Vulnerabilidad y fortaleza de la mujer migrante latinoamericana

Partieron juntas y llegaron a Belén (Rut 1,19)

Mujeres migrantes de Venezuela y Haití se preparan para embarcar en Necoclí, Colombia, el 28 de abril. Todas ellas, muy jóvenes y valientes. (Foto: GSR/Manuel Rueda)

Mujeres migrantes de Venezuela y Haití se preparan para embarcar en Necoclí, Colombia, el 28 de abril. Todas ellas, muy jóvenes y valientes. (Foto: GSR/Manuel Rueda)

por María Laura Torres Sánchez

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Nota de la editora: La serie Acogiendo al Extranjero de Global Sisters Report examina más de cerca a las religiosas que trabajan con inmigrantes o migrantes. Las entregas presentan a hermanas y organizaciones que colaboran en red para servir mejor a quienes cruzan las fronteras, exploran las tendencias migratorias mundiales y abordan el tema de la inmigración en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

El fenómeno de la migración femenina ha crecido notablemente en los últimos años debido a diversas causas: la falta de oportunidades laborales y educativas en los países de origen, la violencia, abusos, discriminación por género, entre otros factores.

Cabe destacar que la migración históricamente siempre ha existido, pero era más común que los hombres emigraran en busca de mejores oportunidades. Sin embargo, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reporta que la migración femenina representa el 49 % a nivel mundial, y en América Latina ha aumentado a 50.1 %, por lo que migran más mujeres que hombres, fenómeno conocido como la 'feminización de la migración' (OIM, 2023).

Estando en 2018 en la ciudad de Nuevo Laredo, Tamaulipas, México, tuve la oportunidad de presenciar esta realidad cuando visitaba la Casa del Migrante Nazareth., dirigida por los scalabrinianos. A veces acompañaba la llegada de personas, en su mayoría mujeres; compartía la eucaristía, la cena y escuchaba sus relatos sobre el camino hacia la 'tierra prometida', donde la esperanza era cada vez más fuerte, y muchos decían: "Ya pasamos lo peor, y nos falta poco para cruzar". Era desgarrador escuchar y ver la vulnerabilidad en los rostros adoloridos, decepcionados por una deportación, desesperanzados al no tener recursos económicos para continuar, y marcados al revivir episodios de abusos de todo tipo a los que fueron expuestos.

Recuerdo el rostro de algunas mujeres, como el de una hondureña que me decía: "Hermana, ya me han violado seis veces; me golpearon y me robaron todo, pero espero poder cruzar". Otra venía embarazada, con la ilusión de que su hijo naciera en Estados Unidos para un futuro mejor, aunque decía con desilusión: "Nació en México".

"La mujer migrante latinoamericana se aventura arriesgando la propia vida con miras a un futuro mejor. Más allá de su vulnerabilidad se encuentra su fuerza motivadora y resiliente": Hna. María Laura Torres Sánchez

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Al llegar a Chicago, Illinois, el primer relato que escuché de una mujer migrante fue el de mi tía, a quien no veía desde hace veinticinco años, pues tuvo que migrar con su familia, enfrentando todo tipo de incertidumbre y discriminación por cuestión de género. Los hombres tenían el privilegio de cruzar con documentos falsos, mientras que las mujeres debían caminar, separándose muchas veces de sus hijos.

Cada una de estas mujeres, que siguen saliendo de sus países o que ya han cruzado la frontera, son el reflejo fiel de la vulnerabilidad en la que se ven envueltos todos los migrantes, pero de manera especial las mujeres, por la violencia que encuentran en el camino o por la cual huyen de sus países de origen, pasando por precariedades de salud, alimentación e higiene, y expuestas a situaciones nocivas. En su artículo Mujeres migrantes en tránsito por México. La perspectiva cuantitativa y de género, Eduardo Torre Cantalapiedra, investigador de El Colegio de la Frontera Norte, divide en cinco las situaciones a las que se ven expuestas:1) exposición a peligros de la naturaleza; 2) muertes accidentales, violentas y resultado de la delincuencia; 3) robos y asaltos; 4) agresiones sexuales, y 5) trata de personas con fines de explotación sexual.

En medio de tantas zozobras y sinsabores vemos iluminada la travesía de tantas mujeres latinoamericanas que a diario arriesgan la vida al salir de su hogar. Tal como cuenta la historia bíblica del libro de Rut, el fenómeno migratorio entre mujeres ha existido desde tiempos antiguos, obligándolas a salir de su tierra en busca de esperanza: "Nohemí se dispuso a abandonar Moab en compañía de sus dos nueras. Partió con las dos del lugar en que residían y se encaminaron hacia el país de Judá" (Rut 1, 6 -7). 

Para ser bálsamo de esperanza y honrar el nombre de tantas heroínas, me detengo a contemplar que entre la vulnerabilidad y la fortaleza se entreteje la vida del genio femenino. La mujer migrante latinoamericana se aventura arriesgando la propia vida con miras a un futuro mejor. Más allá de su vulnerabilidad se encuentra su fuerza motivadora y resiliente, como describe Pilar De Miguel Fernández en su libro Espiritualidad y Fortaleza Femenina: "La ética resiliente no nace de la autonomía del sujeto mujer, sino de su dolor o de la reacción ante el dolor ajeno. No es algo originario en ella, sino más bien una respuesta a la realidad" (pág. 76). Rut, la moabita, nos descubre a la mujer fuerte que decide salir de su tierra y se hace compañera de camino de su suegra Noemí: "No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré; donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios" (Rut 1, 16).

Rut es capaz de arriesgar y tomar las riendas de su destino, en vistas a lograr la salvación. Entre Rut y las mujeres migrantes se nota la fortaleza que hace el camino más llevadero. Conocer y acompañar estas experiencias de mujeres migrantes fuertes y compañeras de camino que día con día siguen luchando, me llena de orgullo y fortaleza. En mi contexto local sigo aprendiendo que cada historia nos da la oportunidad de escuchar, sentir y empatizar. Propongo que, como sociedad, pongamos la mirada en las Ruts de nuestro tiempo bajo tres acciones que tú y yo podemos llevar a cabo en nuestro contexto local:

Primero, la concientización de la realidad. Aunque hemos oído hablar del tema muchas veces, aún nos cuesta tener una mirada compasiva hacia nuestros hermanos y hermanas migrantes. En América Latina, el tema de la migración sigue siendo algo que poco interesa a los Gobiernos, ya que muchas veces no forma parte de sus agendas o son vistos como una amenaza. Por lo tanto, entendamos la realidad de la migración; promovamos una conciencia empática y solidaria; afrontemos el rechazo a los migrantes, la discriminación y el racismo; impulsemos la fraternidad y la inclusividad.

Segundo, valorar y dignificar la vida de tantas mujeres a la luz de personajes como Rut. Ella, al igual que tantos rostros de hoy, ha mostrado fortaleza y esperanza. De ahí la importancia de implementar en nuestras comunidades espacios litúrgicos para reflexionar sobre la migración femenina y las contribuciones de las mujeres migrantes, transformadoras de sus comunidades y de una realidad colectiva.

Tercero, practicar la inclusión y la escucha del corazón. Ante esta realidad, es nuestra tarea motivar a todos los bautizados para que vivamos en un constante éxodo, buscando la igualdad de género para que ninguna mujer se sienta sola y para que podamos reconocer el papel de las mujeres en la reconstrucción de un mundo mejor. Busquemos que sus voces no sean acalladas, que haya políticas destinadas a protegerlas y darles asistencia; que nadie pierda su dignidad humana como hijos e hijas de Dios.

La mujer migrante latinoamericana tiene mucho que enseñarnos hoy en día, como mujer de fe, misionera de esperanza y defensora de la justicia. En medio de un mundo desfigurado por tantas situaciones, la fuerza femenina sigue siendo fecunda. Es primordial que como sociedad y parroquias construyamos redes de apoyo para que las mujeres migrantes puedan reencontrarse y compartir su espiritualidad. Como mujer, constato que somos bendecidas con el don de la sabiduría, que sabe curar heridas, perdonar y transformar la realidad.

Para cerrar esta reflexión, propongo las siguientes preguntas:

  • ¿Qué podemos aprender de la espiritualidad femenina migrante?
  • ¿Qué más podemos hacer para seguir tejiendo lazos de apoyo para escuchar y salir al encuentro de tantas mujeres migrantes latinoamericanas que siguen cruzando la frontera?
  • ¿Cómo podemos ayudar a otros a reconocer la dignidad de las mujeres migrantes, y la acción de Dios en ellas?
  • ¿Qué podemos hacer para reintegrar a las mujeres migrantes en la sociedad?