Tracey Edstein

A través de analogías entre experiencias personales y la relación de Jesús con sus amigos íntimos, Tracey Edsten, una laica asociada a las Hermanas Dominicas, nos invita a valorar el don de la amistad y a reconocer a aquellos que nos ayudan a reconstruirnos, devolviéndonos —a veces— al orden correcto. "Como persona soltera, tengo la bendición de contar con varias amigas que me entienden. No podría enfrentar las dificultades de la vida sin ellas", ha escrito. 

Imaginen a una comunidad de mujeres que sin tomar votos religiosos formales se dediquen a una vida espiritual de servicio y oración. Ahora, imaginen que eso ocurre en la Edad Media, sin depender de la Iglesia ni de los hombres. Definitivamente, las beguinas eran mujeres valientes y rebeldes; y su forma de vida alternativa —desafiante de las normas patriarcales de la época y dedicada al servicio de un Dios encarnado en los más necesitados— constituye un modelo de resistencia, compromiso y resiliencia que inspira a las generaciones contemporáneas, como lo hizo con Lee-Ann Wein, quien nos cuenta en esta entrevista la historia de sus pasos por la senda beguina de contemplación. 

Pudo participar en los Juegos Olímpicos de Sidney en 2020, pero optó por su vocación religiosa, y quiso el Señor que su nueva lanza cayese en Malawi. “Convives con otras hermanas, pero siempre destacas por ser blanca. Me costó unos tres años ganarme la confianza del personal, de las familias y de los estudiantes. Era importante que no me vieran como una colonizadora”, relata la líder congregacional de la comunidad australiana de las Hijas de la Caridad Canossianas.