Villa de las Niñas, donde florecen las adolescentes gracias a las Hermanas de María

En Chalco, chicas pobres de todo México reciben educación, alimentación, abrigo y atención espiritual

Girasoles de Chalco: las alumnas de las Hermanas de María en el internado Villa de las Niñas. (Foto: cortesia Villa de las Niñas/Facebook)

Girasoles de Chalco: las alumnas de las Hermanas de María en el internado Villa de las Niñas. (Foto: cortesia Villa de las Niñas/Facebook)

Una religiosa de las Hermanas de María trota con un grupo de adolescentes detrás de ella, en Villa de las Niñas, estado de México. Las chicas forman parte de las 3 mil alumnas provenientes de diferentes zonas empobrecidas del país, urbanas y rurales, dirigidas por 48 religiosas de esta congregación.

Ellas recorren un circuito rodeado de edificios que funcionan como dormitorios y salones de clase. Practican el deporte con la misma vitalidad del venerable Aloysius Schwartz, quien corrió aun con las espinas de la enfermedad atadas a su cuerpo.

El camino que siguen está flanqueado de árboles frutales: crecen frondosos bajo el sol de abril los duraznos, las moras, calabazas y ciruelos. En un campo donde se yerguen los nopales, otro grupo trabaja y riega. Los gritos resuenan dentro del resplandor del día. Las niñas practican fútbol, hockey o basquetbol. 

Adentro de los edificios —suman en total cuatro, de siete pisos cada uno— otras adolescentes practican balonmano o realizan labores de aseo. Todos los espacios son limpiados por las niñas, de entre 11 y 18 años. Una alberca olímpica y dos gimnasios completan las instalaciones dentro de las 35 hectáreas que conforman el complejo. 

Villa de las Niñas tiene una secundaria técnica y un bachillerato tecnológico. Las chicas reciben también atención espiritual y clases de contabilidad, informática y gastronomía, y además disfrutan de actividades deportivas y culturales. 

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Las Hermanas de María atienden a 3000 alumnas en Villa de las Niñas. En la gráfica, las hermanas Aurelia Ramírez, Marilyn González y Martha Mendoza, de izquierda a derecha.

Las Hermanas de María atienden a 3000 alumnas en Villa de las Niñas. En la gráfica, las hermanas Aurelia Ramírez, Marilyn González y Martha Mendoza, de izquierda a derecha. 

El principio: Padre Al y el auxilio de los necesitados

Cuando el sacerdote estadounidense Al Schwartz ideó el proyecto, el campo donde hoy se encuentra Villa de las Niñas estaba sembrado de girasoles.

En 1991, Villa de las Niñas inició sus funciones con solo cuatro hermanas mexicanas y otras ocho filipinas y coreanas. Durante esa etapa educaban niños y niñas, hasta 1998, cuando se convirtió en un espacio exclusivo para mujeres.

"Todo el terreno estaba lleno de girasoles y, en el fondo, [están] los hermosos volcanes. Tanto como girasoles, son las almas que deseo ofrecer al Señor”, cita la hermana Aurelia Ramírez palabras del Padre Al.  

Un día de trabajo

Originaria de Cavite, Filipinas, la hermana Marilyn González narra a Global Sisters Report cómo llegó a Chalco.

"Llevo 16 años en la vida religiosa, 8 años de ellos en Chalco. Dios nos llama a todos, pero en diferentes vocaciones. Para mí, como una religiosa, el llamado que se me presentó es hacer cadena de la bondad que he recibido; llevar a los pobres las cosas grandes que también merecen", cuenta con una sonrisa abierta y franca.

La hermana Martha Mendoza, por su parte, entró en 1998 a la escuela y ahora pertenece a la congregación: "Desde pequeña tuve el llamado. La vocación es una cuestión de fe, todos los días. No he pensado en otra cosa".

A las tareas de instrucción educativa de niñas de entre 11 y 18 años de distintas partes del país, se suman los conocimientos técnicos y las atenciones espirituales.

La escuela posee una secundaria técnica y un bachillerato tecnológico. Estas capacitaciones incluyen conocimientos en contabilidad, informática, industria del vestido, gastronomía, además del acceso a variadas actividades deportivas y culturales. 

En 1991, Villa de las Niñas inició sus funciones con solo cuatro hermanas mexicanas y otras ocho filipinas y coreanas. (Foto: cortesía Villa de las Niñas/Facebook)

En 1991, Villa de las Niñas inició sus funciones con solo cuatro hermanas mexicanas y otras ocho filipinas y coreanas. (Foto: cortesía Villa de las Niñas/Facebook)

Cuarenta y ocho religiosas de las Hermanas de María guían a 3000 adolescentes pobres de zonas rurales y urbanas, muchas de ellas indígenas, en el internado ubicado en Chalco, México. 

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Originaria de El Oro, estado de México, la hermana Ramírez recuerda —con las manos entrelazadas sobre su regazo— cómo era el proyecto educativo en sus inicios: "Solo había dos edificios, dos gimnasios, dos talleres. Todo lo demás era terreno para siembra. Soy de la segunda generación de graduadas".

El terreno estaba rodeado de campos y la actividad, durante los años noventa, dedicada a la agricultura. Con el correr de las décadas, Chalco ha sido alcanzado por la construcción de distintos conjuntos habitacionales y por una urbanización acelerada, ya que se encuentra a 3 kilómetros del centro del municipio.

Villa de las Niñas es una institución desconcentrada del Estado, que se sostiene a través de benefactores nacionales e internacionales que la comunidad llama 'bienhechores'.

La primera villa perteneciente a la congregación —fundada por el Padre Al en 1964, en Corea— fue construida en ese mismo año; le siguieron las de Filipinas (1985), México (1991), Guatemala (1997) y Brasil (2000), como lo consigna en su tesis la etnóloga Montserrat Rojano Jiménez.

Las 48 hermanas que actualmente residen en Villa de las Niñas son originarias de diferentes partes del país —algunas, graduadas de la misma escuela—, estructuradas en 14 aspirantes, 14 novicias y 20 profesas. 

De acuerdo con su grado, la responsabilidad aumenta. Por ejemplo, las profesas pueden tener a su cargo hasta 150 niñas, aproximadamente. A esa tarea se suman las responsabilidades operativas, como ser encargadas de la lavandería, la cocina o la formación sacramental. 

Las religiosas enfrentan múltiples tareas y retos. Uno de ellos es la búsqueda de estudiantes en las comunidades más necesitadas del país, particularmente del sur mexicano.

"Creemos que cuando damos educación a los pobres, es como enseñarles a pescar", sentencia la hermana Mendoza. "Una vez que las niñas descubren su potencial, pueden ser autosuficientes. Como dijo san Irineo, la gloria de Dios es el hombre plenamente vivo", agrega la hermana Ramírez.

Los trabajos de reclutamiento de alumnas se realizan en los lugares más pobres del país, donde se auxilian de los párrocos. Aplican un examen de conocimientos y socioeconómico para determinar qué niñas ingresarán a Villa de las Niñas.

Y es que México tiene un alarmante nivel de segregación escolar. Un estudio titulado Una mirada la segregación escolar por nivel socioeconómico en México y sus entidades federativas, muestra que "los estados sureños de Chiapas y de Oaxaca son los que tienen una mayor segregación escolar, tanto en educación primaria como en secundaria".

Es un círculo que no termina. "La segregación escolar por nivel socioeconómico incide en el aprendizaje del estudiantado y determina las tasas de abandono y repitencia, así como impide una formación en valores en un entorno heterogéneo. Todo ello marca su futuro educativo", refiere el estudio.

Niñas pelando ejotes en Villa de las Niñas. 

Retos del aprendizaje

Víctor Morales es docente de Historia en Villa de las Niñas. También es egresado de Villa de los Niños, en Guadalajara. Durante su estancia las niñas no tienen acceso a internet o redes sociales. Los docentes están a la cabeza del proceso educativo.

El docente, politólogo de formación y, además, encargado de actividades físicas y culturales, echa mano de su imaginación y recursos para enseñar a las niñas a través de láminas, dibujos y hasta dramatizaciones.

El choque cultural de una niña llegada de una zona marginada del país que se integra a una institución de alta exigencia —la calificación mínima aprobatoria es ocho— requiere paciencia, cariño y cuidado.

Viridiana Guadarrama, empleada administrativa en el área de dirección, estima que la matrícula de niñas indígenas es de alrededor del 30 %.

"Es muy difícil la adaptación. Ayudamos a pasar este tiempo de dificultad, de extrañar a su familia, su comida y su pueblo. También es difícil para nosotras. Darles calor es un reto, porque todas quieren ser escuchadas", explica la hermana Aurelia Ramírez.

En el mismo espacio geográfico convive la cultura coreana, la mexicana (mestiza) y la me´phaa (tlapeneca) de Guerrero, por ejemplo.  

Las hermanas Marilyn, Martha y Aurelia coinciden en la alegría que sienten cuando regresan las egresadas de visita, quienes han elegido distintos caminos. Dos de ellas se volvieron carmelitas, algunas continuaron en la congregación o la vida religiosa, pero otras eligieron la vida profesional o académica.

"Es un milagro cada día con ellas", dice con alegría la hermana Martha Mendoza.

Otro grupo de chicas continúa trotando en un circuito donde se encuentran pequeños altares de las Doce Caídas. Los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael custodian diferentes puntos de Villa de las Niñas.

Las niñas y las Hermanas de María juegan, estudian y a la vez amasan los siete mil panes que cocinan todos los días para continuar alimentando la energía de los girasoles de Chalco.