oído experiencias de familias de alumnos que decían: “Hermana, queremos aprender el idioma que estáis enseñando a los alumnos en la escuela. Es bueno que aprendan el idioma allí, pero no podemos comunicarnos con ellos”.
Estudiantes aprenden a tejer macramé en la clase de habilidades para la vida de la Hna. Sonia Tulili en septiembre de 2021, en el Centro de Atención San Isidore. Tulili aprendió macramé en la asociación de moda de Honiara, la capital de las Islas Salomón. (Foto: cortesía María Fe Rollo)
De vuelta a casa, los alumnos desarrollaron un lenguaje de signos siguiendo el dialecto local. Esto es diferente a lo que se enseña en San Isidro. Así que cuando empecé a enseñar aquí en 2014 como voluntaria y estaba en el proceso de aprender Auslan básico, muchas veces no podía llegar a los estudiantes debido a la barrera del idioma. Necesitaba llamar a un miembro del personal de donde eran la mayoría de los estudiantes.
Llegaron a nuestros oídos muchas de estas historias y cuando lo compartimos con la Autoridad de Educación Católica Jackson Meke (que ha apoyado al Hermano George desde el principio), él y su compañera, la Dra. Mellita Jones de ACU, pudieron ayudarnos a germinar y hacer crecer la idea y materializarla en este proyecto.
La Hna. Sonia Tulili, de pie al fondo, con su clase de alfabetización y aritmética de 3.º y 4.º curso en octubre de 2022, en el San Isidro Care Centre. En las clases académicas (lengua de signos, matemáticas, inglés, salud y educación cristiana) los alumnos forman grupos según su capacidad. (Foto: cortesía María Fe Rollo)
¿Por qué es tan importante para usted este proyecto?
Es nuestra forma de continuar con nuestro apoyo a los estudiantes sordos para que puedan participar mejor en la vida de sus familias y de la comunidad cuando vuelvan. Nuestros alumnos aprenden mucho en el centro, así que podrán contribuir cuando vuelvan a casa.
Como profesora, yo también aprendo mucho de ellos y soy testigo de cómo crecen en el ámbito del aprendizaje de habilidades, de cómo crecen en confianza en sí mismos y en su sentido de sí mismos y de quiénes son. Así que nos sentimos responsables de seguir apoyándoles cuando vuelven a la familia y a la comunidad para que puedan compartir lo que han aprendido y para que la familia y la comunidad les ayuden a construir sus vidas, a crear sus propias familias y a participar en actividades económicas que les ayuden a ellos y a sus familias.
Una estudiante coloca una tanda fresca de bollos en el horno en octubre de 2021 en el Centro de Atención San Isidro. (Foto: cortesía María Fe Rollo)
Parece que lo que hacen en San Isidro está cambiando realmente la vida de sus alumnos.
Sí, sí, es otra forma de decirlo. Queremos seguir contribuyendo a mejorar sus vidas.
Cuando vienen al centro, se les presenta un estilo de vida diferente al que experimentan en casa en cuanto al uso de la sanidad y la higiene, y la disciplina es un valor fundamental que enseñamos. Los animamos a ser puntuales, a seguir el horario, a aprovechar el tiempo y a asumir responsabilidades en el cuidado de los demás, de las cosas de la escuela y en el cuidado de los animales.
Esperamos que cuando vuelvan a sus familias y a su comunidad, lleven consigo lo que han aprendido en San Isidro con más confianza y puedan recrearlo, y que también puedan efectuar cambios para la familia y la comunidad. Es lo que el hermano George, nuestro difunto fundador, les decía siempre para animarlos: “Pensad siempre en vuestro futuro. Queremos ayudaros por el bien de vuestro futuro para que tengáis un futuro mejor”. Siempre repetía eso y es un legado que intentamos continuar e inculcar a cada alumno que sigue viniendo a San Isidro.
Alumnos reciclan plástico en bolsos y monederos en junio de 2021 en el Centro Asistencial San Isidro. (Foto: cortesía María Fe Rollo)
¿Cuáles han sido algunas de las gracias o momentos culmen de su ministerio?
Llevo muchos años enseñando y, tras mi primera profesión como Hermana Misionera de la Sociedad de María, fui enviada a mi país de origen [Filipinas], donde trabajé con jóvenes escolares.
Cuando me propusieron ir de misión fuera de mi país y a una escuela de sordos, fue una noticia emocionante para mí. Ya era profesora y tenía mucha experiencia en la enseñanza, pero cuando entré en San Isidro descubrí como misionera lo importante que es permanecer abierta y permitirme seguir aprendiendo, porque estoy entrando en una comunidad diferente, en una cultura diferente (la cultura de las Islas Salomón) y además estoy entrando también en otra cultura, que es la cultura de los sordos de las Islas Salomón. Así que he tenido que desprenderme mucho de lo que creía saber.
No fue fácil, pero al mismo tiempo mantenía la esperanza, porque una cosa que he descubierto de mí misma en estos ocho años es que siempre estoy abierta a nuevas posibilidades, y eso me entusiasma.
Cuando veo o me encuentro con los estudiantes, les digo: “Cada uno de vosotros tiene muchas posibilidades, cosas buenas que podrían pasar con vosotros”. Y, la verdad, estar con ellos me hace descubrir que cada uno es especial y único.
A lo largo de los años he tenido la hermosa oportunidad de ver crecer a cada uno de ellos, especialmente cuando empezaron a aprender a signar habiendo venido de un pueblo muy lejano al centro por primera vez. La mayoría de ellos aprenden más rápido cuando se mezclan con otros alumnos en el aula. Y cuando veo a una persona nueva que aprende a signar y sale, la confianza empieza a crecer en su interior. Y cuando veo que empiezan a pasar al frente de la clase para dirigir la oración o signar una canción, es un momento increíble para mí.
Los alumnos bailan durante la graduación de noviembre de 2021 en el salón comunitario del Centro San Isidro. (Foto: cortesía María Fe Rollo)
¿Qué la sostiene y alimenta en su ministerio?
Es saber que estoy ayudando y que no es solo mi trabajo. Muchas veces cuando estoy cansada y me quejo, pienso: “Podría haber dicho que no a todo esto”, y después me digo: “Pero no puedo”. Y entonces empiezo a pensar en todas las demás posibilidades y en qué más podemos hacer para ayudar.
Ahora, estoy intentando tramar otra posibilidad con Cáritas Australia para proporcionar empleo a nuestros graduados y, al mismo tiempo, ayudar al centro en sus esfuerzos por la sostenibilidad y la autosuficiencia. Queremos aprovechar las habilidades de nuestros mejores graduados en costura, artesanía, fabricación de muebles y mejora de nuestra pequeña agroindustria.
¿De qué se siente más agradecida?
Estoy agradecida de ser una Hermana Misionera de la Sociedad de María. Si no, no me habrían enviado a las Islas Salomón y no habría conocido a esta gente maravillosa, especialmente a los estudiantes con los que he vivido y trabajado desde 2014, cuando llegué allí. Siempre estaré agradecida por eso, por este viaje, por la confianza que me han dado para estar allí en nombre de todas nuestras hermanas y ayudar.
Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 24 de enero de 2023.