En la COP27 de Sharm el-Sheikh, Egipto, un grupo de jóvenes de Perú con una pancarta de protesta, exigiendo: "No a las falsas soluciones climáticas, el grito de la Amazonia clama en defensa de la vida, del territorio y del agua." (Cortesía de Ana María Siufi)
Ante las desalentadoras negociaciones sobre el cambio climático que se han celebrado desde hace tres décadas, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha indicado que las promesas realizadas por los países hasta ahora son insuficientes. "Estamos en una lucha a vida o muerte por nuestra seguridad hoy y por nuestra supervivencia mañana", ha declarado. "Estamos en una autopista hacia el infierno climático con el pie todavía en el acelerador. ... La humanidad tiene una elección: cooperar o perecer".
La 27ª Conferencia de Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP27, se celebró recientemente en noviembre para revisar y avanzar en los acuerdos sobre el cambio climático. Asistí con una delegación de congregaciones religiosas de la Misericordia que viajó a Egipto, y tuvimos una experiencia desafiante, educativa y también decepcionante.
Como miembros de la sociedad civil, vivenciamos la belleza de la interculturalidad expresada en miles de rostros, vestimentas y lenguas. Apreciamos los clamores, riesgos y resiliencia mostrados por mujeres, jóvenes, indígenas y activistas que compartieron sus vidas y culturas ancestrales, y que mostraron sus frustraciones y resistencias. Todos estaban unidos en la lucha por detener la devastación medioambiental y climática y las múltiples amenazas como el tráfico de tierras, el narcotráfico, los grupos armados y las corporaciones.
Las delegaciones gubernamentales no tuvieron casi ningún contacto con nosotros, ya que se reunieron en un lugar inaccesible para nuestro grupo.
Está claro que las naciones poderosas, que son las más culpables del cambio climático, se niegan a pagar las consecuencias de sus emisiones de gases de efecto invernadero, que han afectado negativamente a las regiones más vulnerables. La deuda climática de las naciones poderosas supera con creces la deuda externa de los países más empobrecidos, pero he aquí la diferencia: ¡Los países pobres sí están obligados a pagar su deuda! La conferencia se extendió un día más, tras lo cual se acordó crear un fondo para remediar los daños y pérdidas que se vienen produciendo desde hace años. La pregunta que podemos hacernos es ¿Se puede utilizar el dinero para reparar toda la destrucción de la naturaleza, o hay mucho de irremediable?
El papel del presidente egipcio como anfitrión de la conferencia no quedó claro, por lo que, en lo que respecta a la cuestión energética, no ayudó a avanzar hacia energías limpias y renovables.
Se tomaron estrictas medidas de seguridad debido a la asistencia de más de un centenar de mandatarios y a la amenaza de actos violentos, y los grupos ecologistas temían que la dictadura egipcia impidiera manifestaciones o actos paralelos de los grupos ecologistas, que son habituales en este tipo de cumbres.
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Tuvimos la oportunidad de escuchar a indígenas de Siberia, el Ártico, el Amazonas, Colombia, México, Honduras, Filipinas y otros lugares, que compartieron sus experiencias con la destrucción violenta de sus culturas por parte del colonialismo, las acciones de las organizaciones criminales y la judicialización de las protestas. Destacaron sus reclamos para participar en proyectos contra el cambio climático, las políticas públicas y las normas legisladas. Protestaron contra la burocracia y señalaron que la mayoría de los fondos que deberían destinarse a las comunidades que habitan y cuidan los territorios no llegan a ellas. En síntesis, quienes cuidan del 80% de la biodiversidad exigieron que se "descolonice" su trabajo y se utilicen métodos indígenas y se respete la sabiduría ancestral, y que se elimine la economía ilegal, la economía de los proyectos de deforestación o contaminantes, el tráfico de tierras y la amenaza de judicialización o de grupos armados impunes.
Con rituales y exposiciones, las mujeres empoderadas hicieron oír su voz sobre sus sufrimientos y luchas contra la invisibilidad y la exclusión de género. Se sienten hijas de la Madre Tierra y de la Luna -cuidadoras de las semillas, almacenadoras de alimentos, gestoras del agua- y saben adaptar sus saberes a las consecuencias del cambio climático y transmitirlos a sus descendientes. Exigieron estar en la mesa de negociaciones sobre el cambio climático, que se respetaran sus identidades culturales y de género, y que se respetaran sus métodos de restauración de los bosques y de cuidado del agua. Además, exigieron reparaciones por el gran daño que la colonización hizo a sus familias al robarles a sus hijos, sus tierras, su cultura y su dignidad.
Hace décadas que suena la alarma sobre una extinción masiva provocada por un sistema económico capitalista-extractivista insostenible, pero que se niega a llevar a cabo la revolución económico-cultural, productiva y de consumo justo necesaria para evitar el colapso. Sospechosamente, las corporaciones petroleras, tecnológicas, agroindustriales y otras, responsables del calentamiento global, ¡estaban presentes como patrocinadoras de esta conferencia!
Mujeres de todo el mundo presentan sus luchas por la justicia climática en la COP27, celebrada en 2022 en Sharm el-Sheikh, Egipto. (Cortesía de Ana María Siufi)
"La humanidad se dirige hacia el abismo, hacia un calentamiento de más de 2,5 grados, con efectos devastadores para nuestras vidas en el único planeta que tenemos", declaró Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, en su discurso de apertura de la COP27. Los científicos, los pueblos indígenas, los activistas, los líderes religiosos, los filósofos, los economistas, los campesinos y los jóvenes exigen acciones, no palabras y falsas soluciones que son más "lo de siempre": como por ejemplo, el hidrógeno verde, las presas hidroeléctricas y las manipulaciones genéticas.
Es tiempo de educar y concientizar, de señalar las causas del cambio climático. Es hora de exigir responsabilidades diferenciadas, de hacer incidencia en los gobiernos para frenar sus políticas extractivistas. Es hora de hacer una transición justa, de socorrer a las víctimas y a los millones de refugiados climáticos, de reivindicar los derechos pisoteados, de orar por los perseguidos y de defender la justicia climática.
Si como ciudadanos, hermanados en la solidaridad, queremos tener un futuro como humanidad, somos nosotros los que tenemos que: impulsar y vivir el cambio; tejer redes para presionar a gobiernos o empresas; impedir la expansión de prácticas extractivistas, productivistas y consumistas; aprender a respetar y amar a la Madre Tierra; y salir a la calle para cuidar de la vida amenazada de nuestra casa común.
Esta columna también se publicó en inglés.