ENTREVISTA | Hna. Judy Dohner y la necesidad de democracia en Haití

La Hna. Judy Dohner, fotografiada aquí en Cite Soleil, Haití, trabajó como enfermera y administradora de hospital en el país caribeño de 2002 a 2018. Ella regresó a Estados Unidos y ahora trabaja como voluntaria ayudando a inmigrantes en Immokalee, y sigue de cerca la situación en Haití, que según ella es muy sombría. (Foto: cortesía de Judy Dohner)

La Hna. Judy Dohner, fotografiada aquí en Cite Soleil, Haití, trabajó como enfermera y administradora de hospital en el país caribeño de 2002 a 2018. Ella regresó a Estados Unidos y ahora trabaja como voluntaria ayudando a inmigrantes en Immokalee, y sigue de cerca la situación en Haití, que según ella es muy sombría. (Foto: cortesía de Judy Dohner) 
 

Traducido por Carmen Notario

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La hermana Judy Dohner tiene un punto de vista especial sobre el caos que envuelve a Haití. Ella trabaja como voluntaria en Caridades Católicas de Immokalee (Florida), donde atiende a los inmigrantes, muchos de ellos procedentes de Haití, que necesitan ayuda tras llegar a esta pequeña ciudad del centro suroeste de Florida, considerada el centro de gran parte de la mano de obra inmigrante del estado.

Esta es la segunda vez que Dohner trabaja en Immokalee. Miembro de las Hermanas de la Humildad de María, una comunidad de unas 100 hermanas de Pensilvania, Dohner empezó a trabajar en Immokalee en 1990 como directora del Centro Guadalupe, una organización sin ánimo de lucro afiliada entonces a la diócesis de Venice, Florida, que ofrecía un comedor social y un programa extraescolar para trabajadores agrícolas inmigrantes y sus familias. Muchos de esos servicios se ofrecen ahora a través de Guadalupe Social Services y Catholic Charities, donde en este momento trabaja como voluntaria.

La Hna. Judy Dohner trabaja como voluntaria en Guadalupe Social Services y Catholic Charities en Immokalee, Florida, EE. UU. (Foto: Gail DeGeorge) 

La Hna. Judy Dohner trabaja como voluntaria en Guadalupe Social Services y Catholic Charities en Immokalee, Florida, EE. UU. (Foto: Gail DeGeorge) 
 

En aquella época, eran muchos los abusos que sufrían los inmigrantes, en su mayoría mexicanos, aunque también había haitianos y guatemaltecos entre los recién llegados. Durante sus 11 años en Immokalee, Dohner fue una defensora de los derechos de los trabajadores agrícolas y de los pobres de las zonas rurales. La religiosa ayudó a negociar la construcción de un complejo deportivo con piscina en la comunidad y también invitó a una agencia de transporte rural de Washington D. C., financiada con fondos federales, para que ayudara a establecer un pequeño sistema de autobuses en el pueblo.

En 2002, Dohner fue invitada a visitar Haití. Enfermera diplomada, sabía que sus conocimientos y experiencia serían útiles y dijo que sentía la llamada de Dios a trabajar  en el país. Su congregación no es internacional, pero tenía una conexión especial con Haití. En 1991 elaboró una declaración de 'testimonio corporativo' para "trabajar en solidaridad" con el pueblo haitiano. El liderazgo de Dohner ayudó a dos congregaciones religiosas indígenas, las Hermanas de San Antonio y las Hermanitas de Santa Teresa, con proyectos de formación y construcción en Haití.

"Cuando vi Haití, supe que este era mi siguiente paso después de Immokalee. Le dije a mi comunidad que mi ministerio era una 'misión dentro de una misión, una llamada dentro de una llamada', para vivir y trabajar entre la gente más pobre y vulnerable, sin el beneficio de las redes de seguridad", dijo. En 2002 se trasladó a Puerto Príncipe (Haití) y empezó a trabajar con el padre Rick Frechette, médico y sacerdote pasionista estadounidense. Junto con su equipo de jóvenes haitianos de ambos sexos, trabajaban a diario en clínicas en la calle,  repartidas por los barrios más pobres de la ciudad.

La Hna. Judy Dohner ayuda a los trabajadores inmigrantes y a los inmigrantes en general, a través del centro Guadalupe Social Services y Catholic Charities. Muchos se enfrentan a difíciles obstáculos con las estrictas leyes de inmigración de Florida, EE. UU., que les impiden trabajar. (Foto: cortesía Judy Dohner)

La Hna. Judy Dohner ayuda a los trabajadores inmigrantes y a los inmigrantes en general, a través del centro Guadalupe Social Services y Catholic Charities. Muchos se enfrentan a difíciles obstáculos con las estrictas leyes de inmigración de Florida, EE. UU., que les impiden trabajar. (Foto: cortesía Judy Dohner) 

Al ir y volver de las clínicas, a menudo tenían que esquivar manifestaciones o eran detenidos por bandidos. En 2004, Dohner se convirtió en administradora de un hospital infantil en Pétion-Ville y ayudó a coordinar la construcción de un nuevo hospital infantil en Tabarre. En 2008 se fue a vivir y trabajar a las montañas del sur de Haití con las Hermanas de San Antonio. Allí dirigió una clínica rural y colaboró en la formación de las hermanas jóvenes. En Fondwa, a unos 80 kilómetros de la capital, Puerto Príncipe, aprendió criollo con fluidez, ya que era la única no haitiana del pueblo.

La hermana resultó herida mientras vivía en Fondwa durante el devastador terremoto de 2010. El pueblo quedó destruido pero, a pesar de sus heridas, regresó a Puerto Príncipe y se convirtió en directora de urgencias del hospital infantil de Tabarre, que se había convertido en centro de traumatología para los heridos del terremoto.

"Fue muy, muy duro, y me quedé muy, muy traumatizada, al igual que toda la gente", dijo Dohner. "Se producían violentas réplicas que hacían que todo el mundo saliera corriendo del hospital por miedo a que se cayera. Tenía que salir a buscar al personal y convencerles de que Dios nos protegía", apuntó.

Después de ejercer su ministerio en Haití de 2002 a 2018, la Hna. Judy Dohner, quien también es enfermera, sigue trabajando en Immokalee, Florida (Estados Unidos), con inmigrantes del país caribeño. (Foto: cortesía Judy Dohner)

Después de ejercer su ministerio en Haití de 2002 a 2018, la Hna. Judy Dohner, quien también es enfermera, sigue trabajando en Immokalee, Florida (Estados Unidos), con inmigrantes del país caribeño. (Foto: cortesía Judy Dohner) 

A Dohner se le pidió que asumiera interinamente la dirección del hospital hasta que se encontrara a un haitiano. El país sufrió una grave epidemia de cólera, por lo que también se creó un centro para esta enfermedad. Luego pasó a dirigir un pequeño hospital y una clínica en Cité Soleil, el barrio marginal más grande y pobre de Haití, y también un proyecto de Frechette. "Simplemente aprendí a vivir con el caos y el drama todo el tiempo", dijo.

En 2018, a sus 73 años, decidió que su trabajo en Haití había terminado. Regresó a Immokalee donde sigue al tanto de lo que ocurre en Haití y trabaja con los haitianos de la comunidad local.

GSR: ¿Cómo valoraría la situación actual en Haití?

Dohner: Yo diría que no se ve el final del caos en todo el país. No hay un gobierno que funcione; el secuestro se ha convertido en un negocio, la gente vive con miedo todos los días. Ahora hay más de 300 bandas armadas en todo el país. En 2004 había menos de 40.

¿Qué solución ve usted?

La democracia no funciona. Un país necesita una clase media fuerte y unas finanzas estables para que la democracia funcione, y Haití no tiene ni lo uno ni lo otro. Tal vez la respuesta sea un dictador benevolente. Solo los haitianos pueden responder realmente a esta pregunta. Quieren una vida buena y segura. No quieren abandonar su isla, pero quieren pi bon viv (una vida mejor) y no ven ninguna esperanza de ello en Haití en este momento. 

¿A qué otros problemas se enfrenta Haití además de a la violencia de las bandas y a la inestabilidad política?

No parece haber nadie que ayude a los haitianos a salir de su marasmo. En julio, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una fuerza de seguridad multinacional de un año de duración dirigida por Kenia. (En agosto, el Tribunal Supremo de Kenia dictó una orden temporal hasta el 9 de noviembre que impedía a las tropas keniatas llevar a cabo esta intervención. El Gobierno keniano declaró el 9 de noviembre que sus tropas no se desplegarían hasta que se cumplieran las condiciones de formación y financiación. No está claro cuándo ocurrirá eso).

Ha habido una 'fuga de cerebros' de Haití desde el asesinato de su presidente hace varios años. Miles de haitianos con estudios, negocios o profesiones han abandonado el país.

Siendo enfermera y habiendo trabajado en atención sanitaria en Haití, tengo la teoría de que la malnutrición infantil en la niñez ha tenido un efecto nocivo en la capacidad de gran parte de la población para tener las habilidades intelectuales necesarias para tener un país estable. Debido a esto, el sistema escolar está roto y el sistema financiero no funciona bien. Si los médicos y las enfermeras abandonan Haití, sus credenciales no son aceptadas en otros países. La mayoría de los jueces se han marchado de Haití y el sistema penitenciario se ha convertido en una amenaza para la vida de los presos.

La Hna. Judy Dohner, de las Hermanas de la Humildad de María, sirvió como enfermera y administradora de hospital en Haití durante 16 años. En 2018 regresó a Estados Unidos y trabaja como voluntaria en Guadalupe Social Services y Catholic Charities en Immokalee, Florida, considerado el centro de los trabajadores migrantes de Florida. (Foto: Gail DeGeorge)

La Hna. Judy Dohner, de las Hermanas de la Humildad de María, sirvió como enfermera y administradora de hospital en Haití durante 16 años. En 2018 regresó a Estados Unidos y trabaja como voluntaria en Guadalupe Social Services y Catholic Charities en Immokalee, Florida, considerado el centro de los trabajadores migrantes de Florida. (Foto: Gail DeGeorge) 

¿Y los haitianos que están llegando a Florida, a Immokalee, cuáles son sus mayores necesidades? ¿Cómo les han afectado las nuevas y estrictas normas de inmigración de Florida?

No hay respuestas fáciles a los complejos problemas de inmigración a los que se enfrenta Estados Unidos. Veo llegar a jóvenes haitianos y a sus familias tras años en Chile y Brasil. Fueron allí buscando una vida mejor y no la encontraron. No pudieron obtener la residencia permanente ni la ciudadanía; a menudo tampoco pudieron conseguir trabajo. Así que viajaron casi siempre a pie más de 11 000 kilómetros, y luego esperaron en la frontera con México a que se les permitiera solicitar asilo en Estados Unidos.

Tras entrar en Estados Unidos a través de Florida, ahora se enfrentan a nuevos y difíciles obstáculos. No se les permite trabajar y tienen limitadas las ayudas públicas que puedan recibir. Se aprovechan de ellos en la vivienda. Por ejemplo, se les pide que paguen 600 dólares al mes por una habitación en una casa donde se aloja toda la familia. En otras habitaciones viven otras familias, por lo que puede haber más de 18 personas en una casa con un cuarto de baño y una cocina. El propietario gana 2400 dólares o más al mes.

Con las nuevas normas de Florida, hay muchos trabajadores agrícolas migrantes, que han vivido y trabajado en Immokalee durante años, que tuvieron miedo de ir al norte esta pasada primavera. Los que se fueron al norte tienen miedo de volver a Florida porque están indocumentados. Muchos de ellos ya no pueden trabajar debido a las nuevas normas.

Nota de la editora: Contactada el 28 de mayo de 2024, la Hna. Judy Dohner dijo que la situación en Haití ha seguido deteriorándose desde que se publicó la entrevista original (en inglés) en diciembre de 2023. "Todo el que puede se marcha de Haití, dejando a los más desesperados en el país", apuntó.  Su comunidad sigue apoyando a dos comunidades religiosas indígenas para que compren alimentos. Más inmigrantes nuevos están llegando a Florida, la mayoría a través de Nicaragua tras pagar 4000 dólares o más por vuelos chárteres y por un 'coyote' que los pase a través de la frontera entre México y Estados Unidos. "Los haitianos aguardan con la esperanza de que las fuerzas keniatas sean capaces de sacar adelante el país. Es una esperanza que roza la desesperación", expresó.